Eva Duarte de Perón: después del mito

Eva Duarte de Perón: después del mito
26 julio, 2017 por Redacción La tinta

Por sobre la coyuntura de los homenajes y de la iconografía fetichista, hoy se conmemora a una de las mujeres más importante del siglo XX.

Por María Moreno para Página/12

¿Qué queda en la memoria colectiva entre los cartoneros, los desocupados, los nuevos “grasitas” de aquella que se caracterizó por enunciar hasta el cansancio que la pobreza era la mayor injusticia y la dignidad una palabra en actos? ¿Nostalgia, desamparo, duelo diferido? ¿O se impondrán las imágenes ficcionales de Evita: la de “más hombre que Perón”, la campechana compañera o, en las antípodas, la barriobajera hembra vengativa, el cadáver peligroso, la prostituta que se emborracha de gloria por sobre la libertad ajena?

Como Victoria Ocampo y Alfonsina Storni, Eva Perón, antes de tener un papel en la historia leía la gloria en textos ajenos. La actriz Evita Duarte modulaba una dulzura persuasiva, una firmeza a tono con Catalina La Grande, Juana de Austria e Isadora Duncan como si se probara la ropa en un ensayo general. Ebria de su papel, incorpórea en un sueño de fusión con quienes la escuchaban, quebraría las cuerdas de su voz por el peso múltiple –durante la escena del renunciamiento– de las voces populares. Era como si Evita rindiera su voz. Nunca su “Por Perón y para Perón” sonó más angustiado. En su deseo de aceptar el puesto que le concedían, la ambigüedad marcaba sus palabras “Sigo prefiriendo ser Evita”, pero también “yo haré siempre lo que diga el pueblo”, “No me hagan hacer lo que nunca quise hacer” pero nuevamente “Como dijo el general Perón (comprometiéndolo) yo haré lo que diga el pueblo”. Allí ya no había guión o no importa si lo había: ese texto ya es de Evita. Pero hay una historia silenciada de esa voz que se deslizó del teatro al teatro político.

Hacia el jaque mate

El ajedrez de la gloria es el título de la “semblanza histórica de la vida extraordinaria de la Reina Ana de Austria” que Evita hizo para radio Belgrano en octubre de 1945 patrocionada por Lápiz Invisol. La licenciada en historia Noemí Castiñeiras ha rescatado el título profético de Ricardo Videla para su investigación sobre la Evita actriz. El trabajo tiene el apoyo gráfico de gran variedad de imágenes donde sobresalta la de una Evita intentando un puntín con la camiseta de San Lorenzo o como integrante de la compañía de teatro que puso Los inocentes de Lilian Hellman, esa dama roja y dura que convivió intermitente y violentamente con Dashiell Hammett.

El estilo de Noemí Castiñeiras glosa el de la retórica periodística de los años 40 aunque, al mismo tiempo, logra sobreponerse a las pasiones que cubrieron de adjetivos a Evita : “Febrero de 1944. El coronel en la Secretaría de Trabajo y Previsión; Evita en Llora una emperatriz. Juntos. Julio de 1945. El Coronel en la vicepresidencia de la nación. Evita en la paloma del águila. Juntos”. La voz de la autora, que en la realidad tiene cierta modulación pedagógica que ella atempera con una vehemencia de inspirada, casi se escucha con sordina por sobre la contundencia de documentos que, fuera de los estudios culturales, habitualmente son despreciados por los académicos: las revistas del corazón, los testimonios orales y las páginas de sociales. Noemí Castiñeiras encontró evidencias para refutar las versiones de que Evita llegó a Buenos Aires junto al cantor Agustín Magaldi y de que Nilda Quarttuchi fuera su hija. Pero el objetivo de su libro es desestabilizar la imagen de la partiquina condenada a papeles subalternos o cuyo ascenso llegó recién cuando se aferró del brazo del general Perón.

Quería ver cuáles eran los elementos a partir de los cuales se había conformado el mito negro que hacía hincapié en este período de la vida de Evita para explicar un supuesto resentimiento luego de una carrera laboral fracasada, inexistente. Mito que reforzaba una vida prostibularia y un lenguaje desmedido y procaz. También quería cuestionar la idea acerca de la marginalidad de su familia en Junín. Es obvio que si figuraba como la “Srta. Eva Duarte” en la página de sociales del diario El amigo del pueblo, su madre no regenteaba ningún prostíbulo. El período que analizo también fue silenciado por el gobierno. La misma Evita en La razón de mi vida lo toca muy tangencialmente. Quería mostrar que era una actriz en ascenso.

