Nicolás Lepka: trasformar el sinsentido en acuática belleza
Por Julieta Pollo para La tinta
De chico, Nicolás Lepka no fue de los que amontonan cuadernos con dibujos ni un aficionado de las historietas que siempre soñó con hacer esto. Por el contrario, confiesa que Batman siempre le salió deforme, un tanto monstruoso; su mano no respondía al canon de medidas y estructuras musculosas del clásico superhéroe norteamericano. Fue mucho tiempo después, cuando se sacudió preconceptos y desparramó la imaginación sin riendas, que encontró en el papel su propio estilo bajo la sencilla motivación de divertirse. La tinta conversó con este creador de mundos fantásticos que a la pregunta ¿por qué? responde ¿y por qué no?
“Yo era programador y participaba en una comunidad de bandas under que se llama Comunidad Fusa. Ellos son programadores y manejan la lógica laboral de que tu trabajo tiene que ser divertido. Si no es divertido, no lo hagas. En una de las reuniones con ellos salió una actividad orientada a eso: si tuvieras que hacer algo divertido hoy, ¿qué harías? Yo me puse a dibujar. Dibujar sin trabas, como se me de la gana, sin filtros, ideas o formas. Ese día nació Cosas sueltas”, recuerda Nicolás, que desde 2011 sostiene este blog y que derivó en dos libros homónimos.
Sus libros se recorren como una bocanada. Uno respira página tras página y se va volando como las hojas, los vientos y los cabellos enredados que dibuja Lepka. Los seres picudos -narigones, me corregirá después el autor- pellizcan la calma con un puñadito de palabras, suficientes para sembrar una idea, o mejor, una pregunta. Incluso la desesperación y el encierro expresan su estridencia con armonía, porque cada página licua el tiempo en un profundo ensueño. Sus tiras, tan fantásticas como cotidianas, dejan ver a un intérprete gráfico que sintetiza dilemas en pequeñas frases, desenrollando su complejidad a través de los mundos simbólicos que inventa en el papel.
Luego de su primera experiencia en una feria, a la que llevó 400 dibujos y volvió a su casa con la carpeta vacía, decidió inclinar la balanza hacia sus ganas y se dedicó a la ilustración de lleno: “Me llevaba tiempo, no me convenía económicamente para nada, pero dije ya está, es divertido, me mando.”
Después de boyar por algunas editoriales -interesadas en su trabajo pero que fijaban el precio de venta mucho más elevado de lo que Nicolás quería ofrecer al lector- Llanto de Mudo fue el nido que contuvo su primer libro: “No tiene nada que ver con la historieta pero me gusta porque es extraño”, le dijo Diego Cortés y dos meses después, crowfunding de por medio, se imprimió Cosas Sueltas 1.
Cuando Llanto de Mudo bajó sus persianas, Hernán González le propuso editar su próximo libro en Buen Gusto. Fue Una noche oscura, cuatro historias de terror que a Lepka le hubiesen gustado leer de niño y que ahonda en la interpretación del miedo. Buen Gusto es una de las cinco puntas de Colectivo Prendefuego, que reúne los proyectos editoriales de varios ilustradores cordobeses, y que nace con la necesidad de mover los libros para que no duerman en las estanterías. Como colectivo han viajado de norte a sur mostrando sus producciones y creando una red federal de historietistas.
“Recién ahora podemos decir que los eventos y ferias están saliendo bien, han tenido resultados positivos y la gente está empezando a ver que se hacen muchas cosas acá, además de ir erradicando ese pensamiento de que historieta es igual a superhéroe. Cuando empecé a dibujar como se me daba la gana, empecé a conocer a gente que dibuja como se le da la gana y está genial. Creo que muchos ven en el cierre de Llanto un quiebre a la historieta, pero también es cierto que muchos empezaron a ver su trabajo cuando pasó eso. La editorial existía hace 20 años y faltaba mucho el apoyo de la gente”, sostiene Nicolás.
Junto a Buen Gusto nacieron también La casa de la risa, viaje al epicentro de la locura; Cosas Sueltas 2; y En tres palabras, un juego de poesía en tres palabras ilustrado en la misma cantidad de viñetas. Por su parte, el pequeño libro objeto llamado Tijeras fue lanzado por Ediciones de la Terraza. La participación en Camino Real 2, proyecto de Matías Zanetti, fue su primer experiencia ilustrando una historia extensa. Lepka cuenta que le agarró el gustito y su próximo desafío es crear una historieta de más de 200 páginas, en la que está trabajando actualmente: “Estoy creando el mundo después de la muerte. Es un personaje que tiene un amigo que se está muriendo y que tiene miedo de lo que sigue después. Entonces éste le dice ‘yo voy a cruzar por vos y te digo qué pasa’. Se pone una calavera para fingir que está muerto y cruza a este mundo donde se encuentra con todo tipo de personajes. Estuve analizando mucho eso: lo chocante que es el suicidio, morir de viejo, morir de joven, encontrar a alguien muerto, buscar a alguien muerto, olvidar a alguien muerto. Diferentes estados encarnados en personajes que ayudan al protagonista a encontrar la puerta para volver”.
Asociación libre ilustrada
Durante cada uno de los 366 días que duró 2016, Nicolás Lepka construyó un libro, Bisiesto, que ahora está cosiendo artesanalmente. El concepto: que le cuentes lo que quieras y él dibuja durante el tiempo que le lleve leer el texto. Poemas, sueños,reflexiones, canciones… todo era válido.
“Tenía ganas de hacer algo interactivo, era fines de 2015 y se me ocurrió hacer un dibujo por día, en función de algo que la gente quisiera compartir conmigo. ¿Por qué? No tiene sentido, no importa. La primer persona que veía online era ‘Hola, estoy haciendo un proyecto que no tiene ningún sentido, pero contame lo que se te de la gana y mientras yo dibujo’ . Realmente dibujé uno por día, con la única lógica de que podía hacerlo. Podía.”, explica Lepka.
