La invención del hincha
Si yo tuviera que rememorar una invención para dar cuenta de su sentido, sin duda, sería la invención del hincha. La historia arranca con Prudencio, utilero del Nacional de Montevideo. Este señor inventó algo así como levantar los brazos y las manos. Breve historia sobre un mito poco conocido y trascendental para idiosincrasia futbolera: el origen del hincha.
Por Luz Aramendi
Cuando Nietzsche reflexionaba sobre la diferencia entre origen e invención no pudo dar un ejemplo contemporáneo al 1900 porque ya para ese entonces sufría un cáncer cerebral con el cuerpo totalmente paralizado esperando la muerte. De todas formas, quizás no lo hubiese elegido. Incluso Foucault cuando utilizó el término invención desechó la posibilidad de hacerlo a través de un hecho futbolístico. Pero si yo tuviera que rememorar una invención para dar cuenta de su sentido, sin duda, sería la invención del hincha.
La historia arranca con Prudencio, que para ese entonces su nombre le vale menos por mera contraposición a su significado. Un Prudencio sin prudencia, un talabartero rioplatense, utilero del Nacional de Montevideo. A comienzos del siglo XX, este señor inventó algo así como levantar los brazos y las manos de un sacudón con puños cerrados y vibrantes cuando se hace un gol o una atajada, cuando hay un quite de pelota o se gana el partido. También inventó algo así como gritar de manera alentadora o devastadora dependiendo de quien tenga la pelota hasta quedarse con voz rasposa o entrecortada, festejar con los jugadores a los abrazos, a veces con algún besito rápido después de un triunfo. Verlo así parece una estupidez, una obviedad, algo natural. Pero si retrocedemos 117 años en el tiempo, se convierte en disparate, locura o rebeldía.
A los utileros les decían hinchadores debido al rudimentario artilugio que usaban para inflar las pelotas. Será que hinchando las pelotas, el cuerpo de Prudencio Miguel Reyes lo impulsó a romper con toda lógica conserva y resabia del espectador inglés. Tanto habrá repetido estos gestos y movimientos que desde la tribuna se paraban a ver lo que de a poco se convertiría en un acto contagioso popular e institucionalizado entendido como aliento, acompañamiento, furia, alegría, sufrimiento, lucha, resistencia, esperanza.
El hinchador inventó al hincha.
*Por Luz Aramendi / Taller de lectura y escritura sobre fútbol «La música de los domingos»