Quemá esas cartas
Marina Mariasch repasa los diversos agrupamientos en torno a las cartas escritas y firmadas por diversas trabajadoras en apoyo a la despenalización y/o la legalización del aborto y se hace muchas preguntas. Pensar nuestras prácticas y leer entrelíneas la política que sostienen nuestros métodos activistas, es un trabajo crítico que antes que cuestionar lo hecho en busca de la quietud, persigue que el movimiento se vuelva meandroso e imparable.
Por Marina Mariasch para LatFem
La Estrategia Pepito
Estamos en camino al aborto legal, seguro y gratuito. Y se podría decir que en ese camino, por ese fin, toda estrategia es buena. O, cuanto menos, válida. La estrategia Pepito tuvo éxito a la hora de conquistar voces -y hasta votos- a favor de la Ley de Matrimonio Igualitario. “Marica quien me ha aplaudido/ marica quien me ha leído / marica quien ha luchado/ contra las hordas maricas”, inundó histriónico Cibrián el debate por el matrimonio igualitario en el Congreso en 2010. Ahora, durante la serie de exposiciones sobre la cuestión del aborto, también se apeló a las figuras públicas. Ninguna hasta ahora con un discurso tan disruptivo e incómodo como el de Cibrián y Federico García Lorca, pero sí potentes y pregnantes como son los relatos subjetivos e inteligentes.
Primero fueron las actrices. A la manera de las tradicionales solicitadas, y en la tradición de la potente carta de las 343 salopes que declararon haber abortado en Francia en 1971, las actrices redactaron una carta abierta para ser entregada a los legisladores. Pidieron ser escuchadas, y más directamente les pidieron su voto a favor del Proyecto de la Campaña. Operativas, las trabajadoras de prensa y comunicadoras, escribieron su propia carta y sacaron una foto colectiva en el frente del Congreso. “Abortar es un derecho. Nuestro compromiso, comunicarlo con responsabilidad”, dijeron fuertes y claras.
Siguieron las escritoras, las fotógrafas y camarógrafas, las músicas, las cineastas y trabajadoras de medios audiovisuales, las comediantes, las dibujantes. Todas con el pañuelo verde de la Campaña sobre el piso de damero de MU que ofició de sede de la firma de las cartas. También firmaron las bailarinas, las locutoras, y las actrices del doblaje. Otros oficios y profesiones agruparon a las arquitectas y diseñadoras, las decanas, profesoras, académicas, investigadoras y universitarias. También se organizaron las trabajadoras de la salud. Se preparan las abogadas y las psicólogas.
¿Qué nos lleva a organizarnos por rubro de trabajo para reclamar un derecho que nos atraviesa a todas y por el que venimos peleando hace tiempo como ejército unificado bajo la bandera verde?
Mata a tus ídolxs
En un momento en el que el feminismo había ganado la calle de la mano de las pibas, de miles de mujeres sin fama y sin nombre propio, que forman un mar embravecido, las figuras de peso parecen haber vuelto a ser necesarias para torcer la balanza. ¿Es así? ¿Es un argumento cierto?
En el momento en el que alcanzamos un feminismo sin referentes más que nosotras mismas, vuelven a escena las figuras públicas, buscando arrastrar votos y argumentos en la estela aurea de su fama. Las cartas son colectivas, pero las fotos acercan el foco a la firma particular, a cada mujer en su gesto personal con papel y birome en mano.
Podríamos pensar que la maniobra -espontánea o no- es un desvío liberal en la ancha avenida del feminismo, de los feminismos. Y el demorado camino hacia el aborto legal -no necesariamente seguro y mucho menos gratuito- puede ser un carril liberal. La autodeterminación sobre el propio cuerpo, la autonomía extrema y explícita puede inscribirse en ese marco de reivindicaciones que el liberalismo levanta. Pro choice (proelección) es el lema que aboga por los derechos personalísimos de soberanía sobre el propio cuerpo. Se trata, en última instancia, de una cuestión de propiedad privada. La posibilidad de decidir sobre ese territorio que es el propio cuerpo en cuanto a fertilidad y maternidad: libertad individual, libertad reproductiva.
Podríamos pensar también que estos agrupamientos por rama productiva son síntoma del postcapitalismo salvaje: autoexplotadxs, nos reconocemos y nos definimos a nosotrxs mismxs en tanto fuerzas de trabajo. Somos lo que representamos en la cadena de producción. Nos hemos convertido en eso.
Las artistas fueron las primeras, como emergente de una cultura y una industria que corren en clara desventaja bajo el régimen actual. Luego, las profesionales de las facultades elegidas por la progresía. ¿Por qué no nos agrupamos por barrios, por grupo sanguíneo, por partido político, por edad, por clase? ¿Por qué no se juntan a firmar las barrenderas, las cartoneras, las trabajadoras de la economía popular, las enfermeras, las veterinarias, las maestras? Son algunas preguntas que se escuchan por lo bajo, menos como cuestionamiento a lo hecho que como duda frente a cierta sospecha de que moviliza el ego.
