El espacio entre la imagen y su ausencia
El archivo fotográfico constituye un testimonio del pasado, una serie de memorias conformando una narrativa que, complementada con los relatos de los que estuvieron atrás o adelante de la cámara, dan la posibilidad de reconstruir la historia. Pero cuando el pasado está atravesado por experiencias que obturan el relato de los protagonistas, la sola existencia de las imágenes no es suficiente para develarlo.
Por Fernando Facchin para La tinta
Sin embargo, las fotografías y las preguntas que disparan -sobre todo aquello que no aparece en cuadro o que existió antes y después de ese instante- pueden funcionar como portal para acceder a la historia familiar y, a través de ella, a fragmentos de una época.
En su libro “Una sombra oscilante”, la fotógrafa y realizadora audiovisual chilena Celeste Rojas Mugica, muestra el dialogo que establece con su padre a partir de las fotos que él tomó en sus años de militancia en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y en su exilio en Ecuador. Este diálogo le permite comenzar a quitar el velo a una historia a la que de otra manera no había logrado acceder.
—¿Indagar en las fotos de tu papá, representan sólo una búsqueda formal o son efectivamente el puente que permite hablar con él sobre el tema?
Todo parte de una preocupación real: habían fotos descomponiéndose en bolsas de nylon desde que tengo memoria. En mi adolescencia, movilizada por algo indefinido, decido que tengo que guardarlas; nos mudábamos mucho y me preocupaban esos negativos, aunque aún no supiera mucho qué fotos había. Durante ese tiempo, mi viejo me contó que las fotos «de militancia» no existían más, que habían sido quemadas, desaparecidas, por seguridad. Yo sabía pocas cosas: que él había sido fotógrafo para el MIR, que paralelamente se había dedicado a la fotografía de sociales y publicitaria en el exilio y que al regresar a Chile en dictadura no pudo continuar en eso. Su vida militante era una reconstrucción en mi cabeza, a partir de historias que me contó desde niña y que se interrumpían en todas las ocasiones, cuando yo quería saber algo más.
—¿Cómo identificás el archivo de tu papá como llave de acceso a ese pasado? ¿Son las preguntas que te disparan esas fotos las que te marcan el camino?
Durante el año pasado decido abordar ese archivo. Era algo difícil para mí, tanto en términos prácticos, porque eran muchos negativos, pero también porque ese volumen me abrumaba, quizás emocionalmente…sentía que si empezaba no iba a poder detenerme hasta verlo todo. Los negativos dieron pie a conversaciones, a la distancia, por mail. Yo ya no estaba en Chile y creo que eso ayudó. Yo hacía preguntas muy concretas sobre ciertos elementos de las fotos, sin mostrarle las fotos, y eso derivaba en relatos a veces muy extensos sobre cuestiones para mí hasta entonces desconocidas. En ese sentido, sí, las fotos marcaban el camino, y eso es curioso, porque es lo que nos une…de alguna forma yo me hice fotógrafa porque en mi casa habían cámaras, elementos de laboratorio en desuso, película, y porque algo de esa experiencia de su pasado me atraía fuertemente. Mi interés era «entrar» en esas fotos en varios sentidos, también desde el análisis mismo de una imagen y sus posibilidades.
—En ese momento, imagino que experimentás una especie de alivio, un destrabarse de algo
Hay cosas a las que por fin le di sentido hoy, luego de revisar parte de ese archivo. Sin embargo el ejercicio que elaboro es también el de una ficción. Yo tenía claro que mi interés personal-afectivo estaba en encontrar algunas respuestas, pero que en términos estético-discusivos yo quería hacer de ese archivo algo abierto a una construcción arbitraria, presente. Y si pongo en relación ambas preocupaciones, también hay algo de lo que no está, de lo que él no dice y de lo que físicamente está ausente, que guía este trabajo y une ambas partes: hay una búsqueda de sentido y de lo formal entre la imagen y la ausencia de imagen. En el archivo hay otros temas que decido no abordar, porque abarcarlos hoy sería imposible para mí.
Raúl militó en el MIR desde su adolescencia. En 1975 se exilia en Ecuador, donde permanece durante 11 años. Regresa definitivamente a Chile en el 1986. Aprendió a hacer fotos de manera autodidacta. Entre otras labores para el partido, se dedica a la fotografía: fotos para documentos, actividades, prensa del MIR, fotos de reconocimiento de fronteras para la trunca operación retorno en el exilio, etc.
—Para los chilenos, la cordillera es una presencia constante y muy significativa. En tu proyecto también está presente, ¿qué papel juega? ¿Es la representación de una barrera?
La cordillera es un norte para nosotros. De alguna manera, todo sentido de dirección en el cotidiano está en función de la cordillera: en la ciudad se sube o se baja, se va al oriente o al poniente, al norte o al sur, siguiendo y nombrando a la cordillera. Intuyo que la primera vez que mi papá cruzó la cordillera fue porque tenía que ir a «buscar unas cosas» a Mendoza, con un compañero y gran amigo, en el 74 o 75. De esa historia no sé mucho, pero hay alguna foto y sé que de ese compañero, al tiempo, no supo más. Cuando se fue de veras, al exilio, creo que la cruzó en avión por primera vez, aunque nada de esto lo tengo completamente claro. De todas formas, simbólicamente la cordillera es un referente, y también aísla, y él llegó a vivir a Guayaquil, una ciudad de un calor aplastante, frente al agua. Esa dislocación en el paisaje de la vida está retratada de manera muy tremenda en las fotos, es muy claro. En el archivo hay muchas fotos de cordillera, en Chile y en Ecuador….volcanes, sierras. Los Andes son un hilo que une algunas cosas.
—Usás varias veces y en varios sentidos la idea de fuga, ¿cuál de los sentidos de esa palabra tiene más relevancia en tu trabajo?
En principio fue bastante intuitivo el uso de ese verbo en mi escritura sobre las fotos. Con el tiempo me di cuenta de sus posibilidades y de que en esa palabra yo unía mi interés por analizar a la imagen técnica como tal, a la vez que ofrecer caminos narrativos sobre las historias que sentía, contenían. La imagen como fuga y la idea de pensar sobre lo que se queda fuera de ella y lo que permanece, es algo que trasciende el trabajo sobre este archivo, pero el punto de fuga como una posibilidad de un camino a transitar es algo que guía este proyecto.
«Por otro lado, la labor de mi padre como fotógrafo en su militancia como fuera de ella, son también otras forma de fuga que conducen para mí, el tránsito sobre unas fotos que tratan también, entre otras cosas, sobre una «fuga»: la de salir al exilio».
El concepto, en definitiva, fue un hallazgo para trabajar sobre muchas cosas a la vez. No sé si alguno de sus sentidos tiene más peso en mi, creo que más bien la reunión de todos ellos es lo que me apasiona.
Una sombra oscilante es un proyecto que, además del libro editado por Asunción Casa Editora, incluye una instalación y un ensayo audiovisual. Toda la obra propone una aproximación a las dualidades ausencia-presencia, origen-exilio, dictadura-proyecto revolucionario, a través las dualidades propias de la materialidad del medio fotográfico: luz-sombra, cuadro-fuera de cuadro, imagen latente-imagen revelada.
*Por Fernando Facchin para La tinta