Los dibujos de Bisiesto se nutrieron con la paleta de palabras que cada persona compartió con el autor, desde un diminuto “Tengo calor” a una conversación de seis horas y media por Skype. Lo interesante es que comenzó a rodar el boca en boca y muchas personas que habían escuchado del proyecto se sumaron a participar. El libro, que sale el mes que viene, tendrá su segunda parte aunque esta vez se redobla la apuesta: hacer conversar a dos desconocidos, mientras Nicolás dibuja.
La escuela digital
Curiosidad y autogestión son constantes en su modo de trabajo y asegura que mucho de lo que sabe lo aprendió en la red, mediante comunidades digitales que comparten sus saberes vía post o tutorial. Así aprendió a programar, que fue su trabajo durante muchos años, y después se metió de lleno en la ilustración digital. Cuando quiso diseñar y maquetar sus libros, también fue internet el medio de encuentro con otros para aprender. “Dibujo en Ilustrator que me permite hacer el trazo libre, de hecho me hice un pincel con el grosor del plumín con que dibujo. Yo aprendí de todo por Youtube, y por eso de todo lo que aprendo hago un tutorial y lo enseño para que cualquiera que lo quiere hacer o preguntar algo sea bienvenido. Estoy ayudando a muchos chicos que me preguntan cómo poner colores o cómo maquetar. No hay una intención comercial sino que me parece genial que algo salga.”
—¿Te parece que hoy el mundo de la historieta tiene más visibilidad?
—Ahora es mucho más visible porque tiene más llegada. Todo ayuda, blog, Facebook, Taringa incluso, yo arranqué por ahí. Quienes en los 80 estaban en Fierro ahora son como próceres pero también es porque era lo único visible, estoy seguro de que había mucho más under, gente que quedó en el fanzine porque no había medios. Hoy tenemos el medio a nuestro favor. Con Prendefuego usamos mucho estas herramientas, todo lo que hacemos lo pasamos a digital incluso antes de que salga impreso. También tratamos de que nuestra movida de libros sea igual a como trabajamos. Distribuimos a vendedores independientes, como Kuru por ejemplo que es una editorial sureña independiente de política anarco. Él no lee historietas pero mueve nuestros libros por la lógica con que trabajamos.
—¿Recordás cuál fue el primer dibujo que hiciste ese día que decidiste volver a dibujar porque era divertido?
—El primer dibujo de Cosas Sueltas fue en base a una situación que había visto unos días antes: yo iba en un colectivo y al lado había un tipo con un carro que iba terriblemente lento. Le bocineaban y al tipo no le importaba, no le iba a pegar al caballo e iba lento, ya está. Dibujé la misma situación con una tortuga. Venía un tipo arriba de la tortuga y había un hombre en una parada de colectivo que le pregunta ‘¿Cómo va?’ Y el tipo del carro le dice ‘¿Cómo se ve?’ ‘Se ve bien’. Me dio mucha gracia. Ese fue el primer paso, hacer conceptos de lo que veía sin textualizarlo tal cual. De a poco empecé a sacar el concepto de persona y lo trasformé en animales o cosas. Gatos para pensamientos infantiles, zorros si eran adultos, peces para los recuerdos y búhos para las memorias.
—Hay algunas imágenes recurrentes como las ramas y las hojas, que le dan movimiento y fluidez a tus ilustraciones…
—Las hojas son tiempo y las ramas son las personas. Uno crece como árbol y se expande por donde quiere y suelta cosas, por eso las ramas. El tiempo es un concepto que me quiebra mucho la cabeza, porque el tiempo no existe. Como seres humanos inventamos el tiempo, pero es totalmente irreal. Eso me ayudó mucho al quiebre de que no me importa nada a la hora de hacer.
Creo que el tema del agua es constante también. La idea de estar flotando sobre el mar y no tocarlo me parece genial. El mundo por debajo del agua también. El pez no conoce el mundo de afuera y tiene su universo ahí, no puede cruzarlo para arriba. Y eso me lleva al siguiente paso: es muy probable que de todas las personas del mundo, un 0,1% salga al espacio.
—¿Sos ritualista para dibujar?
—No, el ritual inicial es hacer lo que se me de la gana. No tengo un solo espacio de trabajo. Es más, mirá (saca unos dibujos y me muestra uno) Hoy estaba en el colegio y dibujaba ahí con los niños alrededor. La meta es no ponerme límites, ni siquiera en el soporte, dibujo en cualquier papel (me alcanza otro) Este lo hice en un banco, y tenía una sola hoja… un nenito quería dibujar también y me agarró con una sola hoja. Dibujo con cualquier material, la única exigencia es que no uso la computadora para que me facilite nada, es una herramienta más. Los dibujos a color son completamente hechos en la compu con la tableta digital y si lo ves con el hecho a mano es igual.
—¿Cómo es tu experiencia con los chicos en la escuela?
—Doy talleres a chicos en colegios para que aprendan a hacer sus libros troquelados y siempre les digo que si uno se acuerda de su primer palabra de chico no fue ni mamá, ni papá, ni Coca Cola. Fue ‘no’. Uno dice ‘no’ como un juego y se ríe. Pero ese ‘no’ crece y uno se lo cree, y es lo peor que podés hacer. Hacé algo hoy en día obviando ese ‘no’ y no te imaginás lo que puede llegar a salir. Pueden salir cosas geniales.
► Podés conseguir los libros de Nicolás Lepka en En un lugar de la mancha, la librería infanto juvenil de la Galería Muy Guemes (Fructuoso Rivera 260).
Por Julieta Pollo para La tinta