El mundo invertido de los globos amarillos
El proyecto neoliberal macrista se asienta sobre la división de la realidad económico-político-social en dos universos contrapuestos. El que correspondería a las ideas platónicas es el mundo de los “ganadores”, presentado como el mundo verdadero, transparente y justo, y el otro es el de los perdedores, el pueblo en general. Un mundo invertido con una conciencia desgraciada.
Por Rubén Dri para La tecla Eñe
En el debate de los jóvenes hegelianos, el tema de la religión tuvo una gran relevancia, sobresaliendo en ello la teoría del mundo invertido formulada por Feuerbach, que se sintetiza en la afirmación: No es Dios quien crea al hombre, sino al revés, es el hombre quien crea a Dios.
Marx, discípulo de Feuerbach, profundiza la teoría de la inversión, extendiéndola a lo económico, lo social y lo político: “El fundamento de la crítica irreligiosa es: el hombre hace la religión; la religión no hace al hombre (…) Pero el hombre no es un ser abstracto, agazapado fuera del mundo. El hombre es el mundo de los hombres, el Estado, la sociedad. Este Estado, esta sociedad producen la religión, una conciencia del mundo invertida, porque ellos son un mundo invertido”.
Esta concepción tiene una raigambre multisecular en la historia occidental, a partir de Platón que dividió la realidad en el mundo de los entes sentibles y el de las ideas, siendo éstas las que constituyen la verdadera realidad, de la cual los entes sentibles son sólo sombras o vestigios.
¿Qué es lo que lleva a dividir el mundo de esa manera? a la percepción de que existe un mundo al que no tenemos acceso por medio de nuestros sentidos. Cuando el sujeto se eleva de la sensación a la percepción, se da cuenta que se ha topado con una realidad contradictoria. Efectivamente, en la percepción de la mesa se percibe la contradicción de lo alto con lo bajo, de lo áspero con lo suave, del blanco con el negro. ¿Qué es lo que hace que esas contradicciones no hagan saltar a la mesa por los aires? ¿Qué es lo que hace que el entramado que constituye la mesa se mantenga unido y forme la mesa? Evidentemente es una fuerza que mantiene unidos a todos esos elementos.
Y ¿dónde está esa fuerza?, porque no la capto mediante los sentidos? Evidentemente tiene que estar en una región a la que los sentidos no llegan y en su lugar interviene el entendimiento o intelecto. Esa región es el interior, o el más allá. Nace el dualismo en la interpretación de la realidad.
Ahora bien, ¿dónde está la realidad? ¿En el más acá o en el más allá? ¿En el exterior o en el interior? ¿En los entes sensibles o en las ideas? ¿O en ambos lados? Las respuestas jalonan toda la historia de la filosofía occidental.
Platón habla de “mundo invertido”, pero como para él el verdadero mundo no está en “la caverna”, sino afuera, es decir, no está en los entes sensibles, sino en las ideas, nos encontramos con el mundo “invertido”.
Será Hegel, quien tome debida nota del dualismo platónico y avance al sostener que ese dualismo contiene la realidad del mundo invertido y lo que en el primer mundo es dulce, en el segundo mundo es amargo y lo que en el primero es blanco, en el segundo es negro.
La relación del primer mundo con el segundo es una relación contradictoria que, si la dialéctica no se traba, se produce la “superación”, o sea, un único mundo. Pero la dialéctica puede aquí trabarse y estabilizar los dos mundos contrapuestos, sin posibilidad de superación. El fenómeno de la “conciencia desgraciada” es, precisamente el producto de la dialéctica trabada.
El proyecto neoliberal macrista que se ha impuesto en el país se asienta sobre la división de la realidad económico-político-social en dos mundos, en dos universos contrapuestos, con contraposición estabilizada, el que correspondería a las ideas platónicas es el mundo de los “ganadores”, los dueños del gran capital, y el otro es el de los perdedores, el pueblo en general.
El proyecto político de los ganadores es presentar al mundo de los ganadores como el mundo verdadero, el de la verdad, la justicia, la transparencia, la felicidad, y el otro, el de los perdedores, el mundo que posee las características opuestas, la mentira, la injusticia, la trampa, el verdadero demonio al que es necesario aniquilar.
No es necesario recurrir a muchas investigaciones para saber que la desocupación se ha convertido en nuestro país, desde que el macrismo llegó al gobierno, en una verdadera plaga. Esa realidad es negada enfáticamente por todos los voceros del macrismo. “El nivel del empleo creció en los últimos nueve meses”, afirmó hace poco el ministro de trabajo, Jorge Triaca.
El “hambre cero” fue la bandera fundamental de la campaña macrista, y se la siguió levantando, estando ya en el gobierno, mientras se culpa al gobierno anterior del hambre que el mismo gobierno provoca.
El mundo de los ganadores es presentado como el mundo verdadero, transparente, justo, lo cual sólo se puede hacer con una sobredosis de cinismo, y en eso los macristas son maestros consumados. Como botón de muestra el presidente afirmó hace unos días que “cada dos minutos una familia accede a la vivienda propia”, cuando la realidad es que el deterioro de los sectores populares sólo es comparable con los peores momentos de la década del 90.
El hambre, la desocupación, la miseria han vuelto a arrojar a la calle a una multitud de seres humanos. El gobierno le echa la culpa a una pretendida “herencia recibida”, llevando a la práctica el consejo de Goebbels: «Hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escacez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores y hacer que nuestros simpatizantes se lo repitan en todo momento…»
*Por Rubén Dri para La tecla Eñe.
Filósofo, teólogo y docente