Pintó Sodoma: desdoblar los clásicos para que vuelvan a decir
Un balde de agua helada, un masaso en la cara (sí, con S de masa), un cuerpo que embiste a otro con el desenfreno del instinto animal. Pintó Sodoma explora la rebelión encerrada -esa que no eriza ni la más mínima esperanza- de los que han sido amputados por el “orden” social… dramaturgia de una herida, inevitablemente atravesada por la religión, el género, el consumo y la pobreza. La obra de Paco Giménez volvió a poblar las tablas de La Cochera durante octubre y noviembre, y este fin de semana despide el año con doble función.
Por Julieta Pollo para La tinta
Con 16 artistas en escena, Pintó Sodoma esboza un diálogo entre la crudeza italiana de los 60s y una Argentina actualísima. En este microuniverso escénico desfilan los parias sociales en su amplia variedad, los sin voz que tanto tienen para decir y por eso gritan, sin eco, mientras la burguesía teoriza juicios a cómoda distancia.
Inicialmente, este grupo se reunió para tomar clases con Paco Giménez hace poco menos de tres años. En medio de este proceso el director les propone explorar el universo sensible de Pier Paolo Pasolini, escritor y cineasta italiano que supo condensar en sus letras –luego llevadas por él mismo al cine- la realidad de los históricamente marginados: prostitutas, ladrones y guachos, maltratados por el capitalismo de posguerra y sistemáticamente negados por la sociedad cómplice de entonces.
“Veo la obra en este momento, llegando a las últimas funciones del año, y siento cómo las clases han nutrido el vínculo con el director, la comunicación entre nosotros, cómo nos logramos aunar… no ha sido una tarea sencilla porque trabajamos mucho con improvisación. Paco logra formar todo eso como un rompecabezas a partir de los trabajos de cada uno, los sitúa en un momento, les da un sentido”, cuenta Andrea Asís, también parte del elenco.
A partir de la lectura de Teorema, Accattone y Mamma Roma, -entre otras poesías, textos y cortometrajes-, actores y actrices fueron complejizando las voces de estos textos y construyendo sus propios personajes, como tótems de biografías múltiuples. “Fue un desafío porque para muchos actores la respuesta fue instantánea y hasta hubo una compenetración muy fuerte. Incluso con personajes propios de cada novela a nivel figurativo… nos interesaba desarrollar esos roles, poetizarlos. Al ser un artista tan prolífico nos brindó todo tipo de inspiraciones”, cuenta Florencia Cisneros, una de las actrices en escena.
Como en una caja de resonancia infinita, las tragedias del italiano fueron reinterpretadas por más de una docena de actores, caldo expresivo con que el director dio cauce a una composición dramática compacta y repleta de entrecruces, superposiciones y giros inesperados. En el centro de la escena: la miseria. No como una entidad abstracta sino corporeizada en los seres que la transitan con exasperación, violencia y euforia. “Creo que en principio la cuestión de la crítica social, que es un sesgo general que atraviesa la obra, es una respuesta potente a la realidad política inmediata que vemos. Pero más allá de eso la idea era poetizarla y llevarla como supo hacer Pasolini, en su intención no en su modo o estética, porque el neorrealismo no es un código que nos interesaba realizar. Pero sí utilizar máscaras como punto de partida para generar otra teatralidad”, sintetiza Florencia.
Pintó Sodoma incomoda, atrapa, interpela. Las pupilas se expanden porque la información es infinita… cada detalle, cada movimiento, cada propuesta se desdobla sobre otras en una conjunción de sentidos múltiples. Elementos como una corona de espinas, un overol fabril, el ser mujer y el placer erótico en el gesto más maternal de todos, resumen esta poética de construcción sensible, paciente, compleja. El quiebre de planos espaciales funciona de la misma manera: Paco conoce el terreno y lo trabaja como relojero entre engranajes.
La sala de La Cochera se transforma en un espacio escénico inagotable, con bambalinas, cuartos semiocultos y balcones… y con todas las posibilidades se juega: con la luz y la oscuridad; con el silencio, la jarana y las cuerdas vivas; con el desafío de romper esquemas y delinear un circuito humano constante que se eleva como el humo, y vuelve a comenzar. Mujeres que por primera vez se escuchan en el eco de estar sumergidas ascienden una, dos y tres veces, contruyendo una imagen escénica de una armonía y una sensibilidad difícilmente explicable.
Una obra para sentir.
►Pintó Sodoma. Sábado 2 de diciembre en el marco de la Noche de los Teatros. A las 22.30 hs. en Teatro La Cochera (Fructuoso Rivera 541). A la gorra.
Domingo 3 de diciembre en el marco de la Fiesta Provincial del Teatro. A las 21 hs. en Teatro La Cochera (Fructuoso Rivera 541). Entrada general $60.
*Por Julieta Pollo para La tinta. Fotos: Juan Manuel Alonso.