Shell en Sudamérica, la expansión extrema
Ubicada en el top seis de las mayores petroleras del mundo, la compañía anglo-holandesa mantiene una posición relevante en el mercado energético de América del Sur. Durante la última década consolidó su lugar estratégico en formaciones extremas, como el presal de Brasil y Vaca Muerta en Argentina, también interviene en la ampliación de la frontera extractiva en países como Colombia, Bolivia e Uruguay; y es la mayor proveedora de GNL. Además, ex ejecutivos de la compañía ocupan puestos políticos clave del sector energético.
Por Hernán Scandizzo por Observatorio Petrolero Sur
El grupo Royal Dutch Shell fue creado en 1907 cuando la Real Compañía Neerlandesa de Petróleos y Shell Transport and Trading Company Ltd fusionaron sus operaciones para competir contra la gigante estadounidense Standard Oil. Recién en 2005, Royal Dutch y Shell Transport decidieron fusionar también sus capitales y constituyeron la Royal Dutch Shell plc., con casa central en La Haya, Holanda; la compañía holandesa controla el 60% de las acciones mientras que la británica el 40% restante.
Actualmente opera en más de 70 países y produce alrededor de 3,7 millones de barriles de petróleo por día; es considerada una de las seis supermajors del petróleo y gas y es la séptima más grande del mundo, según el ranking elaborado por la revista estadounidense Fortune en base a los ingresos de 2016. En tanto Forbes la consideró la segunda más grande del sector a nivel global, detrás de ExxonMobil, tomando en cuenta ingresos, ganancias, activos y valor de mercado.
En la segunda mitad de la década de 1910 Shell desembarcó en América del Sur, dedicándose a la importación y comercialización de combustibles y lubricantes, operando a través de la subsidiaria Anglo Mexican Petroleum Products Co, y paulatinamente se extendió a todos los eslabones de la cadena: exploración y producción, transporte, refino, combustibles para automotores, barcos y aviones, y una amplia gama de productos petroquímicos. La relevancia que a lo largo de un siglo dio a cada segmento dependió tanto de los países y sus potenciales como de la estrategia global de la compañía. En los últimos años Shell se ha posicionado muy fuerte en la región, tanto en exploración y producción de reservorios de mayor potencial, como también en el comercio, dominando el mercado regional gas natural licuado (GNL).
Un dato relevante, que no figura en ningún balance ni reporte a bolsa de comercio, es que, a poco más de cien años de su llegada, ex ejecutivos y ejecutivas de larga trayectoria en la compañía ocupan cargos clave para la definición de políticas públicas energéticas. Juan José Aranguren, ex CEO de Shell Argentina, es el actual ministro de Energía y Minería de ese país; mientras que Marta Jara, ex presidenta de Shell México, es la titular de la petrolera estatal uruguaya ANCAP.
Otro dato relevante del escenario sudamericano es que la compañía anglo-holandesa fue una de las más beneficiadas por las políticas implementadas en Brasil tras el golpe de Estado que derrocó a Dilma Rousseff. El gobierno de Michel Temer facilitó el ingreso de las petroleras privadas al presal, el mega reservorio de aguas profundas, permitiéndole a Shell convertirse en la principal socia de Petrobras y en la operadora privada líder del país.
Al respecto cabe destacar que Parque das Conchas, en el presal brasileño, es el único proyecto, entre más importantes del portafolio global de la compañía, ubicado en Sudamérica. Esto da la pauta de la importancia que tuvieron para la firma anglo-holandesa las políticas implementadas por el gobierno de Temer. Incluso si se amplía la mirada a Latinoamérica, sólo se suma un proyecto de similar status para la compañía: Stones, en aguas profundas de México. Y aquí cabe otra acotación, a partir de la reforma de la legislación energética en ese país, concretada en 2013 se quitó a la empresa estatal Pemex el control monopólico de la actividad hidrocarburífera, favoreciendo la transnacionalización del sector; esto posibilitó el ingreso de Shell a reservorios clave. Esto, a partir de la reforma de la legislación energética.
Ampliación de fronteras y energías extremas
En enero el CEO de la compañía Ben van Beurden, aseguró al diario estadounidense Financial Times que la expansión de las operaciones de petróleo y gas de Shell en la próxima década dependerá de la producción de shale. Cabe recordar que poco después de la firma del Acuerdo Climático de París el ejecutivo había declarado a la televisión pública holandesa que tampoco dejarían de explotar sus reservas en aguas profundas.
