Ganan porque entendieron algo que nosotros no: pistas para un análisis de la política neoliberal (Parte I)
Por Manuel Fontenla para La tinta
Las líneas que siguen no son ni una alabanza ni una oda al partido que conduce Mauricio Macri, son, como tantas otras que circularan estos días, una reflexión sobre su accionar y su exitosa capacidad política para construir poder, no solo poder mediático, sino sobre todo poder electoral. Tal vez, a diferencia de esos tantos otros análisis este tendrá dos particularidades, en primer lugar, intentar llevar adelante la reflexión desde la filosofía y no desde la teoría política; y, en segundo lugar, se hará un sincero ejercicio de poner el eje en los aciertos que han llevado al Pro-Cambiemos a constituirse en una fuerza política nacional contundente.
Sin poder “explicarlo todo”, tarea imposible a la velocidad de los últimos acontecimientos y menos aún para la reflexión individual, esta nota contará con dos partes, en la búsqueda de abordar tanto los aspectos micro como los macro. Será tarea de los lectores dar articulaciones e interrelaciones, como las múltiples aristas que quedaran por fuera.
I. Lo micro. Identidades morales y subjetividades políticas
Para caracterizar un gobierno y una ideología como la del partido Pro-Cambiemos, la teoría política, el periodismo y también el sentido común han utilizado términos como “derecha”, “neoliberal”, “conservador”, “capitalista”, entre los principales. Para un amplio abanico de imaginarios políticos críticos sean de izquierda, populistas, feministas, peronistas, etc. estas caracterizaciones serian absolutamente obvias e innegables. Nadie negaría el carácter neoliberal y conservador del gobierno de Mauricio Macri y las medidas que lo han orientado en términos sociales, políticos y económicos en estos dos años.
No obstante, los votantes del Pro-cambiemos ¿se perciben como conservadores y neoliberales?, ¿se sienten insultados, atacados, denostados, cuando se les adjudica esos calificativos?, ¿se molestan y se apuran a demostrar porque no lo son, y cual sí es su identidad política? Ni en las entrevistas a candidatos, ni en las conversaciones cotidianas, ni en los medios públicos, uno puede rastrear un problema o un inconveniente con estas calificaciones por partes de los votantes del Pro o de sus dirigentes, más bien nos hemos dado con lo contrario, que estos calificativos, resbalan a la mayoría “conservadora, de derecha, neoliberal y capitalista” de la sociedad.
Esta situación, ni casual ni azarosa, es uno de los primeros grandes aciertos del macrismo: haber construido una identidad política inmune a la crítica política, una identidad para la cual las distintas oposiciones no han sabido construir ni una definición ni un concepto preciso que pueda interpelar la identificación de los propios votantes del pro, que pueda ponerlos frente a un espejo incomodo, o cuanto menos, de incertidumbre. Este primer acierto puede ser resumido como la capacidad de construir una identidad política, que es no-política. Así de incoherente como suena, así de efectivo.
Una identidad no-política dinámica y móvil, capaz de adaptarse a una multiplicidad de definiciones y, por tanto, capaz de evitar y cuidarse de una gran lista de acusaciones y ataques. La primera y más efectiva forma de esta nueva mutación, ha sido el giro hacia una identidad moral. La segunda y también de gran contundencia, es el giro hacia una identidad afectiva. Ambas van de la mano.
Para explicar estas mutaciones los conceptos de la teoría política mencionados anteriormente (conservador, oligarca, etc.) se vuelven inútiles, no poseen ni una referencia empírica, ni una capacidad explicativa. En su lugar, podes utilizar un concepto de la filosofía como es el de subjetividad. La subjetividad intenta definir cuáles son los fundamentos desde los que las personas interpretan el mundo, y por tanto, en base a los cuales toman (entre otras) sus decisiones políticas y electorales. Y lo que la mayoría de las investigaciones antropológicas, filosóficas, sociológicas, psicológicas, de mercado de consumo, de usos de la tecnología, del género y la sexualidad, etc. de los últimos años afirman con amplio consenso, es que esos fundamentos son rara vez ideológicos, rara vez de clase, rara vez económicos, y mucho más rara vez, democráticos. Llegados este punto, se nos plantea una pregunta harto compleja de responder ¿desde qué fundamentos subjetivos interpretan el mundo los sujetos? O la más abarcable y que orienta estas líneas, ¿desde qué fundamentos subjetivos interpretan (creen interpretar) el mundo los votantes del pro-cambiemos?
Pongamos un ejemplo para guiar la reflexión: uno de los fundamentos de la subjetividad del votante macrista es cierta idea de libertad, definida exclusivamente como lo contrario a cortar una calle o pintar una pared, o “romper” la vía publica, o manifestarse interrumpiendo “la libertad” del otro. Como identidad política, esa actitud fácilmente puede identificarse como “conservadora”, pero eso explica poco y nada. Como fundamento subjetivo que permea, atraviesa y define el conjunto de las percepciones sociales, y que da forma a una identidad moral, esa idea tiene un enorme poder de autodefensa para el sujeto-macrista y ayuda a entender porque ese simple y vacío argumento, puede rebatir una interminable lista de análisis sociales sobre las practicas violentas del estado frente al derecho a la manifestación de sujetos marginado, perseguidos y empobrecidos. El pensamiento crítico piensa y hablar desde una idea política de la libertad, frente a la cual el macrismo contrapone una idea moral a-política de libertad, una discusión entre sordos, sobre la cual la subjetividad macrista avanza sin inconvenientes.