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El libro tiene perlitas que mueven a la ternura, como la nota que Evita firma en un número de la revista Sintonía de 1942 y adonde hace el elogio de los perfumes Coty, marca a la que felicita por haber acumulado grandes existencias de materias primas tanto en Argentina y los EE.UU. lo que la hace agradecer en nombre de todas las mujeres los esfuerzos de los industriales del perfume. La introducción de una expresión francesa adjudica a Evita un chic de promoción: “Para que produzcan el efecto deseado, los perfumes deben ser aplicados directamente sobre el cuerpo, brazos, hombros y, sobre todo, la espalda: lo que los franceses llaman arrié main, de modo que sean realmente nuestro perfume y contribuyan más al propósito de realizar o idealizar la personalidad propia”.

Una foto documental muestra cómo un anónimo analista de la revista Sintonía interpreta en la sección Psicoanálisis del garabato un extraño dibujo de quien fuera definida endulcoradamente como “figura promisoria de la que se espera una futura actuación de mayor envergadura”: “Hay un repetido síntoma de la ‘escalera’ tantas veces analizado ya en estos garabatos de artistas. El deseo de ‘subir’, de alcanzar la fama. El síntoma tiene mucha fuerza, pues se da el mismo sentido ascencional a todos los garabatos y a la firma misma. Esta revela un fuerte sentimiento de vanidad y cierto sensualismo que puede ser simplemente inclinación a la vida regalada”.

Castiñeiras documenta la situación de los actores de radio y teatro en la década del cuarenta: un contrato de palabra que se podía romper arbitrariamente, el pago en especias –desde un paquete de arroz hasta una araña de comedor–, ningún seguro de despido. Y un atisbo de conciencia social en la Srta. Duarte

En el año 43 la vemos formando parte de la Agrupación Radial Argentina de la que en el 44 va a ser presidenta. Nelly Prince trabajó con ella en un programa donde Evita era la primera actriz. Nelly era una niña y un día Evita la encontró llorando. “¿Que te pasa?” “Me acaban de bajar el sueldo y en mi casa necesitan el dinero.” Evita le dijo: “Pará todo y vení conmigo”. Entonces las dos subieron al despacho del director de la radio. Nelly esperó afuera. Escuchó tonos subidos. Cuando Evita salió le hizo el anuncio “quedate tranquila que no solamente no te bajan el sueldo sino que te van a aumentar”.

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Otra fundación

Me la paso contando cosas que no coinciden con las de los libros –dice la arquitecta Cristina Alvarez Martínez, presidenta del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón–. Por ejemplo sobre el velatorio de Juan Duarte. No hubo ni expulsión, ni cachetadas a Evita, ni madre que grita “hijos bastardos”. Juan Duarte había ido a Chivilcoy a visitar a las hijas mayores. Tuvo un accidente. Le avisaron a Juana –y no fue fácil avisarle porque en esa época no había teléfonos en las casas–. Entonces avisaron a la usina. Juana salió a conseguir un auto en que viajar a Chivilcoy. Lo consiguió y fue con sus hijos para allá. La mujer de Juan Duarte había muerto en aquella época. Y la que las recibió en el velatorio era una hija mayor de Juan a quien se confunde habitualmente con la primera mujer y esa hija, si bien no estaba encantada de que estuviera la otra familia presente, dejó pasar a Juana y a sus hijos que le dieron un beso a su padre y se fueron. Incluso la relación entre esta primer familia y la segunda siempre se sostuvo a lo largo del tiempo y aún hoy nos vemos con parientes de aquellos Duarte.

Puede ser la sugestión, que ella favorece tiñendo sus cabellos de rubio aunque no se los trence como su tía abuela, pero Cristina Alvarez Rodríguez tiene esa tez nacarada y ese perfil agudo que embellecía el rostro de Evita hasta hacerlo parecer hecho de luz. Y encima tiene también algo de Madonna en el cuerpo redondeado que modera, también como su tía abuela, con un tailleur de color discreto. Como arquitecta se ríe al tener que explicar el estilo de ese chalet de la calle Lafinur que perteneció a la familia Carabaza y luego fue el Hogar de tránsito Nº2 Luisa Kömel , donde ahora está el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón. ¿Barroco español? ¿Morisco? Un poco de todo pero con molduras.

