Cuba: diálogo con Armando Hart
El 26 de noviembre reciente, falleció en La Habana, el compañero Armando Hart Dávalos, un intelectual martiano que fue parte de la gesta misma de la revolución cubana desde sus orígenes. Fue uno de los fundadores del Movimiento 26 de Julio. Participó activamente en el alzamiento del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba, en apoyo al desembarco del yate Granma junto a Frank País, Haydée Santamaría, Vilma Espín, y otros compañeros y compañeras. Junto a Frank País fue uno de los organizadores del Movimiento 26 de Julio en el llano y fue Coordinador Nacional del Movimiento 26 de Julio.
Por Claudia Korol para Marcha
Estuvo preso en 1958, hasta el derrocamiento de la tiranía. Al triunfo de la Revolución fue designado Ministro de Educación, cargo que ocupó hasta 1965. Dirigió la Campaña de Alfabetización, y fue artífice de la obra educativa de la revolución cubana.
Fue Ministro de Cultura desde la constitución de ese organismo en 1976 hasta 1997, cuando asumió como director de la Oficina del Programa Martiano. Fue miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba desde su constitución y Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular desde su constitución en 1976.
Años atrás, en una de sus visitas a Argentina, sostuvimos este diálogo que queremos re-editar, para recordar al compañero, y para pensar con él el aporte de José Martí al pensamiento latinoamericano.
—¿Cómo se incorporó a la lucha revolucionaria?
—Para mí todo empezó por una cuestión ética y moral. En los años 50 yo estaba en la Universidad. Había mucha corrupción en el gobierno y un movimiento fuerte de oposición a la corrupción. Teníamos un lema que decía “vergüenza contra dinero”, y un partido que fue muy popular, que denunciaba a los corruptos, con un líder nacional, Eduardo Chibás. En un momento, Chibás hizo acusaciones contra una gente, diciendo que tenía unas pruebas, y no lo pudo probar. El pueblo se sintió un poco engañado. Entonces él, un hombre honrado, fue a la radio y dijo: “no he podido probarlo, pero es verdad”, y dijo que quería dar su último aldabonazo. Se disparó un tiro y se mató. Eso creó un movimiento de oposición muy grande, más fuerte todavía. Creció la influencia de ese partido, que era -para decirlo con un lenguaje que se pueda entender en América Latina- un partido de frente único, ya que ahí había gente llamada de derecha, de izquierda, de centroizquierda. Ahí estaba Fidel Castro, y ahí estábamos nosotros, como juventud, luchando contra la corrupción, y buscando la justicia. Después vino Batista y dio un golpe de estado. Quebró la ley y la Constitución, que era una Constitución progresista. Entonces los estudiantes de Derecho incorporamos a la lucha contra la corrupción, la lucha por la legalidad. Son dos elementos principales que están en la raíz de nuestra revolución. No se conocerá la génesis de la Revolución Cubana, y la razón de su creciente fuerza, si no se sabe que comenzó luchando contra la corrupción y por la legalidad, dos principios que creo que son válidos para cualquier país.
Batista dio un golpe de estado. Nosotros como había dado un golpe de estado y violentado la ley, creíamos que teníamos derecho a insurreccionarnos. Incluso la Constitución existente en ese momento, aprobaba la resistencia contra un gobierno despótico. Lo hicimos en nombre de la lucha por la legalidad y contra la inmoralidad.
En ese proceso fuimos profundizando nuestras ideas. Yo estudié Derecho, Ciencias Políticas, la teoría del Estado; y me fui inclinando a un pensamiento social avanzado, socialista. Teníamos una raíz martiana muy profunda. Nuestros antecedentes están en Martí, en la lucha antiimperialista de América Latina.
En Cuba, un joven que buscara en esa época acercarse a las ideas socialistas, sabía lo que pasó en la Revolución de Octubre, Lenin, y demás. Yo tenía grandes reproches y prejuicios contra el socialismo existente en la URSS. Yo no era antisocialista o anticomunista, era antiestalinista, un feroz antiestalinista. Teníamos ideas socialistas que extraíamos de los libros, y de una Universidad que no era comunista, pero que transmitía las ideas marxistas en algunas de sus clases. Un joven que quería ser socialista en esos años 50, se inclinaba a buscar la historia de las ideas socialistas en Cuba; y la historia de las ideas socialista en Cuba, tuvo una virtud que no ocurrió así en otros pueblos de América. Las ideas socialistas en el siglo 20 cubano, no se colocaron en contradicción con la cultura cubana del siglo 19, con Martí. Yo estuve estudiando la historia de las ideas socialista en América Latina, y el único país donde no hubo un antagonismo entre las ideas socialistas y el siglo 19, fue en Cuba. Pudo haber otros errores, pero nunca se pusieron en contradicción las ideas socialistas con las ideas de Martí.
