A dónde van los desaparecidos
El día que Luciano Benjamín Menéndez recibió una nueva condena a prisión perpetua, las fotografías de cientos de compañeros y compañeras desaparecidas llenaron las calles de Córdoba.
Durante la soleada jornada del 25 de agosto de 2016, una multitud se movilizó para escuchar la sentencia histórica, que el juez Jaime Díaz Gavier pronunció sobre la megacausa La Perla-campo de La Ribera. El tribunal condenó a 43 represores imputados como responsables del horror vivido en Córdoba, desde 1975 a 1983. Fueron 28 condenas a prisión perpetua, cinco absoluciones y diez represores tuvieron penas que fueron de 2 a 14 años. Pero no sólo estuvieron allí los cientos y miles de cordobeses, familiares y miembros de los distintos organismos de derechos humanos, que a lo largo de cuatro décadas no cesaron en su reclamo por el pedido de memoria, verdad y justicia. En los postes y árboles de la avenida Concepción Arenal, que conduce al edificio de Tribunales Federales, colgados como banderines, en pancartas o en carteles sostenidos a mano, se podían observar el rostro vívido de otros cientos de compañeros, estudiantes y trabajadores, que la última dictadura cívico-militar les arrebató la vida.
Allí estaban ellos. Las víctimas.
Sus miradas nítidas, inmortalizadas todas en fotografías ampliadas en blanco y negro. Son imágenes que a esta altura nos resultan familiares. Durante la represión de la dictadura, y con mayor fuerza, a partir de la recuperación de la vida en democracia, cada una de esas imágenes nos ha interpelado y han dado cuenta del vacío y el dolor irreparable que ha producido en nuestra sociedad la figura insondable del desaparecido.
A fines del 2008, el fotógrafo cubano,Tomás Barceló Cuesta, a raíz de la primera condena a prisión perpetua que recibiera en Córdoba Luciano Benjamín Menéndez, escribió un texto que denominó Presencias. Allí decía que esas fotografías “nos advierten que el suceso que intentan reproducir en una cartulina fue posible. Fue cierto, fue real” (…) “Son rostros jóvenes que nos devuelven un gesto, una sonrisa, una mirada. O un adiós, sin sospechar siquiera que quizás podría ser el último. Hay en ellas algo más que el recuerdo del que no está. Algo más que la fotografía familiar. El hecho de haber sido sostenidas y enarboladas durante tantos años por familiares y amigos, les hizo cobrar otro significado. Las redimensionaron, le otorgaron otra categoría. Les dieron otro peso. Abandonaron el álbum familiar para convertirse en documentos de denuncia. Su valor es otro. Un valor constituido sobre la negación de la muerte, haciendo posible la continua presencia del desaparecido”.
Agustín Di Toffino, hijo del gremialista de Luz y Fuerza, Tomás Di Toffino, quien permanece desaparecido y fue asesinado en febrero del ’77 en La Perla, a propósito de esta última sentencia, escribió en su muro de Facebook, que la condena del tribunal resulta reparadora. “Pero no nos devuelve el vacío que dejó la desaparición forzada. A nosotros no nos van a devolver a nuestros viejos. Al Sindicato de Luz y Fuerza no le van a devolver mi viejo. A las Universidades no le van a devolver los estudiantes. A las fábricas no les devuelven los trabajadores. Ni al Colegio Manuel Belgrano, los chicos de la secundaria. Ni a los barrios y las villas van a volver los dirigentes territoriales. Pero los 30.000 están presentes si nosotros prolongamos su lucha. Si nosotros hacemos sus sueños. Yo creo que esa es la verdadera reparación. Que nosotros seamos ellos, que ellos vuelvan con nosotros”.
“A dónde van los desaparecidos” se pregunta Rubén Blades en una de sus canciones más sentidas, escritas en 1984. Las fotografías de las víctimas en Argentina, presentes siempre en cada una de las manifestaciones que han transitado el largo camino por la verdad y la recuperación de la memoria, adquieren ahora una dimensión más luminosa. Expresan la condena masiva de un Nunca Más hacia cualquier tipo o intento de autoritarismo. Y se instalan en el curso de nuestra historia como imágenes o íconos de lucha, dispuestos a acompañar procesos democráticos, que resulten más emancipadores y justos.
Por Irina Moran para Alfilo. Fotos: Irina Moran y Colectivo Manifiesto