Trabajadoras del mundo, unidas
Las fotos colectivas tuvieron su impacto. Generaron nuevos bosques verdes y dieron a luz más de las alianzas insólitas que el movimiento feminista genera. El ordenamiento gremial puede explicarse en el origen de la fuerza sindical. Tras la revolución industrial, el movimiento obrero se agrupó por tarea para reclamar por sus derechos. La pertenencia partidaria no alcanza, no abarca, no aprieta: por más que convivan las diferencias, los conflictos compartidos y la confluencia de reclamos necesitan y se nutren de la fuerza del conjunto.
Sentirnos hermanadas por las problemáticas que nos atraviesan en tanto trabajadoras, a la hora de pedir por un derecho universal para mujeres y gestantes, puede conectarse también con el giro que tuvo en estos tiempos el feminismo en la Argentina desde el primer Ni Una Menos. Si bien el eje del trabajo no es algo nuevo en el trayecto histórico de la lucha feminista, si consideramos el estallido masivo que tuvo el movimiento en los últimos años en la Argentina podemos pensar con más detalle el fenómeno.
El primer Ni Una Menos de 2015 estuvo eminentemente organizado alrededor del reclamo contra los femicidios. Esa demanda innegociable, irreprochable, mínima, PAREN DE MATARNOS, fue abarcadora y masiva. Los años siguientes el feminismo, aunque no de manera espontánea sino como fruto de muchos años de militancia, empezó a ser una herramienta más disponible en la calle, en los colegios, en los lugares de trabajo, en los barrios. Ingresó a los conflictos por el sentido común incluso en los sectores que le son adversos. Y lo hizo abarcando mucho más que la violencia en su extremo.
Como en la Ley de Protección integral de las mujeres (N 26485), hoy es más fácil reconocer el amplio espectro que abarcan las violencias de género y en ese sentido, reconocernos como trabajadoras es parte de un logro de todos estos años. Conseguimos también ser eso que tanto tiempo nos fue negado: salir del hogar, tener nuestra profesiones y oficios, ser sujetxs sociales, sujetxs políticxs.
La colección de firmas que cada carta despliega funciona también como un censo espontáneo: ya no hay excusa para no convocar músicas o fotógrafas, para no contratar una arquitecta o una periodista. Ahí están reunidas, guía amarilla para todos los gustos, para que nadie diga que en una mesa quisieron que interviniera una mujer, lesbiana, travesti o trans pero no encontraron. A propósito: ¿Hay travestis y trans en estas cartas? Por su parte, las organizaciones LGTBIQ preparan una.
Hubo quienes no se reconocieron en ninguna convocatoria y entonces propusieron al aire sucio de las redes sociales variables nuevas para agruparse: monotributistas precarizadas, mamis desesperadas, perdedoras anónimas. Otras dudaron en cuál firmar. Otras, renacentistas, firmaron varias. Algunas firmaron la carta colectiva pero no hicieron el acto fotográfico de la firma individual. Otras ni siquiera se sumaron a la foto colectiva. El apoyo se traducía en la cantidad de firmas. Cada una, al fin y al cabo, elige.
Las cartas no fueron todas iguales. Las actrices pidieron la despenalización del aborto para las mujeres. Otros espacios agregaron la legalización para mujeres y personas con capacidad de gestar. Las periodistas y comunicadoras escribieron su propio texto. También las abogadas, las psicólogas y psicoanalistas. En los próximos días se reúnen a firmar lxs trabajadorxs autogestivxs y las cirqueras. Las bandas se multiplican y al mismo tiempo se atomizan. El reclamo es uno, como el ejército que somos cuando estamos juntxs en la calle. Vamos todxs.
¿Todxs quienes? Algunxs se preguntan por qué los varones están excluidos de las cartas, por qué no pueden apoyar de manera explícita, como lo hacen los legisladores a la hora de votar a favor de la legalización o los ciudadanos de la sociedad civil que participan de los debates informativos sobre los proyectos de interrupción voluntaria del embarazo.
¿Todxs cómo? Algunxs observaron quizás con razón que retomar el método de ir detrás de la figura con fama, sumarnos en rebaño a la estrella consagrada, no es más que repetir mecanismos propios de la lógica del patriarcado y el dispositivo fama. Pero el feminismo de la cuarta ola, el del 99%, interpela a las pibas también como sujetxs de deseo. Cuando surge una acción que cobra notoriedad en los medios en seguida aparecen las críticas de sillón y los muppets de balcón, aquellxs que sólo mueven un dedo para hacer una objeción. Se puede apoyar la legalización del aborto sin firmar una carta. El derecho a elegir lo queremos para todo, también para decidir cómo manifestar las demandas.
*Por Marina Mariasch para LatFem.