¿Facultad de Ciencias Económicas al servicio de quién?
Por Gonzalo Ávila y Nahuel Aranda para La tinta
En el año en que se conmemora el centenario de la Reforma Universitaria del 18, desde el oficialismo universitario (Franja Morada y PRO – Alianza Cambiemos) se lanzan con bombos y platillos hacia toda la sociedad, como “abanderados” del legado reformista. Las consignas, los actos, los frentes electorales, las reformas políticas e institucionales, están todas enmarcadas en “recuperar” ese legado. Nosotras creemos que esta forma de apropiarse de la reforma, es algo que poco tiene para darnos hoy a los sectores populares y sus movimientos sociales, y que no va acorde a nuestros objetivos de transformación social.
Para tratar de polemizar con los sectores dominantes de la comunidad universitaria, iremos a una de las reivindicaciones puntuales del 18, para ver su situación actual y la responsabilidad del oficialismo en la misma: el vínculo con la sociedad. Analizaremos los vínculos organizacionales, en particular del sistema de pasantías de la Facultad de Ciencias Económicas con instituciones de la sociedad civil.
Nos limitamos al sistema de pasantía, por cuestiones de espacio y debido a que la información que se usa es abierta a toda aquella persona que quiera corroborar las valoraciones que aquí se hacen. Sin embargo, esto también implica una potencialidad en cuanto la FCE-UNC es una de las unidades académicas donde se hacen fuertes estas fracciones dominantes, a la vez que es uno de nuestros espacios de docencia, militancia y construcción política.
El sistema de pasantías (tanto dentro del sistema Deodoro -quien sabemos no estaría de acuerdo con que su nombre se asocie a un sistema de precarización laboral- como por fuera) es una de las formas a las que se ve reducido el estudiantado para insertarse en el mundo laboral y también es la manera en que las empresas logran abaratar la fuerza de trabajo y seguir garantizando la acumulación de capital.
Pasantías, ¿oportunidad u explotación laboral?
Las pasantías fueron introducidas en los años noventa como una arista de la avanzada del capital sobre el trabajo (la flexibilización laboral como síntoma de esto), para producir una reestructuración productiva y social que garantice la reproducción del capital y altas tasas de ganancia.
Así, la página misma de la facultad aclara que uno de los “beneficios” del régimen de pasantía es poder acceder a óptimos recursos humanos con reducidos costos sociales (y económicos) y no generar relación de dependencia con el pasante (por ende, menos costos laborales). De esta forma, la gran mayoría de las empresas podían acceder a trabajadores y trabajadoras a bajos costos y con escasos derechos laborales. El/la pasante no tiene aportes jubilatorios, no cobra un salario sino una “asignación estímulo”, y luego de un período de prueba (en el que puede ser despedido sin indemnización alguna), sabe que sólo podrá estar un año y medio como máximo trabajando bajo ese régimen sin seguridad de si va a quedar contratado. A esto se le agrega la plusvalía extraída por parte del “empleador” quién paga a su “empleado” una asignación que es menor al valor generado por esa fuerza de trabajo.
Muchos dirán que es la forma que tienen los y las estudiantes de obtener experiencia laboral y de acceder al mercado de trabajo, pero esto no es argumento suficiente para legitimar un régimen de precarización de la vida, ya que estaríamos negando que la causa por la que los jóvenes no acceden al mercado del trabajo es la imposibilidad del sistema capitalista argentino de garantizar empleos dignos para toda la población (en particular jóvenes y mujeres).
Dime con quién andas, y te diré quién eres
En estos tiempos es cotidiano hablar y leer de la reforma, las demandas, los sujetos que participan y las implicancias, etc. En este sentido, las celebraciones de aniversarios, muchas veces son la excusa para profundizar la formación y la batalla cultural. Ni hablar si esto mismo se da en medio de fuertes conflictos docentes, científicos, educativos, que no solo disputan la arista material (salarios y condiciones de trabajo dignas); sino que también están fuertemente ancladas en una disputa política de cuál es la educación que queremos, para qué, para quiénes, cómo, etc.
Entonces, para hablar de la reforma y del estado actual de quienes “recuperan” el legado, partimos de un ejercicio concreto. En una página institucional, la propia gestión de la facultad, brinda información relevante sobre las organizaciones inscriptas en el régimen de pasantías. Tomando el total de “Empresas inscriptas en el sistema de pasantías” (106), las clasificamos en las categorías: Público; Privado (S.A. y S.R.L.); Asociaciones, Fundaciones y Cooperativas (AFC); Cámaras Empresarias; Colegios y Consejos de profesionales y Cajas Previsionales; Estudios Contables y Consultoras; Sindicatos y Obras Sociales. Los datos son reveladores.
