Las liberó el feminismo

Las liberó el feminismo
26 junio, 2017 por Redacción La tinta

Marina y Ailén Jara, Yanina González, Belén, Reina Maraz y – más recientemente- Analía “Higui” de Jesús, fueron acusadas y condenadas por la justicia patriarcal, luego liberadas tras años de lucha del movimiento feminista. Desde aquel descubrimiento del feminismo moderno donde lo personal se transformó en político, hasta el actual “si tocan a una, tocan a todas”, la organización de mujeres, lesbianas, travestis y trans viene dando lecciones acerca de cómo dar pelea a la violencia institucional.

Por Celeste Farbman para La tinta

Aunque revisemos todos los manuales del Derecho, en ninguna de sus páginas vamos a leer que el feminismo, esa corriente de pensamiento y acción política que nació hace dos siglos y se constituyó como una de las teorías revolucionarias más extendidas del mundo, se transformó en la plataforma necesaria para impartir justicia; en el sostén ideológico y corpóreo para denunciar la violencia machista. Aún si revisáramos el Código Penal, las fotocopias de algún estudiante de abogacía, o viéramos series sobre la corrección política y eficacia de los fiscales estadounidenses, en ninguno de ellos encontraríamos que a las presas políticas del patriarcado, las libera el feminismo.

No habían pasado ni dos semanas de la última movilización colectiva “Ni Una Menos”, con cientos de miles de personas en las plazas de todo el país y donde se exigió a coro la libertad para Higui, cuando Eva Analía de Jesus, o Higui, ya estaba en la calle. La campaña por su libertad hoy se transformó en otra por su absolución, y no viene mal recordar su caso: el 16 de octubre de 2016 Higui fue a visitar a su familia al barrio de Mariló, en Bella Vista. Volviendo, recibió un ataque sexual en plena calle: una patota intentó violarla al grito de “forra lesbiana” y ella se defendió. Cristian Rubén Esposito murió en ese episodio y ella fue detenida con prisión preventiva, acusada de homicidio simple.


El 7 de diciembre siguiente a su detención, desde la Asamblea Lésbica Permanente convocaron a juntarse frente a la estación de trenes de Retiro para denunciar que, en el Día de la Visibilidad Lésbica, había una piba detenida en el Destacamento Femenino de Villa Maipú, San Martín, por defenderse de una violación. Algunos meses después se celebraba una nueva Jornada Nacional por la Libertad de Higui con radio abierta y partidos de fútbol en varios puntos del país. Ese 17 de mayo, familiares y organizaciones por la libertad de Higui, repudiaron frente a los Tribunales de San Martín el fallo del juez Raúl Luchelli Ramos, quien diez días antes había negado su excarcelación. De Higui se hablaría en todas las movilizaciones del feminismo a partir de su detención, le conoceríamos la cara, su gusto por el fútbol, su historia.

– ¡Higui queda libre hasta el juicio! – confirmaba su abogada Raquel Hermidas Leyenda el 12 de junio, pasado el mediodía. Horas más tarde, ya de madrugada, conoceríamos al fin su voz:

-¡Hola chicas, estoy afuera. Soy Higui!, ¡no lo puedo creer!

Coronaban de la mejor manera, meses de lucha y organización feminista. Higui les hablaba a las chicas, a todas, con la voz quebrada de la emoción.

Si tocan a una, tocan a todas

En octubre de 2014, a Reina Maraz Bejarano -de nacionalidad boliviana y quechua parlante- le tocó escuchar la lectura de una pena a prisión perpetua en su contra que nunca comprendió. Reina pasó más de dos años presa sin saber de qué se la acusaba. En el Penal de Los Hornos parió a su hija más pequeña, y en prisión domiciliaria comenzó con sus primeras lecciones de castellano. Ahí sí entendió: la justicia patriarcal y racista la había condenado por ser pobre, boliviana y mujer; sus vecinas, compañeras feministas de la villa donde vivía, la recholizaron.

“En el caso de Reina el acompañamiento fue desde la hermandad y desde la identificación. En nuestra asamblea de mujeres somos un 90% de nacionalidad boliviana y eso, de alguna manera, nos atraviesa. Muchas de nosotras padecimos o pasamos por alguna situación de discriminación debido a nuestra nacionalidad, por ser mujeres, o directamente por ser pobres”, cuenta Deisy Balcera, integrante de la Asamblea de Mujeres de la Federación de Organizaciones de Base, FOB.