Típicamente argentino, se ríe Cristina.

En la planta baja y parte del primer piso se abrió el Museo Evita, que ella define como una serie de estaciones, una de las cuales se llama El final inesperado, que evoca alguna obra radial de Evita y cuya propuesta es dramática. En sus paredes se proyectan imágenes del velorio -de los que lloran y de los que festejan, aclara– y en las ventanas de las vitrinas hay documentos variados, incluidos los de la contra como La mujer del látigo y El libro negro de la segunda tiranía.

De todas las Evitas sacadas a relucir esta semana ¿cuál es la de entrecasa? Ser pariente de Evita a veces tuvo que formar parte de un secreto, otras de un peso difícil de sostener.

Siempre lo dije menos en el proceso donde estaba lo suficientemente adoctrinada. Porque yo con seis años fui a caballito de mi viejo a buscar a Perón. Mi padre pertenecía al Comando Tecnológico Peronista y mi casa era como una unidad básica. Ahí se discutió el retorno, la entrega del cuerpo. Yo era de firmar los dibujos del jardín de infantes con “Cris” y “Perón vuelve”. Del 76 en más, ser familiar de Evita era muy duro. Me agredían hasta los padres de mis compañeros de colegio. Ahora para nosotros es un honor haberla tenido en casa. Mi abuela Blanca Duarte de Alvarez Rodríguez no tiene un registro de la vida pública de Evita sino de la vida familiar. Para ella es la hermana menor que falleció “tan” joven y , “pobrecita” sufrió “tanto”, trabajaba “tanto” y no se cuidaba. Era la menor pero en realidad la mayor porque es la que les dio la oportunidad a todos de construir un destino en la capital federal, de tener hijos profesionales.

Cristina Alvarez Rodríguez pertenece a una generación donde la dicotomía evitismo-feminismo se ha diluido pero no vacila al hablar de “condición femenina”, al mismo tiempo que sueña con instalar en el Instituto un museo tecnológico.


–A Evita siempre se le cargaron las tintas por su condición femenina. Frente a situaciones equivalentes en un hombre no se hubieran acentuado las cosas que en ella se acentuaban. Por ejemplo, la supuesta condición prostibularia de su madre y sus hermanas que es lo que más hirió a la familia. Quien conoció a Juana dice que Eva es digna hija. Era una vasca de carácter muy fuerte, muy amorosa con sus hijos, muy trabajadora y al mismo tiempo muy ambiciosa, que quería que todos salieran a flote, que fueran gente bien.


En la época de Eva mi abuela cuenta que fueron muy atacados. Se le pegaba por elevación a Eva pegándole a Juana o a sus hermanas. Y el segundo gran dolor para la familia fue el cuerpo porque la decisión de embalsamarla fue una decisión de gobierno. Lo que Juana sufrió más fue el secuestro del cadáver en el 55 y los 17 años de entierro sin nombre. Se la pasó buscando a quien pudiera darle certezas, ya fuera elPapa o el presidente. Murió seis meses antes de que apareciera el cadáver.

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En algunas representaciones aparece una Evita “más hombre” que Perón.

–¿Quién cree en esos perones tristes, lánguidos que se nos diluyen de algunas películas? No hay Perón sin Evita ni Evita sin Perón. Creo que ellos entendían muy bien eso de la pareja gobernante que articula la política de un país. ¿Vos te imaginás un Perón endulcorado?

¿Y la Evita de Madonna?

–¿Madonna? A mi abuela le pareció espeluznante que le prestaran el balcón de la casa de gobierno. Mi mirada es más distante. No vamos a esperar que Inglaterra o EE.UU. cuenten la Evita que nosotros no nos decidimos a contar.

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El museo tiene una tienda de recuerdos y un bar temático. El licenciado Gabriel Miremont tiene el increíble trabajo de ser el director del Museo de la DGI. ¿Cuál puede ser la popularidad de un museo que cuenta la historia de los impuestos? Pero hoy ése no es el tema. Ad honorem es curador del Museo Evita. Aferrado a una escalera, como bailando con ella, hace un ademán vago y señala dos vestidos.

