Wilson Severino: el cañonero de Atlas
Wilson Severino se despidió del fútbol en el choque Atlas – River por la Copa Argentina. Goleador, Cordobés, hijo de padre brasileño y madre salteña, recién con 24 años jugó por primera vez con off-side. Repasamos la historia del trabajador ferroviario que hizo ídolo gracias a un reality. “Lo más difícil fue firmar un papel. Con las fotos no tengo problemas, pero a los que pedían una firma les decía “amigo, vamos a tomar una gaseosa, charlemos. ¿Para qué querés mi firma?”, supo contar en una vieja entrevista.
Por Carlos Doallo para Revista Un Caño
A sus 37 años y casi apartado del fútbol, Wilson Severino cumplió su sueño tras volver a entrenarse e ingresar en los minutos finales vistiendo la camiseta de Atlas y ante el club del que es hincha: River Plate. En una entrevista realizada por Revista Un Caño en 2012, el delantero que convirtió 108 goles en 258 partidos, contó sobre sus orígenes y cómo impactó la fama mientras era trabajador ferroviario de noche y el 9 de un club protagonista de un reality de televisión de día.
-¿Cómo es que naciste en Córdoba?
-Mi papá era un músico brasileño que andaba por todas partes. Mi mamá, que es salteña, se casó con él y lo acompañaba en cada viaje. En el momento de mi nacimiento se encontraban en Córdoba. Ellos se separaron a los pocos meses: mi vieja descubrió a mi viejo justo en el momento en el que se escapaba conmigo a cuestas y lo frenó, así que se fue solo.
-¿No lo viste nunca más?
-No, y jamás pregunté por él. Sé que tocaba la pandereta, quizás por eso me gusta tanto la música… Hace unos años, cuando murió mi abuelo, fui a buscar unas pertenencias y recién ese día vi una foto de mi viejo. Soy igual a él. Mi mamá, nada que ver: era blanca y pecosa. Es más, cuando la maestra la citaba, no se daba cuenta y me retaba: “Wilson, ¿por qué no vino su mamá?”. Y cuando yo señalaba a mi vieja, se ponía colorada. ¡No la relacionaban conmigo!
-¿Y lo del fútbol cómo surgió?
-Desde que tengo uso de razón digo que voy a jugar al fútbol. Se potenció mucho cuando recorrí el país con un tío que hacía mates artesanales. Me escapé de mi casa y viví un rato en la casa de cada uno de los nueve hermanos de mi mamá. Pero no jugaba en ningún lado porque no tenía casa fija. Me prendía en cada picado y todos me decían que andaba bien, que tenía que jugar.
-¿Nunca en un club de Córdoba?
-Jugué un poco en Racing pero con un documento trucho. El tema es que no podía fichar en ningún lado porque tenían que firmar mis padres. Después jugué un año en la Liga de San Francisco.
-¿Cómo llegás al fútbol de AFA?
-Cuando vine a Buenos Aires jugaba en la villa por plata, pero todos mis amigos del equipo se empezaron a ir a Atlético Boulogne, que jugaba en la Liga de Escobar. Yo en la villa estaba bárbaro: era estrella, me pasaban a buscar en remís y me daban entre 250 y 300 pesos por partido. Pero los pibes me insistieron y, si bien no ganaba la misma plata, me picó el bichito de entrenarme, jugar todos con la misma ropa, tener un DT. Cuando podía, seguía yendo a la villa de Suárez.
-¿Ahí te vieron de Ballester?
-Claro, había un muchacho, le decían el Japonés, que era una especie de representante que me presentó al técnico, me preguntó cuántos goles había hecho y, en especial, cuántos de cabeza. Le dije que había hecho 16, 13 de cabeza, y él me contestó que vaya al otro día, que ya me fichaba. A los 24 años jugué por primera vez con jueces de línea. Quedaba siempre en offside, me costó mucho. Estuve cinco meses sin hacer un gol, pero emboqué un doblete y no paré más.
¿No era el momento para un salto?
-Es que yo no tenía dos dedos de frente. Me enteré de un interés de Platense y no quería otra cosa que no sea jugar ahí. Los dirigentes me dijeron que lo más firme era Estudiantes de Caseros, pero yo sólo quería ir a Platense y les dije que me retiraba del fútbol.
¿Fue cuando aparecieron Atlas y la TV?
-Cuando Retamar insistió para llevarme a Atlas, la tele no estaba. Fui porque él me seguía y me insistía mucho. Lo de la tele era una promesa como miles que se hacen en esta categoría y después quedan en la nada, pero finalmente se hizo y a nivel repercusión cambió todo.
-¿Te imaginabas firmando autógrafos?
-Lo más difícil fue firmar un papel. Con las fotos no tengo problemas, pero a los que pedían una firma les decía “amigo, vamos a tomar una gaseosa, charlemos. ¿Para qué querés mi firma?”. Nunca me la creí y entiendo lo que es estar del otro lado, pero ni firma tenía. Aprendí a firmar por los pedidos de autógrafos.
-En Internet se destaca dentro de tu trayectoria que hiciste un gol en cancha de Boca.
-Es mentira. No sé por qué se dijo eso. Cuando Atlas fue a jugar un partido previo a uno de Boca por la Copa Libertadores, me negué a ir porque soy hincha de River. Los productores intentaron convencerme, pero no pudieron. En otra ocasión nos invitaron de un diario para ir a ver Boca-Atlas de México, pero nos ofrecían veinte entradas. Yo les dije que en el plantel éramos treinta y volví a negarme. Me aplazaron bastante después de ese día, pero está todo bien, sin rencores.
-¿Trabajás de noche?
-Trabajo en un depósito del ferrocarril Mitre en la estación Boulogne, de 23 a 6. Llego a casa, duermo hasta el mediodía. En el ferrocarril arranqué barriendo la estación, pero hoy manejo los cambios de los vagones para que los maquinistas puedan estacionarlos. Tenía un jefe futbolero que me daba una mano y en la previa a los partidos me permite descansar.
-¿Llegaste a vivir exclusivamente del fútbol?
-Nunca jugué para salvarme. Rechacé mil ofertas, porque en la Primera B te pedían que dejaras de trabajar y apenas emparejaban lo que ganaba entre Atlas y el ferrocarril, que además es algo fijo.
*Por Carlos Doallo para Revista Un Caño.
*Publicada en Revista Un Caño N°54, diciembre de 2012.