De 106, 73 responden al sector privado (empresas); 11 asociaciones, fundaciones y cooperativas; 10 a estudios contables y consultoras; y 4 al sector público (dependencias estatales); 3 a Colegios y Consejos; 3 a Cámaras Empresarias; y 1 para cada una de las restantes (Sindicatos, Obras Sociales). Esto quiere decir que el 68,87% de los vínculos son con el sector privado, el 10,38% para AFC; 9,43% para estudios y consultoras; y el 3,77% con organismos públicos. De por sí, los números son alarmantes, pero es peor si vemos que hay dentro de cada una de esas categorías.
En el sector privado podemos mencionar como importantes 4 bancos (Provincia, Banex, Columbia y Nazionale del Lavoro), Roggio, La Voz del Interior, Johnsonn y Johnsonn, La Lácteo, Repsol, Tarjeta Naranja, Universidad Blas Pascal y Volkswagen. El resto son en su mayoría pequeñas y medianas empresas, pero queríamos destacar algunas que consideramos grandes multinacionales y/o de capitales nacionales pero que son dominantes en sus respectivos sectores.
En los organismos públicos tenemos a los SRT, Municipalidad de Córdoba, Agencia Córdoba Solidaria del Gobierno de la Provincia, y Dirección Nacional de Vialidad. A las claras aquí se ve la falta de relación de las estudiantes de ciencias económicas con secretarías o dependencias que tengan alguna fuerza para lograr generar políticas públicas que resuelvan problemáticas de los sectores populares y sus movimientos sociales.
Las asociaciones, fundaciones y cooperativas presentes van desde Cáritas, la sociedad de beneficencia del Hospital Italiano, cooperadora del colegio Carbó, asociación mutualista del docente, hasta las fundaciones Junior Achievment, incubadora de empresas, la bolsa de comercio, la unión israelita de Córdoba, dos cooperativas de seguros y una asociación de investigación. Vemos que no existe algún hilo conductor, un marco que permita comprender cual es el objetivo y planificación que se persigue con estos vínculos. Lo único que vemos es que todas estas experiencias lo único que comparte es la sola idea de tener la forma legal de cooperativa, asociación o fundación. ¿Dónde quedaron las cooperativas de trabajo de la economía popular? ¿dónde está el vínculo con los sectores populares y la transformación de las realidades sociales que vivimos a diario, como reclamaban las reformistas del 18?
El único sindicato presente es Luz y Fuerza. No hay más comentarios al respecto su señoría.
¿Universidades y profesionales para qué y para quién?
Autonomía universitaria, vínculo con las problemáticas sociales o extensión universitaria transformadora, antiautoritaria, anticlerical, articulación obrera-estudiantil, gobierno de las estudiantes, latinoamericanista, antiimperialista. Estas son algunas de las banderas, que a nuestro entender se levantaron en la reforma del 18.
En este sentido, podemos por lo menos tener de hipótesis para seguir trabajando, que por lo que se ve en este pequeño recorte de la realidad institucional de la facultad, claramente la relación con las problemáticas sociales lejos está de tener una perspectiva de transformación social de las problemáticas que vivimos los sectores populares, como querían las reformistas del 18.
Creemos sin embargo que esta característica es estructural por lo que, si se sigue profundizando con nuevos datos, no se modificarían las conclusiones. Las empresas dentro del sistema de pasantías están fuertemente ancladas en el mantenimiento del orden imperante y de las clases dominantes. Lejos estamos del legado reformista, si la reforma universitaria no va acompañada de una reforma o revolución social, como diría Deodoro Roca en aquellos años.
Y con esto no queremos decir que el oficialismo deba regalarnos esto. Como la historia siempre deja un lugar a lo imprevisto y lo incierto, está en nosotras como clases subalternas, sectores populares o movimientos sociales luchar para que esto cambie, y que la universidad sea de y para las oprimidas. La experiencia del Taller Total; de la Universidad Nacional del Sur con un programa heterodoxo, tanto de contenido como en la metodología de enseñanza; la huelga estudiantil de la FCE en 1971, son sólo algunos de los ejemplos que creemos necesarios rescatar, para actualizar el legado reformista en una perspectiva transformadora, y generar un vínculo entre las luchas pasadas y las actuales.
*Por Gonzalo Ávila y Nahuel Aranda para La tinta.