Fin de fiesta

Fin de fiesta
13 julio, 2018 por Redacción La tinta

El Mundial llega a su final. Francia y Croacia definirán quién es el nuevo rey del mundo. Para Argentina y las selecciones de América Latina el torneo terminó mucho antes y la definición volverá a ser europea. Nosotros ponemos la gente y ellos festejan. Pese a esto, nos quedaremos con imágenes que nunca borraremos. Con un tema de Kevin Johansen de fondo repasamos algunas aristas que deja otra Copa en la que, una vez más, lloramos para no reír y el consuelo de creer que lo mejor está por llegar.

Por Gonzalo Reyes para La tinta

Ya se terminó,
Ya se va la gente.
Ya sé lo que me vas a decir:
Que no hay que llorar,
Que son cosas que pasan…

El Mundial se fue. Tan solo queda la final. Un partido que se contrasta con la algarabía de hace cuatro años, en aquel 13 de julio de 2014, en el Maracaná. Esta es una final con minúscula, aquella fue una con mayúscula: LA FINAL. Pero esa final pasó como pasará a la historia la que veremos este domingo 15 de julio.

La gente se fue temprano. Sí, porque la puso América Latina. Pese a los más de 10 mil kilómetros promedio que separan al continente del país anfitrión, una vez más los latinoamericanos coparon las calles y estadios de la sede: Rusia. Quitando al dueño de casa el ranking lo encabeza México (44.000), seguido por Argentina (36.000), Brasil (33.900) y Colombia (30.000); recién aparece sexto Inglaterra con 21 mil. Si sumamos a Uruguay son 148 mil hinchas latinos. La contracara: hace 16 años que el continente no se queda con una Copa. La pregunta: ¿Hasta cuando será atractiva la Copa del Mundo si la supremacía Europea persiste? De las últimas cinco finales disputadas, solo dos fueron protagonizadas por europeos y sudamericanos: Brasil-Alemania 2002, Argentina-Alemania 2014.

Imposible no llorar. El próximo Mundial será en cuatro años. Ni pasado mañana ni el próximo año. Y si bien el clima mundialista no se respira hasta el partido inaugural, todo termina resultando como esa cena familiar de fin de año, poco deseada, hasta que te das cuenta que son las seis de la mañana y estas volviendo con tus primos de parranda. ¿Será por eso que los sudamericanos seguimos copando las copas mundiales? Cada cuatro años desenterramos el diablo futbolero y después de velar a nuestras selecciones, abatidas, nos encontramos en una sala de espera, en un bar, en un almacén, gritando el gol de un croata. ¿Seguiremos pagando la fiesta europea?

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Y yo siempre lloré por no reir.

Pero no me queda más memoria

Y no hay foto que quiera borrar.

Pese a la pasión que me despierta el fútbol, a punto tal de gritar los goles croatas y celebrar la magia de los Hazard, Mbappe, Modric, hace 30 años que lloro cada Mundial. Desde 1990 hasta hoy, cada Copa tiene el sabor amargo del deseo incumplido.

Pero es verdad que en cada torneo planetario, la memoria queda llena de imágenes que por más odiosas que sean, no las vamos a borrar, como la pegada de Pavard ante Argentina y las corridas endiabladas de Mbappe. Por lo general somos buenos recordando hechos traumáticos: el cabezazo de Ortega a Van der Saar 1998; el gol de Göran Svensson a Caballero 2002; el papelito de Lehmann 2006; Diego abrazondo por la espalda al Kun tras el 4-0 de Alemania 2010; la pifia de Higuaín 2014.

Sin embargo, como recuerdo feliz me quedo con las atajadas de Kasper Schmeichel ante Croacia. Mientras el hijo se hacía gigante en el arco de Dinamarca, el legendario Peter Schmeichel, su padre, lo alentaba y sufría. Párrafo aparte merecen las fotos del salvadoreño Yuri Cortez en el 2-1 de Mario Mandžukić para Croacia ante Inglaterra.

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Ya se acabó,

Ya es el fin de fiesta,

Y nace el tan temido qué dirán.

Si se fue con él,

Si ella se fue con ella…

Los que no entregaron, ya lo harán.

Termina el Mundial y ya se oyen esos «qué dirán». Esos comentarios que comienzan por lo bajo, se hacen murmullo y de repente, son tesis probadísimas. En este final de fiesta de Rusia 2018 se dice que la pelota parada es todo y que la posesión del balón es nada. Se gastará mucha tinta y minutos de TV en esto. Los anti tiki-tiki hoy tienen con qué defenderse y dicen que Argentina, España y Alemania son el ejemplo de la inutilidad de la posesión y que Francia e Inglaterra las luminarias del nuevo fútbol.

Los amantes de Simeone y Mourinho intentarán cambiar el paradigma guardiolista preponderante desde Sudafrica 2010 cuando España fue campeón y el Barcelona brillaba. Ahora afirmarán que el molde a seguir es el Real Madrid de Zidane y Cristiano de los últimos tres años: juego vertical y directo, con corredores veloces, delanteros con capacidad de marca, tres toques para llegar de un arco a otro y, cuando todo eso falla, la efectividad en pelotas paradas.

Esa tinta y esos minutos de TV serán utilizados para repetir conceptos que se vienen discutiendo hace años. Como dice Bielsa, especular es tan válido como intentar ser protagonista, usar la pelota o cederla al rival son elecciones. La discusión es chiquita ya que ninguna garantiza el éxito y los argumentos son los mismos. Pero el éxito es la vara y todo lo que triunfe (en el marcador) debe ser imitado y venerado. Estoy seguro que si la Argentina de Sabella derrotaba a la maquina alemana del 7-1 a Brasil, los cambios que vendrán ahora en el fútbol se habrían dado hace cuatro años.

Algunos se irán con el, con el nuevo método para ganar. Los que no se entregaron, ya lo harán. Otros nos quedaremos con las convicciones más allá del éxito.

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Como sea, ya se terminó. Ya es el fin de fiesta. Tras la final entre Francia y Croacia solo restarán cuatro años (y seis meses) para Qatar 2022. Si bien en Rusia lloré como en cada Mundial que viví, el domingo habrá amigos, cervezas y un partido que no se ve todos los años. Tomaremos partido por uno u otro y hasta quizá celebre un gol con un puño apretado. Después de todo:

Si la vida es una orgía lenta,

Lo mejor debe estar por llegar.

*Por Gonzalo Reyes para La tinta

Palabras claves: Croacia, Francia, Mundial Rusia 2018, Selección Argentina de Fútbol

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