Dialéctica y marxismo: los Cuadernos de Trotsky
Un pequeño comentario acerca de los «Escritos sobre Lenin, Dialéctica y Evolucionismo».
Por Juan Dal Maso para La Izquierda Diario
León Trotsky (1879-1940) es junto con Lenin, el principal dirigente de la revolución rusa y posteriormente el líder de la oposición al stalinismo y fundador de la IV Internacional, asesinado en México por un agente de Stalin.
Lector de Antonio Labriola durante su primera experiencia carcelaria, las ideas de Trotsky sobre el desarrollo histórico y su teoría de la revolución tienen un marcado carácter dialéctico. En el seno de un marxismo basado en la idea de la necesidad ineluctable del desarrollo capitalista en Rusia conforme a un esquema etapista, su concepción del desarrollo desigual y combinado sostiene que los países “atrasados” no reproducen el desarrollo de los “avanzados” sino que pueden integrar muchos de sus adelantos científicos, técnicos y culturales en sus propias estructuras, dando lugar a realidades singulares.
Esta idea, conceptualizada explícitamente en su Historia de la Revolución Rusa (1930), ya estaba presente como concepto en estado práctico en la primera versión de su teoría de la revolución permanente, formulada en Resultados y Perspectivas (1906), que daba cuenta de la singularidad del desarrollo ruso, por la cual la revolución que se presentaba como democrático-burguesa por sus tareas inmediatas, se transformaría en socialista, por la debilidad de la burguesía y el desarrollo comparativamente mayor del proletariado en un país de mayoría campesina, pero inserto en la economía mundial y por la necesidad de la clase obrera de avanzar contra la propiedad privada para consolidar su propio poder, así como debería desarrollarse internacionalmente.
Sus elaboraciones teóricas posteriores, que abarcan un amplio abanico de problemas que van desde las relaciones de la literatura con la revolución hasta la burocratización de la URSS, pasando por la cuestión político-militar, el “cambio funcional” del marxismo hacia una predominancia de la estrategia y la versión “madura” de la teoría de la revolución permanente, enriquecieron este ángulo de análisis, siguiendo no obstante un patrón común.
Este patrón común podría identificarse en la búsqueda de la singularidad de las situaciones, procesos y lenguajes bajo análisis a partir de una interrelación entre sus contradicciones internas (sean a escala de un Estado, una forma de expresión literaria o teórica) y su adscripción en un contexto más amplio que incide en sus particularidades y condiciona su desarrollo sin determinar su resultado (la economía mundial, la transición al socialismo, el desarrollo del marxismo como teoría de un movimiento social e histórico).
Exiliado fuera de la URSS desde 1929, yendo de país en país, perseguido por igual por stalinistas, fascistas y “demócratas”, Trotsky retoma a comienzos de 1933, el proyecto de escribir una biografía de Lenin, de la que finalmente fue publicada la parte dedicada a la infancia y juventud del fundador del partido bolchevique. Como parte del trabajo de escritura de esta biografía, Trotsky se encontró con los Cuadernos Filosóficos de Lenin y, a través de él, con Hegel.
Simultáneamente con este trabajo y en el marco de la colaboración con los trotskistas norteamericanos, Trotsky inicia una serie de polémicas con intelectuales de Estados Unidos que defendían el pragmatismo o una versión antidialéctica del marxismo influida por aquel, como Max Eastman (criticado por iguales razones por José Carlos Mariátegui) y Sidney Hook. Este interés por la polémica con el pragmatismo no se debía sólo a su influencia en la intelectualidad de izquierda norteamericana. Para Trotsky, el pragmatismo también moldeaba al movimiento obrero, dificultando la influencia del marxismo.
De estas intersecciones surgieron unas notas, que fueron encontradas por Phillip Pomper en los archivos de Trotsky en la Universidad de Harvard y publicadas en versión bilingüe en ruso y en inglés por New York Columbia Universtity Press en 1986, bajo el título Trotsky’s Notebooks 1933-1935 Writings on Lenin Dialectics and Evolucionism. En 2004 fueron publicados en castellano por Ediciones CEIP,-IPS con una introducción de Ariane Díaz, junto con otros textos, en el volumen Escritos Filosóficos. Repasaremos algunos de sus contenidos.