Yo fui llegando a una comprensión más socialista, en el sentido teórico, en el sentido de las aspiraciones. En el inicio de la revolución estaba buscando a Lenin, buscando figuras de la revolución que no fueran del estalinismo. Pero siempre con el fondo de las ideas de América Latina.
En el 59, yo había salido de la cárcel, e inmediatamente fui para el Ministerio de Educación. Fui Ministro de Educación de la revolución. En noviembre de 1959, en el Consejo de Ministros, cuando en Cuba todavía no se había proclamado el socialismo -Fidel estaba manejando esa situación, Fidel tenía una idea y una formación socialista, pero en la revolución había mucha gente conservadora- dije algo, de lo que no me arrepiento, aunque en ese momento parecía un poco imprudente. Dije: “el problema es que hay que entender que Fidel está tratando de hacer una revolución socialista, desde la tradición latinoamericana martiana”. Varios se enojaron, hasta el propio Fidel se sintió preocupado, porque Fidel no quería en ese momento, por razones políticas, hablar así. Pero esto es lo que ha sido. Es importante entender que nosotros llegamos al socialismo, por la vía de la ética, de la cultura latinoamericana.
—¿Qué ecos de la cultura latinoamericana tuvieron mayor impacto en su formación juvenil?
—Una de las mayores influencias que tuve como joven es la Reforma de Córdoba de 1918, y José Ingenieros. Yo todavía me acuerdo literalmente del comienzo del libro “El Hombre Mediocre” de José Ingenieros. José Ingenieros, Aníbal Ponce, Mariátegui. Estas ideas fueron llegando a Cuba en los años 20, y llegaron a Mella. Mella empezó propugnando reformas académicas y después se convenció de que no se podían hacer reformas académicas sin hacer la revolución social. Fundó el Partido Comunista, la Liga Antiimperialista, y fue uno de los fundadores del movimiento comunista latinoamericano. Esto es importante de recordar. En esta corriente antiimperialista está también Sandino, aunque no fuera o no se proclamara socialista. Influyó también la revolución mexicana del año 10. A nosotros nos influía la revolución latinoamericana.
Nos influyó también, por otra parte, la Guerra Civil Española. Acuérdate que en España pelearon muchos cubanos. El Partido Comunista de Cuba llevó muchos cubanos, más de mil, a pelear en la Guerra Civil Española contra el franquismo. Esas ideas nos fueron permeando. Así nos hicimos socialistas. Esa es la razón por la cual yo me hice socialista. Me hice socialista por la vía latinoamericana. No me hice socialista por la vía europea. Respeto la tradición europea y ¿qué le aconsejo a mis hijos y a mis nietos? Hay una vieja institución jurídica, del Derecho Romano, que dice que se puede aceptar una herencia a beneficio de inventario, para no cargar con la deuda. Yo les digo a mis hijos y nietos, que hereden la tradición socialista del siglo 20, a beneficio de inventario. Y el inventario lo tenemos que hacer a través del pensamiento de hombres como Mariátegui, como Fidel, de hombres como el Che. Así me hice socialista, así empecé yo, y estoy convencido de estas ideas desde hace casi medio siglo.
—¿En qué momento se vinculó a Fidel?
—Cuando se produce el golpe de estado de Batista en 1952, los estudiantes nos levantamos airados contra él. Incluso hicimos una manifestación con la FEUU (Federación de Estudiantes Universitarios), llevando la Constitución de la República hasta una fragua martiana. En esa época Fidel ya era un poco mayor, estaba aspirando a diputado por el Partido Ortodoxo, y entonces hizo una presentación de una denuncia legal contra Batista en los Tribunales.
