No es gatillo fácil, son solo escenas repetidas de esta guerra
Por Diego Valeriano para Lobo Suelto
Casi nadie puede entender la bala en la nuca del Negrito, ni siquiera él que le disparó. Nadie lo felicita por ese disparo, ni una palmada en la espalda recibe esta noche. “Mataste un nene, pelotudo”, le dice un oficial en el patrullero, y él baja la vista mientras escucha lo pelotudo que es. No lo puede creer, no quiere creer que sea verdad. No puede creer que tenga la edad de su sobrino. Se sienta en la oficina del oficial principal, no quiere preguntar si está detenido pero se imagina que sí. Sabe cómo son los procedimientos, lo sabe porque no es la primera vez que dispara. Él sabe lo que es poner el pecho y se banca las consecuencias, pero no puede creer que sea un nene. Pidió llamar a su vieja y le hicieron señas para que use su teléfono.
El sabe lo que son los pibes en moto, lo que pueden, lo que hacen, el miedo que desatan cada vez. Lo sabe porque alguna vez trabajó con ellos. No quiso dispararle a un nene, pero sabe lo que hacen esos guachos con esas motos rompiendo la noche.
Sabe cómo esos pibes en esas motos se escurren como agua entre esas calles donde ellos casi nunca llegan. Esos atrevidos rompen la noche y se nos escurren, se repite mentalmente de forma tal para que alguien lo entienda. Porque ese nene, ese pibito, estaba con los otros que en moto son capaces de todo. Porque esos pibes son sus enemigos, porque él no quiso que tenga 11 o 12, la edad de su sobrino. Él no quiso que ese negrito estuviera en esa moto. Él pensó que podía tener 15 o 20, como esos dos que agarraron la otra semana en el bajo y que terminaron cociéndose a tiros, o como esas pibas que les juraron que eran mayores y nadie iba a desmentirlas. Él pensó que era solo una noche más, una noche cualquiera, que los pibes eran chorros y donde él hacia lo que tenía que hacer. Pero el nene tenía 11. Él creyó ver el brillo de un fierro en la cintura de uno de ellos y esto lo va a jurar donde sea necesario.
Sabe que la cagada está hecha. Piensa que tal vez ni siquiera vayan a protegerlo, y un poco lo entiende, aunque después del reto el oficial dijo que ellos no dejan a nadie solo. Sabe que disparar es una orden no dicha, sabe que es un ruego silencioso, un grito ahogado, sabe que disparar es mejor que ser un gil, y que si no disparaba esos atrevidos no lo iban a respetar nunca. Sabe que se tiene que hacer respetar porque así es la calle, sabe que el miedo que genera es su mejor arma.
Siempre dispara, siempre hace lo que se le pide, siempre soporta, siempre cumple, siempre obedece, siempre calla todo lo que sabe, siempre cumple con los de arriba, siempre mantiene la cadena de mando, siempre es parte del todo, siempre es parte del problema y la solución, pero esta vez es un nene y se siente horrible, porque hasta en esta guerra está mal matar nenes.
*Por Diego Valeriano para Lobo Suelto.