Resistencias populares en tiempos de retrocesos sociales

Resistencias populares en tiempos de retrocesos sociales
27 octubre, 2017 por Redacción La tinta

Por Oscar Soto para La tinta

“En 1921, los peones de la Patagonia se alzaron en huelga. Entonces los estancieros llamaron al embajador británico que llamó al presidente argentino que llamó al ejército”.
Eduardo Galeano – La memoria robada

La larga marcha de los pueblos olvidados en América Latina le ha enseñado al inconsciente colectivo a “memorizar” –no cabría aquí decir que guardamos rencores, antes bien nos alimentamos de la memoria que aún alberga muchas verdades-: tenemos presentes nuestros ausentes y nos resistimos a olvidar. Todo el periodo de constitución de la historia imperial a escala global, ha distribuido con eficacia los roles a asumir en el escenario del poderío norteamericano y europeo. En todos y cada uno de los territorios del despojo, América Latina por vía de sus representantes, ha encarnado una actuación de reparto fundamental en este trágico largometraje.

Desde la militarización del conflicto social, las dictaduras militares y la instalación del neoliberalismo en el continente, los pueblos casi sin interrupciones se han volcado a la subsistencia y la pelea en los márgenes; a las orillas del aparato estatal, del mercado y de las constelaciones de la sociedad civil que solo advierten la precariedad de las condiciones de vida como un dato paisajístico de la situación de dependencia latinoamericana.

Sin embargo, tal como lo propone Atilio Boron, desde el 1 de enero de 1994 cuando el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional desacomoda la estabilidad de la desigualdad capitalista, pasando por la victoria de Hugo Chávez en 1998, el Foro Social Mundial de Porto Alegre en 2001, hasta llegar a las presidencias de Lula da Silva, Néstor Kirchner, Tabaré Vásquez, Evo Morales, Rafael Correa, Fernando Lugo, etc.… Nuestra América es testigo de un sostenido ascenso de la lucha de masas en la región.

Esa dinámica de acción colectiva consigue en 2005, con la derrota del ALCA en la Cumbre de Presidentes de las Américas de Mar del Plata, concretar un quiebre en el entramado de la legalidad neoliberal. Al menos un cuestionamiento al orden impuesto lo suficientemente firme como para dar espacio a la rearticulación de las resistencias populares en América Latina.

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Dialogo de tradiciones y narrativas

Desde los años 2000 en adelante las tradiciones políticas críticas de la región, o como Massimo Modonesi menciona, las grandes matrices socio-políticas que conforman a los movimientos populares latinoamericanos: la nacional-popular, la socialista-revolucionaria, la anarco-autonomista y la tradición campesindia (Modonesi, 2009) se entremezclan en un dialogo de saberes y prácticas que tienen como horizonte la impugnación del régimen neoliberal y la consiguiente articulación de subjetividades políticas en lucha.

Lo que sigue en la historia es conocido por todos nosotros. Las apelaciones al Estado, las disputas, los desencuentros, los gobiernos populares, sus avances, sus limitaciones y la difícil explicación sobre la recolonización de los territorios y los cuerpos. El dramático desenvolvimiento de las experiencias rebeldes en la administración de la cosa pública llamada estatalidad; y los procesos aun en plena resistencia desde las calles y desde las urnas.


Desde el año 2015 en adelante, toda la fuerza de los movimientos sociales latinoamericanos se ha puesto en cuestión desde arriba y desde abajo. Si antes la movilización popular pudo cuestionar los núcleos de sentido del capitalismo neoliberal y a su vez reconstruirse desde los territorios, incluso generando sociabilidades y relaciones de producción materiales, simbólicas y políticas por fuera del metabolismo del capital; ahora que el disciplinamiento sobre los cuerpos ha retomado la virulencia de los más exitosos fascismos y racismos sociales, junto con la eficacia del liberalismo criollo que gana elecciones y convence en masa, son nuevamente los movimientos sociales latinoamericanos nacionales, populares, revolucionarios, campesinos, indígenas los que nuevamente asumen (jamás han dejado de hacerlo, ni antes ni ahora) la dura tarea de resistir y de reinventarse en el retroceso general.


Esbozamos estas palabras en una semana dolorosa para la región, en especial para Argentina. Los rumores y el manoseo desenfrenado de medios de comunicación, gobierno y una gran parte de la opinión social en general, sobre la humanidad de Santiago Maldonado y el final que todos resistíamos, nos recuerdan que los viejos fantasmas siguen teniendo formas corporales y domicilios reales en nuestro continente. Finalmente “los peones de la Patagonia son arrojados a las fosas comunes abiertas”, como nos lo recuerda Eduardo Galeano.

El acuerdo entre Estado, grupos económicos y fuerzas represivas en Argentina parece no haberse movido ni un centímetro desde que las corporaciones nacionales e internacionales asumieron el ejercicio del poder ejecutivo en la Argentina, ahora revalidado. Tal vez valga la pena una vez más, recordar que la desaparición de Santiago Maldonado se produce en un contexto de apropiación de territorios campesinos e indígenas.

El ethos milenario de la lucha por nuestras tierras y nuestros espacios vitales, parece ser una de las pistas por donde se presenten los desafíos de la actual coyuntura argentina y latinoamericana. Dicho de otro modo, la radicalización de las derechas en el poder, la política imperial sobre América Latina y el arrebato de nuestra memoria física y ancestral, pareciera ser el objetivo del reflujo neoliberal de la hora. Una de las formas de honrar la lucha de quienes están, o quizás ya no estén, es la de acompañar más que nunca las luchas de los movimientos sociales latinoamericanos en tiempos de reinventar nuestras resistencias y asumir nuestros dolores.

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*Por Oscar Soto para La tinta.

*Politólogo, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales – UNCuyo, Mendoza Argentina.

Palabras claves: movimientos sociales

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