Había mucha inquietud. Se estaba buscando un líder, un dirigente. Cuando se produce el Moncada, Fidel se convierte en dirigente. Influido por el asalto al Moncada, me incorporé con otros compañeros a Fidel. El Moncada fue un hecho conmocionante para toda la juventud y para toda la sociedad. Yo estaba en un movimiento nacional revolucionario con gente joven, intelectuales. El hombre para dirigir una revolución era Fidel. Me incorporé al núcleo inicial de la dirección del movimiento que dejó Fidel constituido en Cuba, a mediados de 1955. Así me incorporé y me uní a Fidel hasta hoy, y desde luego me siento muy feliz de haber tenido esa fidelidad.
—¿Cómo fueron los primeros tiempos de lucha revolucionaria?
—Yo estuve trabajando en las ciudades. Nosotros estuvimos preparando un alzamiento con Frank País en Santiago de Cuba. Nos alzamos en noviembre de 1956 en apoyo del Granma. Se pensaba que podía coincidir. Pero el Granma se demoró por algunas razones, llegó algunos días después. Nosotros nos alzamos en Santiago de Cuba, después fuimos a la Sierra, estuvimos en la lucha clandestina. Más adelante, me nombraron coordinador del Movimiento 26 de Julio en “el llano”. Trabajamos en Santiago de Cuba, nos movíamos por la isla, íbamos para la sierra, bajábamos. En uno de esos viajes, a principios del 58, me cogieron preso. Estuve preso el año 58 completo, hasta que triunfó la Revolución.
—¿Cuándo conoció al Che?
—Al Che lo conocí en el mes de febrero del 57, cuando fui con el periodista norteamericano Matthews a la Sierra. Pero la primera vez que yo oí hablar del Che, fue al compañero Ñico López, que murió en el Granma. Ñico era un gran agitador, un autodidacta, un hombre muy humilde. Sin una preparación académica pero muy instruido, muy sencillo, que ya tenía una idea comunista, una formación. La primera vez que yo oí hablar del Che fue a Ñico López. Me dijo: “conocí en Guatemala a un médico argentino que es un marxista, y quiero presentárselo a Fidel”. Me empezó a hablar del Che. Después cuando el Che fue a México, se unió a Fidel. Se incorporó en una conversación. Sabes que el Che era un hombre analítico, no era un hombre de acciones intempestivas, era un hombre crítico. Fidel lo captó en una conversación, y esos dos hombres se unieron para siempre en la historia. Es una cosa interesante… Después el Che se fue convirtiendo en la lucha guerrillera en una leyenda. En el año que estuvo en la cárcel, y después, fue ascendiendo en la conciencia histórica, y luego fue uno de los líderes principales de la revolución. Ahora voy a decir una cosa sobre la que tenemos que reflexionar cubanos y argentinos: los cubanos tenemos una vocación internacional. Es curioso que un argentino, alguien no nacido en nuestra tierra, ascendiera a la escala que ascendió el Che, y con el respeto que tenía el Che en Cuba. Yo nunca consideré que una gente que viniera de Argentina no tuviera derecho a luchar con nosotros contra Batista. Pero el Che llegó a tener un enorme respeto en nuestro país. Eso es original, porque ustedes saben que el Che en Bolivia tuvo problemas. En Cuba no fue así. Yo preguntaría cuáles casos hay en la historia mundial, de personas no nacidas en un territorio dado, que hayan ascendido a la escala que ascendió el Che, en el respeto del pueblo cubano.
Nosotros tenemos un antecedente que es Máximo Gómez, que nació en República Dominicana, y también ascendió al triunfo de la República. Fíjense que en todas las constituciones se dice que el presidente tiene que haber nacido en el país, y en nuestra constitución hicieron un párrafo exceptuando a Máximo Gómez, para que pudiera ser presidente. Nosotros hicimos lo mismo con el Che en la primera ley fundamental. Escribimos que el Che tiene derecho a ser presidente. No era que iba a ser presidente, no era ésa la idea, pero era un problema de principios y lo pusimos en la Constitución. Yo pregunto qué país hay que hizo esto en el mundo. Nuestra vocación internacionalista es muy grande y está enraizada. Es la vocación de vincularnos a los pueblos de América.