En el primer Cuaderno, Trotsky realiza una serie de anotaciones sobre la dialéctica. Busca identificar lo que la distingue respecto del pensamiento formal, haciendo hincapié en las relaciones entre sujeto y objeto de conocimiento, que para Hegel eran idénticos (con las complejidades del caso) y para el materialismo son simultáneos pero distintos. En estas notas, esboza una especie de “principio de incertidumbre” que impide fijar los límites estrictos de los fenómenos:
“Algunos objetos (fenómenos) son fácilmente confinados dentro de fronteras de acuerdo a la clasificación lógica, otros [se nos] presentan [con] dificultades: pueden ser ubicados aquí o allá, pero en una relación más estricta, en ningún lugar. Mientras provocan la indignación de los sistematizadores, tales formas transicionales son excepcionalmente interesantes para los dialécticos, ya que rompen las limitadas fronteras de la clasificación, revelando las conexiones reales y la consecución de un proceso vivo».
Este comentario es muy interesante para comprender el modo en que Trotsky pensaba la dialéctica y la famosa oposición entre ésta y la lógica formal. No está invitando a pensar de modo contradictorio en el sentido de “incoherente” (una cosa es y no es y otras expresiones similares por cierto no muy felices), como suelen decir los antidialécticos, sino que parte del carácter “rebelde” de ciertas realidades para ser aprehendidas por el pensamiento, lo cual requiere la construcción de un lenguaje teórico que priorice la explicación del proceso por sobre la clasificación de sus momentos.
En el segundo Cuaderno, entre anotaciones varias sobre sucesos de la vida de Lenin, incluyendo una comparación entre los modos de pensar de éste y Martov, señala que la dialéctica es la lógica del movimiento, el desarrollo y la evolución y destaca que la ley de transición de la cantidad en calidad es “muy probablemente la ley fundamental de la dialéctica”. Más adelante hace más categórica esta afirmación: “Debe reconocerse que la ley fundamental de la dialéctica es la conversión de la cantidad en calidad, porque [nos] da la fórmula general de todo el proceso evolutivo –tanto de la naturaleza como de la sociedad”. Sostiene que Hegel no le había dado la importancia que merece.
En este marco, Trotsky define la dialéctica materialista como una “unidad diferenciada” (con claras reminiscencias de lo que en la historia llamó “desarrollo desigual y combinado” según comentamos más arriba) que partiendo de la premisa de que el pensamiento científico es un resultado de la evolución material del mundo, articula materialismo y dialéctica para comprender la historia y la praxis humana.
En su perspectiva, los desarrollos de Kant y Laplace sobre el origen del sistema solar, la dialéctica de Hegel, la teoría de Lyell sobre la evolución de la tierra, la de Darwin sobre el origen de las especies y la propia teoría de Marx eran parte de un proceso de secularización y transición de las concepciones basadas en conceptos estáticos a otras basadas en conceptos dialécticos, al cual la Revolución Francesa y su impacto en la historia de las ideas había dado un impulso fundamental.
Pero las afinidades entre evolucionismo y dialéctica no estarían exentas de importantes diferencias para Trotsky. En particular destacaría la centralidad en la dialéctica de las “catástrofes”, derivadas de que “todo fluye pero no por fuera de sus márgenes”, lo cual da lugar a movimientos de ruptura en determinados momentos de un desarrollo que en primera instancia se presentaba como gradual. En este contexto, señalaba que la famosa “tríada” de tesis, antítesis, síntesis podría considerarse el “mecanismo” de la transformación de la cantidad en calidad.