En un contexto global de agotamiento sostenido de los yacimientos convencionales, las compañías que apuestan a la ampliación de fronteras extractivas para sostener su producción, avanzan indefectiblemente sobre reservorios considerados de energía extrema, por los altos riesgos ambientales, sociales, laborales y financieros asociados a su desarrollo. El interés de Shell por los mega reservorios en aguas profundas de Brasil y México es un exponente de esa tendencia; al igual que las campañas exploratorias offshore en Colombia y Uruguay, con las particularidades de cada caso. Si bien la compañía anunció en 2016 que disminuiría las inversiones en aguas colombianas, en la última década consolidó operaciones en el Mar Caribe de ese país, donde cuenta con tres bloques.
En el mismo proceso de sostenimiento de la producción a partir del desarrollo de energías extremas debe enmarcarse el creciente interés de Shell por la formación de lutitas/shale Vaca Muerta, en Argentina, donde opera cinco bloques. En ese país la trasnacional está presente en todos los eslabones de la cadena de los hidrocarburos. En 2012 era la segunda refinadora del país, con un 14% del mercado de combustibles. Sin embargo, en 2017 inició el proceso de valuación para la venta de su red de estaciones de servicio y la refinería Buenos Aires, para concentrarse en la explotación de yacimientos no convencionales. La experiencia adquirida en el desarrollo del fracking, aplicado en formaciones shale de Estados Unidos, es uno de los factores con que cuenta la compañía para reducir costos operativos en la explotación de los no convencionales argentinos. Al tiempo que comienza a despuntar como una de las actoras con capacidad de dinamizar el boom del fracking local, espera que se despeje el horizonte offshore argentino.
Mercado del gas
Consolidar su liderazgo en el mercado mundial de gas y posicionarse sobre mega reservorios gasíferos fueron los objetivos que persiguió Shell con la compra de la británica BG, y en esa dirección sigue avanzando. En 2017 la compañía adquirió los activos de la subsidiaria de Chevron Corp en Trinidad y Tobago, lo que le permite mayor participación en el mega yacimiento offshore Loran Manatee. A esa estrategia también se ajustaría el repliegue de la compañía en el segmento de comercialización minorista de combustibles y lubricantes en Sudamérica. En 2006 vendió su red de estaciones de servicio en Colombia; en Chile la compañía vendió sus bocas de expendio de combustible en 2011 lo hizo en Chile, mientras que en 2017 inició en Argentina el proceso de venta de sus bocas de expendio y una refinería. En el mismo sentido se puede interpretar el anuncio de Shell Brasil de la venta de su participación en la Companhia de Gas de Sao Paulo, dedicada a distribución de gas natural.
Actualmente la Royal Dutch Shell plc, es la principal proveedora de gas natural licuado de Chile, en 2017 lo fue de Argentina, y avanza en un acuerdo con el gobierno uruguayo para construir un puerto regasificador. El precontrato firmado entre las autoridades de ese país y la compañía establecería que el objetivo de la obra es vender gas a clientes en Uruguay y Argentina. Según el diario El Observador, los movimientos de la firma anglo-holandesa en la región responden a la estrategia de las principales empresas del sector -entre las que también se cuenta Exxon- de desarrollar nuevos mercados en los países pobres donde colocar los excesos de producción asociados a los grandes descubrimientos de reservas.
Y si crear mercados es un objetivo, controlar los intercambios regionales existentes es una necesidad. La compañía anglo holandesa regresó a Bolivia en 2016, a partir de la compra de BG, y, tras ocho años de ausencia, está sentando las bases para posicionarse como una de las actoras de importancia en el control de la producción -avanza sobre nuevas áreas de exploración- y cuya orientación va dirigida a jugar un papel preponderante en la comercialización de gas. En este sentido, las autoridades avalan que la filial local de Shell venda su producción a la de Brasil, o cual, según declaraciones de la máxima autoridad del sector, podría representar el 30% del gas que se comercializaría con el Brasil a partir del año 2019. Esto representaría la apertura total de la mercantilización de este recurso y no sólo se limitaría a tratados bilaterales -entre estados-, sino que ahora se permitiría que otros actores, como las compañías trasnacionales, participen del negocio hidrocarburífero en Bolivia. Una apertura que años atrás era duramente criticada porque perjudicaba los intereses del país y generó fuertes tensiones sociales, cuyos impactos se viven hasta hoy.
*Por Hernán Scandizzo por Observatorio Petrolero Sur.