Hay diversas salas con sus estaciones. Eva Duarte. Eva Perón. Evita. El final inesperado. Uno de los objetos que más me gustan es el tailleur de Luis que usó para inaugurar El partido peronista femenino, beige con botones y cuello de terciopelo. También el de Bernarda que es de gasa. Ah, y el de jersey de seda negro con que visitó al Papa y el otro vestido, también negro con una rosa en el hombro que aparece en La razón de mi vida. Pero a lo mejor no es la ropa lo que más me interesa sino todos esos objetos que revelan la calidad de lo que se ofrecía en los lugares de tránsito: desde los muebles hasta la vajilla pasando por los alimentos. Esa era una manera de explicarle al trabajador su dignidad. Tenemos un recibo de sueldo de cuando Eva era actriz y la libreta cívica 001 que es la primera para que las mujeres voten. No hay que olvidar que el voto femenino no significó sólo que las mujeres votaran sino que pudieran ser elegidas. Conseguimos una urna original de 1951. La voz de Evita que ahora los jóvenes pueden escuchar es aquí como un objeto museológico más. Cada cosa está avalada por un documento, por eso el museo dice la verdad.

Entre las mujeres diferentes –dice Cristina Alvarez Rodríguez– tiene que haber un punto de encuentro y ese punto de encuentro es de nuestro tiempo. Quizás en su momento muchas de ellas no lograban verse en la misma vereda pero hoy día y a la distancia tienen una mirada mucho más conciliadora que en su época. Claro que hay heridas que no cicatrizan de las diputadas y senadoras peronistas con Alicia Moreau de Justo por su participación en los Comandos Civiles Revolucionarios del 55. Otras no pueden reconciliarse con el peronismo en su forma de administrar una política que no admitía el disenso.

Feminismos

Evita abrió la urna a las mujeres “por Perón y para Perón”. Era su manera de enunciarlo y de conseguirlo. Que fuera “para ellas” es lo que ellas deberían ganar en el futuro. Marysa Navarro es la biógrafa más autorizada de Evita, un tema que no puede abandonar mientras sigan apareciendo las Evitas ficcionales, las tramadas por el furor gorila o la misoginiaromántica. Es una mujer apasionada que hace restallar las españolas para defender el rigor científico y autorizarse a hablar sólo como historiadora.

Las feministas argentinas al rechazar el voto femenino eligieron la libertad entre comillas, se declaran democráticas, entran en el juego del Partido Socialista y del Frente Democrático y abandonan la lucha por el voto. Se organizan y dicen absolutamente no porque el voto no puede venir de un gobierno dictatorial. Entonces ellas pierden como en la guerra. Y cuando Evita tiene que organizar el partido lo hace con una base completamente diferente, la misma que tiene Perón y eso tiene consecuencias gordas. Es sintomático que en las selecciones, Argentina tiene la mayor cantidad de mujeres en el Parlamento. No tendrán ninguna iniciativa pero se sienta el principio de que las mujeres tienen que estar en el Congreso, elegir y además ser elegidas. En esas elecciones fueron candidatas Alicia Moreau de Justo y Alcira de La Peña y eso es un cambio radical en la historia de América latina.


En la compilación Evita, mitos y representaciones publicada por el Fondo de Cultura Económica, Marysa Navarro plantea la hipótesis de que el mito de Eva se sustenta en que jamás se la ha abordado dejando de lado las primeras biografías escritas sobre ella y que obedecen a determinados intereses políticos, de género y de clase.


A partir del golpe militar de 1943 tanto el Departamento de Estado de EE.UU. como gran parte de los partidos políticos de la Argentina, entre ellos el socialista, tenían la idea de que el país estaba en manos del nazifascismo, con el demagogo Perón a la cabeza. Para las elecciones de 1946 la oposición dejó de lado las diferencias y se unió en un frente que abarcó a la UCR y los partidos Demócrata Progresista, Socialista y Comunista. Hay que entender en este contexto la aparición de los tres libros escritos en 1952 que marcarían todas las investigaciones posteriores sobre Evita: El mito de Eva Duarte de Américo Ghioldi, Bloody Precedent de Fleur Cowles y The woman with the Whip de María Flores (Mary Main). El título de mi artículo La Mujer Maravilla ha sido siempre argentina y su verdadero nombre es Evita es irónico: porque a Evita le hacían hacer en 1946 las cosas más impensadas cuando ella aún no tenía ningún poder. Uno de los elementos que saco a relucir es que esas tres obras son la base de mucho de lo que se ha escrito después. Hay toda una intención de disminuir el rol político, de cosificarla y convertirla en un ser femenino malvado, lo peor de las mujeres. Y fueron escritos cuando Evita se estaba muriendo y al mismo tiempo en la mayor altura de su poder para reducirla a estereotipos de mujer terriblemente misóginos.

