Abeja
Claudia Masin nació en Resistencia, Chaco, en 1972. Poeta y escritora. Publicó numerosos libros de poesía.
Como la abeja que llega al panal
y encuentra las funciones ya asignadas: la reina, los zánganos,
las ninfas, las obreras, viniste a cumplir tu tarea
y retirarte. Raro es decir que no, y más raro todavía escaparse.
¿Qué hay allá afuera para los renegados? ¿Soledad, incertidumbre,
miedo a haber quedado sin protección ni casa? Hoy vi una flor
idéntica a una estrella, estaba en medio de un terreno abandonado,
y como buena flor silvestre crecía exuberante,
desmadrada. ¿Qué hacía en medio de un baldío una flor
que imitaba a una estrella? Yo creo que era tan hermosa
porque no servía para nada. Es decir, no duraría más que un rato
viva si la arrancaran, no podría venderse ni comprarse,
no tenía ninguna función en el ecosistema,
ninguna criatura la extrañaría si faltase. Y sin embargo
cada tarde, cuando se iba la luz,
empezaba a recortarse en el pastizal.
Parecía que estaba sola y que brillaba con luz propia,
y si me dijeran que en ese momento del día el universo
giraba alrededor de ella, lo creería:
los que se apartan de la ley que los obliga
a estar mimetizados con su entorno, tienen un resplandor
intenso y breve. Ser raro es dejar de ser reconocido
por los del propio clan, y ya se sabe
qué pasa con el que no tiene la aprobación de su especie.
Da miedo renunciar a la esperanza
de la normalidad: soñar con que alguna vez aceptaremos
que se debe tomar lo que hay, atarse a eso
con desesperación, quedarse en la familia, la patria, el amor
el odio que nos dieron. Pero la vida que nos toca es ajena,
una bomba que llevamos encima y nos ha minado el cuerpo.
Estamos paralizados por el terror a que explote
cada vez que tratamos de renunciar a ella y encontrar en otra parte
una vida que se nos parezca.