Otro caso, pienso en la provincia de Catamarca desde la cual escribo, es la religión como fundamento subjetivo. ¿Cómo preguntarnos por la relación entre el discurso de los curas y sacerdotes respecto al problema de la droga y su correlato/influencia en lo electoral? ¿Cómo afecta la subjetivación religiosa a las percepciones político-sociales? Quienes militamos territorios marginales del interior del país sabemos del profundo impacto y efectividad que tiene la presencia de los curas, párrocos, sacerdotes, etc. y sus respectivos discursos sobre la corrupción moral de la política y el negocio de la droga, dos ejes que el macrismo ha sabido subjetivar fuertemente en sus votantes.
En ambos casos lo que vemos es la afirmación de un principio moral que se constituye en fundamento de la subjetividad y que anula todo tipo de ecuación racional sobre la política, sobre la justicia, sobre los derechos, sobre la igualdad, etc. La discusión, simple y sencillamente, no es política, no se juega en argumentos de “Economía política”, ni de “relatos políticos”. De ahí la inefectividad de buena parte de la constante ofensiva de los medios críticos del oficialismo. Hacer la traducción de una reforma laboral, de una reforma impositiva o de una reforma educativa a un planteo moral, es algo extremadamente complejo.
Para un tercio del país, una reforma económica que empuje a una gran parte de la población a la pobreza y la indigencia, no es algo que a simple vista este “mal”, o sea, “incorrecto”; y sí es interpretable en esos términos, ahí el macrismo ha construido una percepción absolutamente concreta y certera: “Estamos corrigiendo las maldades anteriores” (corrupción gremial, corrupción de altos funcionarios, corrupción de artistas nac and pop, corrupción de la juventud política, corrupción de empresarios K, etc.).
Un caso paradigmático son las declaraciones de la Ministra de educación porteña Soledad Acuña quien en una entrevista radial afirmo respecto a las tomas de colegios, que más allá de lo que afirmaba la Ley, su tarea era “decir qué está bien y qué está mal, y tomar un colegio esta mal”. La afirmación es contundente, ante el apelativo moral no hay argumentos políticos ni discusión racional alguna.
No pretendo con los párrafos desarrollados hasta aquí intentar explicar la tremenda complejidad que poseen las formas de subjetivación política que ha desplegado el Pro-cambiemos, pero sí señalar que ellos han entendido y llevado a la práctica algo muy acertado que el resto de las fuerzas políticas (más tradicionales) no han sabido ver. Los partidos políticos, históricamente se dirigían a una identidad política, en términos ideológicos (clase, orientación economía, polarización entre conservador y progresista, derecha-izquierda, etc.), por el contrario, los medios masivos de comunicación y las nuevas tecnologías se dirigen a la subjetividad política (afectividad, ambigüedad, moralidad, dinamicidad, etc.). Lo cual no significa que todos debamos girar hacia esas formas de la política, pero si intentar comprender porqué el macrismo tiene tan brutal y contundente defensa de sus votantes a pesar de haber tenido a 5 días de las elecciones, la peor tormenta que ninguno de nosotros podría haber imaginado uno o dos años atrás: un detenido desaparecido asesinado en democracia, con absoluta y clara complicidad de altos funcionarios del gobierno, como Patricia Bullrich y Pablo Noceti (entre una larga lista).
Frente a este suceso, si hay algo que ha quedado claro, es que el macrismo ha sabido afincar a fuego en la subjetividad de sus electores y defensores la absoluta certeza de su identidad moral a-política socialmente sorda.
Muchos autores/as, se han volcado en los últimos años al estudio de estas subjetividades, su relación con lo neoliberal y la política. Uno de ellos, es el excelente trabajo de Diego Sztulwark publicado a inicios de 2016, Micropolíticas neoliberales, subjetividades de la crisis y amistad política. Allí, Sztulwark da algunas pistas claras para enmarcar y expandir el análisis que estoy haciendo. En primer lugar, afirmaba que “hemos pensado lo neoliberal desde un punto de vista estrictamente macropolítico: normalmente el lenguaje periodístico en estos últimos 10 o 15 años es el lenguaje con el que se piensa la política. Es un límite de nuestra época, pensar la política tan dominantemente a través del lenguaje periodístico de los medios, como si fuera el único género narrativo en el que nos pasa la política”.
En segundo lugar, “el neoliberalismo no es solamente una política que el Estado aplica en ciertas coyunturas, referente a determinada gestión de los recursos, sino que es un conjunto de dispositivos micropolíticos (…) Lo neoliberal o el capitalismo contemporáneo no como un fenómeno de hegemonía política, no como un fenómeno discursivo, retórico, de partido político que gana elecciones, sino como un fenómeno que no necesita ir a elecciones. Por lo tanto, no hay cómo discutir al neoliberalismo. Va a elecciones, pierde; y hay neoliberalismo igual”.
Y, en tercer lugar, “el neoliberalismo es la primera forma de dominación política que pone en el centro absoluto de la experiencia de la libertad. Somos libres de hacer lo que queremos, nadie nos dice lo que tenemos que hacer. Esa libertad –que puede contrastar con nuestro ideal genérico de libertad, y está bien que contraste, porque el neoliberalismo es ante todo una forma de dominación política– es una manera de dominar en la que servidumbre y libertad se revierten todo el tiempo una a otra al nivel de los dispositivos micropolíticos”.
*Por Manuel Fontenla para La tinta / Fotos: Colectivo Manifiesto.