Barcelona efervescente: Catalunya ha llegado a un punto de «no retorno»

Barcelona efervescente: Catalunya ha llegado a un punto de «no retorno»
28 septiembre, 2017 por Redacción La tinta

Por Santiago Torrado para La tinta

Los catalanes son una nación peculiar, creen firmemente en su independencia como pueblo y en el nacimiento de un nuevo estado en Europa a través del civilizado y muy democrático derecho a votar. Emulando el ejemplo escocés y mas recientemente el kurdo, apelan al referéndum para legitimar su derecho a una república propia, independiente, libre, justa y soberana (feminista, socialista y anticapitalista, añaden algunas voces).

catalunya-1-octubre-referendum2.Naturalmente la vieja España se opone rotundamente, el Ejecutivo y la oposición del Estado español (socialdemocratas del PSOE y conservadores del PP) hacen causa común con la corrupta y decadente monarquía borbónica para sostener el estado de las cosas y evitar -cito textualmente- “males mayores” (Mariano Rajoy 20/9). Semejante amenaza no pasa desapercibida y reafirma la «Santa Alianza» de todo el arco político en favor de la unidad de España, alianza que promete alcanzar ribetes dramáticos conforme nos acercamos al dichoso 1 de Octubre, día del referéndum.

La militancia independentista en Catalunya fue un fenómeno residual (desde los años ’30). Escondida en la margen izquierda de los programas de algunos partidos políticos poco conocidos fuera del ámbito rural, lejos de la zona metropolitana, abarrotada de “clases medias progres” y definitivamente ajena a la cosmopolita Barcelona, gobernada históricamente por facciones de socialdemócratas o conservadores (Partido socialista de Catalunya o Convergencia y Unión, este último era un frente histórico de la burguesía nacional y los socialcristianos), todos ellos afines al régimen monárquico post franquista.


Sin embargo, comenzó a tener cada vez más relevancia política llegada la crisis de las hipotecas sub-prime en 2008, que hundió por completo la economía española y europea, forzando choques de intereses entre la ciudad Condal y el Ejecutivo madrileño amparado por los Borbones. Tras siete años de sancionar leyes tendientes a conquistar una mayor autonomía y una redistribución fiscal con el estado de España, con sus correspondientes inhabilitaciones y anulaciones por parte del Tribunal Constitucional, Catalunya ha llegado a un punto de «no retorno».


Las sistemáticas y masivas movilizaciones marcan el termómetro hirviendo de una ciudad y un país movilizado y alerta que ha mandatado a sus dirigentes hacia la independencia, sin equívocos.  Durante la última semana la escalada represiva se ha incrementado, el estado y la monarquía estan decididos a no permitir que la soberanía popular decida, vote, y mucho menos se autogobierne. 

Una Barcelona efervescente

Se acerca la fecha. El pasado 20 de septiembre la Gran vía de las Cortes Catalanas aglutinó a millares de ciudadanos que rodearon la «Conselleria de Economía», donde en el interior del edificio un destacamento judicial de la Guardia Civil requisaba papeletas de voto, buscaba desesperadamente las «urnas separatistas» y apretaba a los «consellers» (el equivalente del ministro provincial) antes de llevárselos presos. La secuencia se repetía por toda la capital catalana: registros y detenciones de cargos públicos, diputados, algunos ediles y miembros de consellerías sospechosas de preparar el sedicioso acto de votar este 1 de octubre.

Ese día el pueblo catalán respondió con fuerza. Saltaron sobre los autos de la Guardia Civil estacionados afuera del Ministerio exigiendo la libertad de sus representantes, cantaron con mil banderas esteladas «Els Segadors», puño en alto en cada una de las concentraciones que se multiplicaron por toda la ciudad. Al final, tras dos días de incansable movilización, los 14 representantes detenidos fueron liberados.

Haciendo caso omiso del repudio internacional por semejante avasallamiento, el Estado español redobló la ofensiva. Envió todos los antidisturbios del Estado español a Cataluña, en un barco que fondea el puerto de Barcelona ploteado con enormes imágenes de los Looney Toons. Fiel reflejo de la ridiculez estatal por frenar un proceso incontenible. «Ayer nos imponían el águila de San Juan, hoy nos invade Piolín», se ríen a coro los muchachos de la Universidad de Barcelona que frente a la invasión de policías, decidieron tomar el Rectorado.

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Sigue la fiesta. Intervienen las cuentas bancarias del Gobierno Catalán, voceros de todos los medios de comunicación adictos al Estado español discuten la posibilidad de que se lleven preso al «president» Carles Puigdemont. El «molt honorable» responde que «no le gustaria» pero admite que es una posibilidad.

Nadie sabe con certeza qué va a suceder el próximo 1-O en Catalunya. Las fuerzas de seguridad copan las calles pero no más que las clases populares, un estremecedor movimiento de generaciones y generaciones con la firme resolución de ejercer su legítimo derecho a votar, para cambiarlo todo, para ser independientes. A horas del “día D”, todo son nervios y expectación en la ciudad Condal.

* Por Santiago Torrado para La tinta / Imagen: Virgina Acosta

Palabras claves: Catalunya, España

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