—El Che conoció y compartió ese carácter internacionalista del pueblo cubano, que tiene sus raíces en Martí. En más de una ocasión lo ha señalado…
—Es así. Es asombroso que el Che, que no pudo haber aprendido de niño quien era Martí, -porque no lo enseñaban en la escuela-, llegara a conocer como lo hizo a Martí, a Maceo, y a la historia de Cuba. Es asombrosa la rapidez con que el Che comprendió la historia de Cuba y el pensamiento de Martí.
A mí me pasó una cosa muy curiosa con el Che, que después me dio pena. Hablando con él, como si hablara con cualquier cubano, le dije: “oye, yo creo que Máximo Gómez, que había nacido en la República Dominicana, no intervino en Cuba después de la derrota de España, porque sentía un poco el complejo de haber nacido afuera.” Después de decirlo caigo en que estoy hablando con el Che. El Che me sonrió amablemente.
Yo tuve un diálogo intelectual profundo con el Che. En una de las últimas conversaciones con el Che, estuve hablando de Sigmund Freud. En Argentina había una influencia muy interesante del pensamiento de Freud, del psicoanálisis. Estuvimos hablando de eso.
Yo me acuerdo ahora que Mariátegui, que nadie podrá negar que es un marxista probado dijo: hay tres sabios en Europa que no son aceptados en las masas por razones psicológicas, Darwin, porque la gente no quiere haber venido del reino animal, Marx, porque no quieren reconocer una determinación económica, y Freud, porque no quieren reconocer el origen sexual de nuestras conductas. Y sin embargo, en esos tres sabios están las raíces del hombre y de su condición humana. Yo digo: un indoamericano ha extraído mejores conclusiones filosóficas que el pensamiento europeo, de investigadores europeos. Porque hay que sacar conclusiones filosóficas de esos científicos probados. Decía Gramsci -que para mí es el mejor filósofo después de Lenin- algo interesantísimo: toda gran filosofía, comienza por verdades del sentido común. Engels decía: la civilización hasta aquí ha hecho cosas extraordinarias, por encima de las sociedades anteriores, pero apelando a las pasiones más viles de los hombres y a costa de mejores disposiciones. Yo preguntaría: ¿maestro, dónde están las mejores disposiciones? ¿cuáles son las mejores disposiciones?
Son las que necesitamos para formar al hombre nuevo del que habló el Che. Están en la naturaleza humana. Lo que pasa es que siempre, la cuestión de la virtud, la cuestión de la honestidad, la cuestión de la solidaridad, la cuestión del amor, existió como algo metafísico, más allá de la vida. Yo no entro a analizar lo que existe más allá, porque no tengo elementos de juicio. No entro a analizar ese asunto, pero sí digo que en esta tierra tenemos que proponer las mejores disposiciones. El egoísmo, no hace falta promoverlo. Se promueve sólo y bastante espontáneo. Lo que hay que promover son las virtudes. Martí tenía algo genial. Él decía: “creo en la utilidad de la virtud”. Pienso que ése es un elemento filosófico importante para América Latina.
—¿Cómo analiza la vitalidad de los aportes del pensamiento latinoamericano a la cultura universal?
—Creo que en los últimos 50 años, los movimientos de ideas más importantes del mundo occidental nacieron en América Latina. Uno es la visión del Che y de Fidel sobre el socialismo, que es una versión latinoamericana. Otro es lo real maravilloso, esta gran concepción no dogmática del arte. Otro es la teología de la liberación. Y un cuarto movimiento es el de los educadores populares, es un gran movimiento que puede aportar mucho en este momento.
Yo no soy teólogo, pero creo que la teología de la liberación tiene que ser examinada por todo el que tenga formación cristiana. Yo no soy teólogo, pero tengo formación cristiana. Nosotros situamos a Cristo como elemento humano. Hay que preguntarse también desde el punto de vista científico por qué el cristianismo sobrevivió de esta manera. Yo creo que los marxistas, los comunistas, tienen que preguntarse por qué. Porque es la única ideología, el único sistema de ideas que ha pervivido 2000 años. El cristianismo en su etapa inicial planteó dos elementos fundamentales: primero, fue la primera vez que hicieron Dios a un hombre sencillo del pueblo. Antes de eso los dioses eran las fuerzas de la naturaleza, o los grandes monarcas. Y segundo, porque el cristianismo heredó de la cultura hebrea el trabajo comunal.