En el plano del pensamiento, esta transformación opera mediante la estabilización de un concepto a partir de la generalización de una experiencia, parcial e incompleta, el posterior reconocimiento de su error y la construcción de un nuevo concepto, que tiene un carácter sintético en relación con las conceptualizaciones anteriores. Este proceso no debe entenderse como un evolución gradual constante, sino que está signado por “pequeñas catástrofes intelectuales”.
Esta unidad o inmanencia del pensamiento y la realidad no implica para Trotsky una identidad de las “leyes” de la conciencia y las de la naturaleza, en ese sentido distingue lo que él llama una dialéctica objetiva y otra subjetiva: “La conciencia es más bien una parte original de la naturaleza, que posee peculiaridades y regularidades que están completamente ausentes en la parte restante de la naturaleza. La dialéctica subjetiva debe por esto ser una parte distintiva de la dialéctica objetiva –con sus propias formas especiales y regularidades”. Y a su vez destaca que la lógica expresa las leyes del pensamiento en su relación activa con la realidad.
Continuando más adelante con esta reflexión, señala que las teorías de Kant-Laplace, Lyell, Darwin y Marx operaron como correcciones de la tendencia histórica del género humano a considerar la naturaleza y la sociedad desde un punto de vista antropocéntrico, destacando asimismo que la conciencia tiene sus propias leyes, a las que llamamos lógica y por ende su autonomía, de la que han dado cuenta desde el punto de vista de la psicología Freud y el psiconálisis. Concluye este segundo Cuaderno con una provocación: “Los dualistas dividen el mundo en sustancias independientes: materia y conciencia. Si esto es así, entonces ¿qué debemos hacer con lo inconsciente?”. Estos temas son retomados en unas “Notas adicionales sobre Darwinismo”, incluidas también por Pomper en la edición de los Notebooks.
Los Cuadernos sobre Lenin, Dialéctica y Evolucionismo constituyen un trabajo muy valioso para conocer “en borrador” las reflexiones de Trotsky sobre la dialéctica, en relación con la evolución de la filosofía y las ciencias modernas.
Ubicando el desarrollo de la dialéctica marxista en un contexto histórico y relacional más amplio, Trotsky buscó comprender su singularidad, la cual para él estaba dada por las transiciones y la conversión de la cantidad en calidad. Este modo de comprender la dialéctica, lejos de ser un ornamento innecesario con respecto a sus elaboraciones teóricas en otros planos, como pensaban algunos intelectuales de izquierda norteamericanos, es constitutivo de ellas: una dialéctica de la combinación original y la ruptura, acorde a su concepción de la historia y la teoría revolucionaria.
Por último, si bien Trotsky se lamentaba en su Diario del Exilio, redactado en 1935 en simultáneo con las notas del segundo Cuaderno sobre que su interés en la filosofía aumentaba día a día, pero su tiempo era cada vez más escaso para dedicarse a un estudio sistemático, o quizás a causa de ello, se puede constatar fácilmente la centralidad que otorgaba a la dialéctica en su lectura del marxismo, dándole un lugar creciente a los debates y problemas filosóficos. Entre sus últimos escritos figura una carta fechada el 16 de agosto de 1940 dirigida a Jean Van Heijenoort, quien había sido su secretario, invitándolo a realizar una crítica sistemática de la filosofía de John Dewey, así como varios fragmentos inconclusos del mismo año sobre la dialéctica, la inmutabilidad del silogismo y el pragmatismo, junto con otros sobre el destino de los ejércitos de Hitler, fascismo, bonapartismo y guerra, entre los principales temas.
La dialéctica sería un principio organizador de su pensamiento en los años siguientes a la redacción de estos Cuadernos escritos entre 1933 y 1935, ante la consolidación del régimen totalitario de Stalin en la URSS, el surgimiento de formas especiales de poder estatal que integraban y burocratizaban al movimiento obrero organizado y la carrera de las potencias imperialistas hacia la Segunda Guerra Mundial, que plantearon toda una serie de problemas programáticos, tácticos y estratégicos nuevos para el marxismo.
*Por Juan Dal Maso para La Izquierda Diario