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Usted no considera que Eva haya tenido un papel importante en el 17 de octubre y cuestiona la versión sobre su disolución de la Sociedad de Beneficencia como venganza personal.

–Por los documentos que pude analizar, Evita tuvo poca relevancia el 17 de octubre. Lo curioso es que tanto los peronistas como sus adversarios afirman que sí. El único que difiere es Félix Luna. La disolución de la Sociedad de Beneficencia fue un plan elaborado por sucesivos gobiernos militares para modernizar al Estado. Por ejemplo, el general Pedro Ramírez en 1943 firmó un decreto donde creaba la Dirección Nacional de Salud Pública y Asistencia Social dentro del Ministerio del Interior que afectaba a la Sociedad de Beneficencia que pasó definitivamente al estado en 1946.

¿Cuál es la importancia de Evita, si se la puede destapar del mito?

–Eso es imposible, pero sin Evita no hay peronismo en el poder tal como se dio, porque ella permite la continuación de la existencia de un Perón que es secretario de Trabajo, aunque hay un ministro de Trabajo. Ella se transforma en el nexo entre Perón presidente y los elementos sociales que todavía tienen que ser incorporados al movimiento obrero, porque en el 17 de octubre él no tiene el voto de los dirigentes y llega al poder con una debilidad enorme. Sin partido –el partido laborista– porque lo ha deshecho y con una CGT en contra. El papel de Evita al sustituirlo es ser la correa de transmisión desde el 44 al 46 que luego continuaría. Puede hacerlo porque es la esposa de él y los dirigentes sindicales la dejan porque tienen acceso a Perón. Eso lo lleva en el 48 a tener una CGT peronista. Porque Evita peroniza el movimiento sindical y ayuda a la peronización de la Cámara de Diputados. Hace un proceso lentísimo que no se arma hasta el 49. Ella tiene una participación mínima en el voto pero una participación crucial en la organización de las mujeres y en la organización del partido. Crea el partido peronista femenino y es la mejor agente propagandística del gobierno peronista, hace una obra social y al mismo tiempo tiene un liderazgo carismático que no enfrenta al de Perón sino que constantemente lo nutre.

En el mito muere antes de que aparezca la escisión de Perón y el conflicto. Habría una Evita más radical que Perón.

–El papel que ella jugó y que Perón le permitió jugar –cosa que no hay que olvidar– tenía límites clarísimos que, para decirlo de alguna manera, eran los que hacían su gloria. En la medida en que ella puede hacer lo que quiere ahí adentro entiende quién es y lo sabe y eso para mí como feminista es lo que le da una dimensión absolutamente excepcional en el siglo XX.

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A Marysa Navarro le interesan las evidencias, descree del rigor de las interpretaciones “simbólicas”, el hecho de que se haya enterrado a una embalsamada sólo le causa la congoja de hacerla pensar en alguien a quien ella ve como una chiquilla de 33 años que murió demasiado temprano.

¿Tú vas al médico con gusto a hacerte los chequeos? Voy tres semanas después y eso que soy una mujer educada, con un doctorado y la mar en coche. Esa muerte tan joven es una tragedia y la tela de la que se hacen los mitos –dice esta mujer que suele irritar en los congresos internacionales, amén de su tema aún no digerido por el corralito del canon académico, haciendo labores de petit pois con una pequeña aguja a la que tuvo que renunciar para acceder a vuelos internacionales después del 11 de septiembre. Para Eva desea un monumento, el ingreso en la historia como pasado que ya no duela. Noemí Castiñeiras quisiera que el archivo del instituto se abriera a textos que superaran las confusiones sembradas por novelas, biografías noveladas y no-ficciones.

Que cuando veamos una ópera que sepamos que es una ópera, cuando leamos una novela, sepamos que es una novela y cuando leemos una biografía histórica, una biografía histórica.

Volver a politizar a Eva quizás sea, de ahora en adelante, una tarea de mujeres.

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*Por María Moreno para Página/12.

*Nota publicada el 26 de julio de 2002

Palabras claves: Eva Perón

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