La historia de Occidente es la historia de la tergiversación del dogma original. Hasta hoy hay que volver a esos orígenes, para alcanzar el mundo nuevo. El origen del sentido humano, occidental, ya sea el neoyorquino, el cubano, el argentino, o de otro país cualquiera. Y también hay que educar a los niños en el trabajo colectivo.
El cuarto movimiento de ideas, es la tradición pedagógica latinoamericana. Está Simón Rodríguez, maestro del Libertador. En Cuba las ideas filosóficas nacieron de maestros de escuelas. Varela, Martí, Varona, los filósofos más importantes del siglo 19 y principios del 20, fueron maestros de escuela. Esto permite forjar una filosofía que se pueda presentar de manera didáctica. Porque yo lo que quisiera es que la filosofía se expresara no con muchas palabras rebuscadas, sino de manera sencilla, didáctica.
—¿Cuáles son a su entender los aportes principales del pensamiento de Martí al pensamiento revolucionario?
—Yo diría que la originalidad más importante de Martí, es lo que he llamado la cultura de hacer política. Yo quisiera divulgar en Argentina esa cultura de cómo se hace política. Martí hacía la política como un arte. Una cosa es la ideología, y otra es la práctica política. Se relacionan, pero no se confunden. Martí hacía la política como un arte, y en definitiva era el arte de unir a los hombres para un fin determinado. En esencia esa originalidad consiste en superar la divisa del “divide y vencerás” de la reacción, por la consigna: “unir para vencer”. Ahora, unir con objetivos serios. El objetivo que quiera la gente. Y si es con todo el pueblo, con todo el pueblo.
Cuando Martí tenía ocho o nueve años, él vio la miseria, y él dice en una poesía que vio a un esclavo colgado de un ceibo y el niño juró que iba a lavar el crimen. Ahí nació el espíritu de Martí. La cultura de Martí es profunda, porque es la lucha contra la injusticia
Política hacen también los politiqueros que van a una elección y se ponen a unir a un grupo de gente para conseguir un puesto. Es política para un grupo. Pero política para una nación, política para la humanidad, es un arte.
Yo tuve una conversación con Fidel y un grupo pequeño de izquierda, muy buena, muy revolucionaria, muy radical, en el año 71. Ellos criticaban al presidente Allende, porque el presidente Allende movía las cosas políticamente, para acá, para allá. Lo criticaban por los manejos políticos. Fidel les dijo: “ustedes se basan mucho en lo doctrinal, pero les voy a decir algo. Aquí la revolución la hace Allende, o no la hace nadie”. Se cumplió ese principio. Se trata de ver cómo podemos hacer la unidad.
Creo que hay dos elementos fundamentales de la unidad: defender los intereses de la Nación por encima de los intereses de los grupos, y defender los principios éticos y morales. Creo que teóricamente todo el mundo está de acuerdo con esto.
Yo al venir para acá me quedé asombrado. Los recursos humanos que tiene la Argentina, la cantidad de ganado que tiene, los recursos económicos potenciales. Si todos los sectores se unen para explotar esos recursos, hay una gran fuerza. Esto es difícil, porque la gente tiene que comprender que tiene que relacionarse con los demás, unirse, defender el interés de otros.
—Usted fue pionero y dirigente de la campaña de alfabetización de masas que se hizo en Cuba. ¿Cómo nació la idea, y cómo la desarrollaron?
—Eso estaba en la historia de Cuba. Martí habló de la educación, y dijo: “hay que ser cultos para ser libres”. En su alegato “La Historia me Absolverá” Fidel habló de eso. Habló de convertir los cuarteles en escuelas y habló de la educación, de la escuela cubana. Cuando triunfó la revolución, el gobierno revolucionario se propuso largar una gran Campaña de Alfabetización. Yo no opino sobre cómo se hizo en cada país, pero por mi experiencia, una campaña de ese tipo sólo se puede hacer con una voluntad política apasionada y firme. Segundo, es necesario incorporar a los maestros, a los técnicos, a los especialistas, a ese empeño. Tercero, incorporar a toda la sociedad, estudiantes, sindicatos. Levantar una conciencia nacional alrededor de la importancia de la alfabetización. Cuando triunfó la revolución había dos cosas que pedía el pueblo humilde: maestros y escuelas. Otra cosa importante es crear un sistema escolar completo, porque si no el analfabetismo vuelve a renacer. La falta de escuela es la fuente del analfabetismo. La voluntad política, el trabajo técnico de los maestros, la participación de estudiantes, campesinos, obreros, jóvenes, es lo que da esa fuerza.
