De la escucha política a la politiquería de la escucha
Por Martín Mezza para La tinta
Finalmente, los efectos del rumbo económico y político, articulados a una serie de decretos presidenciales y concesiones de la oposición, alcanzaron la fuerza necesaria para romper el blindaje mediático y desvelar el descontento generalizado que supone la pérdida constante de derechos y de la calidad de vida. Las personas dejaron de aguardar pacientemente el timbreo de la militancia macrista y, rasgando el disfraz de “vecino”, volvieron a mirar con aprecio aquella ropa vieja de ciudadano.
En este contexto, surge un reciente spot publicitario de la actual Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, donde Cambiemos expone de manera paradigmática un elemento medular y estructurante de su estrategia ideológica para reinstalar el plan neoliberal. Nos referimos a la sustitución de la acción política por las técnicas de management.
Entonces, en el preciso momento en que parece que el pueblo despierta de un paradojal sueño de tolerancia a las “tormentas”, inducido y alimentado por el odio de clase y el fogoneado temor a la vuelta de un kirchnerismo a la venezolana –una mejor descripción diría modelo nacional y popular–, la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires niega cualquier interlocución política con el sufrimiento social. Lo hace al mostrarse como una vecina más, degrada la condición de espectadora. Desde su despacho, transformado en un cómodo sofá desde el cual mira la tele, llama a Mariana (una ciudadana del barrio de City Bell que contaba situaciones de violencia e inseguridad) para decirle que quería escucharla, ya que “la vio – por el canal de televisión – América 24”.
Está claro que este acto, realizado para ser reproducido en las redes sociales, tiene como meta la identificación psíquica multiplicadora de “Marianas” y pasar el mensaje de que se escucha al pueblo (eso es lo que cuestionamos). Al mismo tiempo que se busca restablecer el diálogo interrumpido con el “vecino-televidente”, pidiéndole que se “junten en una casa” –es decir, que no salgan a la calle, que no vayan hasta la gobernación–, se devela la estructura discursiva de la técnica de management con la cual pretenden reintroducir la moral liberal en las relaciones institucionales y de poder. ¿Cómo es posible que la máxima autoridad política de la Provincia de Buenos Aires, munida de todos los instrumentos de gobierno, capte la realidad de su territorio por la agenda, los intereses y la espectacularización del sufrimiento promovida por los medios de comunicación masivos?
Este análisis no se detendrá en el descuido del guionista (variación de la taza) que expone lo que ya se sabe: que es un montaje, una puesta en escena. Lo importante no es evidenciar esto, sino la estructura de ese montaje. “Hola, ¿Mariana? / Sí, ¿quién habla? / María Eugenia Vidal / ¡Ah! Sí, ¿todo bien? / (…) Me sorprendiste mucho con el llamado, te agradezco de corazón”. Contemos con que Mariana, debido a la crítica situación del país, esté en un estado de conmoción tal que le impida recordar la existencia de un tal Tangalanga o de una jodita para Tinelli. ¿Pero alguien, incluso el más crítico de este gobierno, puede imaginarse que el achique (ajuste) estatal haya llegado a límites tales como para no contar con un ministerio o secretaría de seguridad, de desarrollo social o un secretario que, al menos mediante un conmutador, pueda mediar y articular el lazo con los ciudadanos? Esto es tan absurdo, ineficaz y peligroso como imaginar a San Martín relevando al cabo que hace las rondas nocturnas del campamento, o ver a un Lionel Messi –nuestro prócer contemporáneo– llegar hasta el medio campo para hacerse de la pelota mientras un voluntarioso Mascherano corre al líbero del equipo contrario, desprotegiendo la defensa de su equipo (¿Por qué dejaríamos pasar la oportunidad de criticar a Sampaoli?).