Para el feminismo no existen casos aislados -ni el de Reina, ni el de Higui, ni el de ninguna otra-, en cambio reconoce modos sistemáticos de enseñarle a las mujeres, lesbianas, trans y travestis quiénes detentan el poder. “Luchando vamos a seguir y vamos a exigir que ni una mujer más sea violentada. Unidas, juntas, podemos lograr muchas cosas y esto es fruto de nuestra lucha”, remata Balcera.


“En el caso de Yanina González – dice Gabriela “Chiqui” Conder, abogada de Yanina- fue determinante el acompañamiento de los grupos feministas, ese enfoque resultó esencial para la defensa. Nos ayudó mucho sentir el afecto de las compañeras”.

Es que a Yanina González también la liberó el feminismo. En este mundo del revés la condenaron por abandono de persona seguido de muerte de su propia hija, Luli, cuando en realidad era la propia joven quien padecía los golpes de su pareja, Alejandro Fernández. Lo de Luli, de apenas dos años de edad, fue un femicidio vinculado: la niña murió por culpa de los golpes de Fernández. Yanina estuvo presa desde agosto de 2013 hasta diciembre de 2014 en la Unidad 33 de Los Hornos. Las periodistas Laura Salomé Canteros y Camila Parodi, quienes realizaron el seguimiento del juicio, aseguran que “al principio del encierro Yani no podía hablar, hasta que fueron sus compañeras y compañeros del Centro Comunitario Gallo Rojo y colectivas y militantes feministas, las que hicieron de su historia un cuerpo colectivo de acompañamiento, empatía y sororidad”.

El 11 de marzo de 2015, luego de movilizaciones y denuncias públicas contra la fiscal que se convirtió en su verduga -Carolina Carballido Catalayud-, Yanina resultó absuelta. “Carballido apeló la absolución, pero la fiscal de casación no sostuvo la acusación. En el caso de las hermanas Ailén y Marina Jara, condenadas por ‘lesiones graves’ al defenderse de un intento de violación, la libertad les llegó después del juicio -recuerda Conder y agrega- a la hora de luchar contra la justicia patriarcal estamos todas tirando para el mismo lado”.

Acuerpadas, invencibles

Acuerpar significa colocar el cuerpo de manera política. Posibilita, desde el amor y la ternura, romper con el aislamiento y accionar colectivamente. Lorena Cabnal es una feminista comunitaria y desde Guatemala pregona sobre lo importante de estar juntas, poniendo el cuerpo. En cada marcha, en cada actividad, en cada protesta frente a los tribunales de todo el país, se activa ese acuerpamiento político feminista.

Belén –así la conocimos, aunque no es su verdadero nombre- llegó al hospital Avellaneda de San Miguel de Tucumán con fuertes dolores abdominales. Era el 21 de abril de 2014. La revisaron, y sin pruebas en su contra, la acusaron de haberse practicado un aborto. Pasaron dos años hasta que llegó la condena: “homicidio agravado por el vínculo mediando circunstancias extraordinarias de atenuación”, por los jueces Dante Julio José Ibáñez, Néstor Rafael Macoritto y Fabián Adolfo Fradejas de la Sala III de la Cámara Penal de Tucumán.

La defensa inicial hizo poco y mal. El caso llegó a manos de la abogada feminista Soledad Deza, quien apenas cuatro meses después de haber conocido la situación de Belén, consiguió su libertad tras la orden de la Corte Suprema tucumana.

A esta altura resulta fácil suponer qué pasó entre que se conoció masivamente el caso de Belén y su liberación: Jornada Nacional por la Libertad de Belén con movilizaciones en todo el país; señalamientos del Comité de Derechos Humanos de la ONU al Estado argentino por el caso de la joven tucumana; tuitazos en redes sociales; inclusión del pedido de libertad en la movilización Ni Una Menos de 2016.


El feminismo parió aquello de “lo personal es político”, que enseña sobre cómo de los temas aparentemente privados, se construye lucha y cuerpo colectivo.


A Reina, a Belén, a Higui, a Yanina, a Marina y Ailén Jara, y a tantas otras, las liberó ese feminismo callejero que ensanchó sus músculos y cada vez responde más rápido. Juntas somos poderosas, organizadas invencibles. 

*Por Celeste Farbman para La tinta / Fotos: Lucía Prieto

Palabras claves: feminismo, Géneros, Higui, justicia, justicia por Belén, Patriarcado, Reina Maraz

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