Había en Cuba en el capitalismo unas asociaciones de padres, vecinos y maestros. De eso nosotros creamos los consejos populares de la alfabetización para hacer la campaña de alfabetización. Había entre ellos educadores populares. Ojalá que en un momento dado, nosotros podamos tener un encuentro de trabajo con los educadores populares, porque sería un instrumento valiosísimo para discutir estas ideas. Podríamos estudiar con los educadores populares qué cosa es la política de Martí. Como estudio científico. Martí decía que el secreto de lo humano está en la facultad de unirse, de asociarse.
—Dentro de la experiencia socialista, se revaloriza actualmente lo que éste implica como batalla cultural.
—La mejor experiencia, la más importante con relación a los errores que se cometieron y la crisis de la llamada izquierda, es que la izquierda cometió el error de alejarse de la cultura. Les hablé de la reforma de Córdoba, de José Ingenieros, de Mariátegui. El error fue desviarse de todo eso, y se cae o en un intelectualismo academicista, ajeno a la realidad, o se cae en una politiquería barata. Y eso pasó en el siglo 20 con la izquierda. Hay que aprender esa lección. Debemos no recriminarnos. Yo siento mucho dolor con los militantes comunistas que lucharon tanto y que vieron morir ese sistema. Pero los jóvenes deben aprender la lección, a beneficio de inventario. Yo le decía a un político mexicano, si los políticos se dieran cuenta la fuerza que representan los intelectuales, harían cultura por razones política. Y cuando digo intelectuales no me refiero sólo a los artistas, a los escritores. Me estoy refiriendo a los maestros, ingenieros, científicos, técnicos. Les digo por experiencia política, que es una fuerza política enorme, que los políticos prácticos muchas veces la han perdido. Hay que introducirse en las Universidades, en las Academias, en los Centros de Investigación.
—Usted fue uno de los que abrió las puertas en Cuba al encuentro con los educadores populares latinoamericanos…
—La corriente de los educadores populares es una de las corrientes importantes surgidas en América Latina. Es un elemento importantísimo. Yo creo que hay que desarrollarla, promoverla. Vamos a empezar un trabajo de este tipo en América Latina.
Ahí propiamente nació el espíritu de Martí. La cultura de Martí es profunda, porque es una cultura de lucha contra la injusticia. Es una cultura de lucha contra el dolor humano. Yo quiero decirles hoy a las Madres de la Plaza de Mayo, cuando hable con ellas, que el error principal de las teorías filosóficas de los sistemas dominantes, es que olvidan, pasan por alto y pisotean una realidad: el dolor humano. El dolor humano es una realidad. Cualquier pensamiento filosófico, cualquier pensamiento político, cualquier pensamiento de esa índole, tienen que pasar por el análisis del dolor humano. Y Martí es profundo, porque él comienza analizando la miseria y el dolor humano. Hay que estudiarlo. Veamos cómo superamos el dolor humano. No estoy diciendo nada contrario a las religiones. ¿No es la realidad más grande que hay en el mundo? Podemos poner millones de ejemplos. Hay que combatir a los que provocan dolor, o hay que convencerlos que están fallando a la realidad. Martí decía que cuando se niega una parte de la realidad, ésta acaba apareciendo de otra forma más adelante. El que ignore el dolor humano, le aparecerá en alguna forma. Esto deberían aprenderlo los ricos. Algo que se dijo hace muchos años, son los que más tienen que perder.
Ayuden a los pobres, resuelvan ese problema, porque si no se van a volver contra ellos. Así lo prueba la historia. Ojalá tengan la cultura mínima indispensable, para entender que tienen que aliarse al pueblo trabajador. Si no, va a ser peor. Eso es Martí. Vincular la lucha contra la miseria y el dolor humano, a todo el que pueda hacerlo, y sienta hacerlo. Yo en eso no hago distinciones. Yo llamo a todo el mundo, a todos los hombres honestos, a las mujeres honestas, a quienes aman. Que nos permitan unir a todos los que aman, para vencer al dolor humano, y que reine la paz sobre la tierra. Esto es inteligencia, es cultura. Los sistemas sociales perecen cuando se olvidan de esto.
*Por Claudia Korol para Marcha.