Las últimas palabras de Marielle Franco
Artículo de opinión enviado por Marielle Franco a Jornal do Brasil horas antes de ser asesinada. La concejal por el PSOL era relatora de la Comisión de la Cámara Municipal de Acompañamiento de la Intervención Federal. En este breve artículo fija con claridad su posición sobre la militarización de la ciudad de Río de Janeiro.
Por Marielle Franco para Jornal do Brasil
Reforma de trabajo, PEC (Propuesta de Enmienda Constitucional) de gastos, reforma previsional. El impacto de estos profundos cambios, inspirados en un proyecto político retrógrado, alineado con intereses que sirven al capital internacional y a sectores del empresariado, arrastran a un contingente de ciudadanos y ciudadanas a un espiral de pobreza.
En este contexto, intentamos ampliar la mirada sobre la Intervención Federal en la Seguridad Pública de Río de Janeiro y evaluar su real intención, ya que este estado está en décimo lugar en los índices de violencia, por debajo de Sergipe, Goiás y Maranhão, para citar como ejemplos incluidos en el Anuario de Seguridad Pública.
Así las cosas, la Intervención Federal busca asentarse en una justificación que no tiene base en la realidad. Nuestra pregunta que no quiere callar: ¿por qué Río de Janeiro?
Las últimas experiencias muestran que la ocupación de las Fuerzas Armadas no resolvió el problema de la inseguridad. Inclusive, es importante que observemos los años en que el Ejército es llevado a las calles para “solucionar” una situación de emergencia. Lo que hay en común en esos casos no es un episodio de emergencia en seguridad, sino el hecho de que son todos años electorales. ¿Qué resultados tuvimos con esta política?
El interventor federal General Braga Netto declaró que “Río de Janeiro es un laboratorio para Brasil”. Y lo que vemos es que en este “laboratorio” los conejillos de India son los negros y negras, periféricos, favelados, trabajadores. La vida de las personas no puede estar sujeta a experimentos de modelos de seguridad. La señalización de las favelas como lugar del peligro, del miedo que se esparce hacia la ciudad, despierta el mito de las clases peligrosas, como bien lo resalta la psicóloga Cecília Coimbra, colocando a la favela como objeto principal y enemiga pública.
El último fin de semana, por lo menos cinco personas murieron y cuatro fueron heridas en la Región Metropolitana de Río. De ellas, cuatro eran mujeres. Alba Valéria Machado murió al intentar proteger a su hijo, en Nova Iguaçu. Natalina da Conceição fue alcanzada durante un enfrentamiento entre la Policía Militar y traficantes en Praça Seca. Janaína da Silva Oliveira murió en un intento de asalto en Ricardo de Albuquerque. Tainá dos Santos fue alcanzada por un tiro de fusil en la comunidad Vila Aliança. Son las mujeres negras y periféricas las que pierden sus hijos por la letalidad. Estas estadísticas sorprendentes demuestran que incluso en las vísperas de completarse un mes del inicio de la Intervención, la tan mentada sensación de inseguridad no pasa de un discurso político-mediático. Y las muertes tienen color, clase social y territorio. Definitivamente la seguridad pública no se hace con más armas. Sino con políticas públicas en todos los ámbitos. En la salud, la educación, la cultura y la generación de empleo y de renta.
Es apremiante la necesidad de que monitoreemos este proceso, teniendo cuidado de luchar para que los derechos individuales y colectivos sean asegurados, para que las instituciones democráticas sean preservadas y sigan autónomas. Lo contrario de esto se revelaría como algo muy peligroso en una sociedad que tiene una tradición patrimonialista, poco afecto al trato democrático y que tiene una relación histórica violenta con su población más vulnerable.
*Por Marielle Franco para Jornal do Brasil, publicada en Lobo Suelto.