Avancemos, “te llamo para que me cuentes un poco lo que está pasando” y “me quedé preocupada y quería hablar con alguien que viviera ahí y me dijera bien qué es lo que está pasando en los últimos meses”. Ya que se trata de los usos de la escucha, por mi formación –psicoanalista–, no puedo dejar de identificar la estructura significante y así leer aquello que se dice sin saber que se dice (inconsciente). El sentido de la frase entendida en su conjunto (gestalt), manifiesta una honda preocupación que se ve refutada en uno de los elementos de la primera oración: “Que me cuentes un poco”. ¿No es al menos contradictorio que una honda preocupación, que lleva a la autoridad máxima de la provincia a romper con todas las instituciones e instrumentos políticos de diálogo, se asiente en las palabras “un poco”? ¿No sería más adecuando que le cuente bastante? ¿Por qué la Gobernadora sólo querría saber un poco?
Por otro lado, volvemos a apreciar en el discurso la inversión de roles que ya ponderamos en el gesto del llamado (Gobernadora devenida espectadora y una ciudadana camuflada en el rol de protagonista del show mediático, es decir, una figura televisiva que sabe y una gobernación que se desayuna de su ignorancia complaciente). Quien se presenta como preocupada y necesitando hablar con alguien es la funcionaria pública (“me quedé preocupada y quería hablar con alguien…”), cuando la realidad –no mediática y sí política y social– indica que quien debería estar preocupada y necesitando no sólo hablar con alguien es la ciudadana.
Sigamos, mientras el lector sabe disculpar esta digresión. Es fácil notar que no sólo los instrumentos políticos, sino también el tan promocionado equipo de gestión, queda invisibilizado ante la presencia directa y sin mediación de la gobernadora (siempre recordando que es ante un relato televisivo). ¿Qué indica esta contradicción? Los elementos con que se recorta y estructura la realidad que se nos pretende imponer nos brindan las pistas necesarias. La proximidad, la demostración de la presencia del otro, la escucha empática y la preocupación por los sentimientos y sensaciones de las personas, constituyen, al mismo tiempo, los elementos mínimos –estructurales– del spot y de lo que se denomina una “escucha activa”, es decir, los desarrollos técnicos de la psicología humanista. Por este motivo, el mencionado spot se asegurará un lugar entre los clásicos de las facultades de psicología y en un elemento desconocido para las ciencias políticas (al menos, así lo esperamos).
La terapia centrada en la persona
Ya que esta es la elección teórica de la gestión de la Provincia de Buenos Aires, cabría recordar que la psicología humanista o terapia centrada en la persona (Person-Centered Approach) se desarrolló en los Estados Unidos principalmente por medio de las figuras de Abraham Maslow y Carl Rogers. Ésta tuvo por objetivo producir una serie de principios técnicos que no se limitasen apenas a la relación terapéutica, sino que pudieran alcanzar todas las interacciones humanas. Aquí todo gira en relación a la empatía, se elimina la interpretación y, en lugar de priorizar la solución de problemas, enfermedades o síntomas, se valoriza la preocupación por el semejante y la capacidad de acompañarlo en su vivencia personal. Exactamente, lo que nos presenta el spot. Pero ocurre que, en ciencia, como se acostumbra decir, hay dos bibliotecas (al menos). Y este uso de la escucha y la palabra ya había sido abandonado por Freud –en los comienzos de su investigación– al descubrir que la catarsis no sólo es ineficaz clínicamente, sino que reproduce la opresión y lógica de poder en juego con la relación médico/paciente (semejante a lo que Foucault encuentra en la confesión). Y cuando, después de muchos años de elaboración teórica psicoanalítica, este uso ineficaz y opresivo de la escucha se volvió a filtrar mediante las nociones de contratransferencia y la asociación con la parte sana del yo, vimos surgir un Jaques Lacan cuestionando rigurosamente los efectos de estos emprendimientos.
Lacan entendía que este uso de la escucha no sólo no era congruente con la finalidad social y los medios técnicos del psicoanálisis, sino que llevaba a fomentar el uso de una palabra que calificó de vacía. A través de esta palabra (y escucha), se resistía al mensaje inconsciente –reprimido y silenciado– y se facilitaba la indistinción entre “sujeto” y “yo”, que conducía hacia la adaptación a la realidad y a la servidumbre voluntaria. Los trabajos de la antropóloga Veena Das en torno al sufrimiento social, no necesitaron referenciarse en el psicoanálisis para encontrar que la violencia que los causa (a los sufrimientos) se encuentra, la mayoría de las veces, impedida de ser representada en palabras. Ya otros emprendimientos sociológicos no dejaron de apoyarse en las elaboraciones del psicoanálisis para alcanzar los sufrimientos sociales silenciados o invisibilizados, como es el caso de la sociología de Bourdieu (La miseria del mundo) y de Axel Honneth (La gramática moral de la lucha por el reconocimiento). Ambos van a buscar los sufrimientos más allá de la barrera pública burguesa. Esa barrera que la Gobernadora no sólo no atraviesa, sino que contribuye a su ensanchamiento –y así, al silenciamiento del sufrimiento y las demandas de las clases más vulnerables– al confundir ya no “sujeto” con “yo”, sino “ciudadano” con “vecino”, “público” o “televidente”.
Pero el problema no se restringe a la elección psicológica o a la tendencia a la escucha empática de un determinado funcionario más o menos adepto el training político. Esta acción se da en el nivel de las políticas públicas y, como dice Vladimir Safatly, promueve la transformación del discurso político en queja psicológica (psicologización). El Estado pasa a responder las demandas políticas –en el caso de Mariana, de mayor seguridad– por medio de una acción terapéutica y de cuidado (la propia gobernadora te llama para escucharte). Por eso, autores como Zizek y Rorty bien podrían ver en este estado de cosas una acción compensatoria, cuya finalidad no es otra sino que negar la posibilidad de políticas transformadoras de la realidad y de fomento de la igualdad.
Quien mejor identificó esto a nivel de políticas públicas fue, sin dudas, Didier Fassin, a partir de los “locales de escucha” (lieux d’écoute), dispositivos creados por el Gobierno Francés para ofrecer un lugar donde los grupos excluidos (inmigrantes, pobres, etc.) pudieran hablar de sus problemas. El autor mencionado encuentra, por detrás de estas prácticas, lo que llama razón humanitaria, que no sería otra cosa que una nueva modalidad de biopoder (Foucault) por el cual se gobierna el comportamiento de las personas mediante la traducción de problemas de desigualdad social en sufrimiento psíquico. De esa forma, la función “reparadora” o “el apoyo emocional” de los locales de escucha se articula a las tácticas de control social represivas por medio de estrategias pacificadoras de los conflictos sociales. En fin, una nueva versión de “con la espada, la pluma y la palabra”, o como se dice desde hace un tiempo en los barrios: una psicopateada más.
Fassin es feliz en el término elegido para representar el trazo de este dispositivo de poder: compasión. La compasión es la noción que permite traccionar los elementos psicológicos de la empatía, la sensibilidad y la proximidad, hacia el plano político. De ese modo, el lugar de escucha y el gesto compasivo que nos brinda el spot aquí tratado, inscribe a la gobernadora en la tradición de beneficencia filantrópica del estado liberal en disputa con la legitimación de derechos propuesta por el estado de bienestar. En aquella tradición liberal, el gesto caritativo de las élites donaba una alimentación insuficiente –siempre mal llamada básica– a cambio de restringir derechos; en ésta (neoliberal), se les dice a los pobres e indigentes, también a la clase media empobrecida, que son libres para acceder a dólares (a $40), mientras se les retiran, uno por uno, los derechos conquistados, inclusive los de una alimentación insuficiente.
De cualquier manera, hay que decirlo, hay que recordarlo, esa tradición se estremecía, ese gesto compasivo se desfiguraba, ante la presencia de aquella provinciana actriz que no necesitaba del management, de la psicología humanista ni de la caridad para escuchar políticamente –interpretar– a sus descamisados.
*Por Martín Mezza para La tinta
*Psicólogo (UBA); Psicoanalista (Apertura, Bs. As.); Magister en SMC (UNL,a); Doctorando en SC (ISC-UFBA, Brasil).