Venezuela, país que resiste
Caracas 7 am, 19 de junio. El día amanece fresco, es época de lluvias, de chorros poderosos de agua con un poquito de aire -así decía Mayakovsky de los aguaceros en el Caribe-. El mate está listo, los pronósticos políticos del día no son buenos: la derecha anunció una gran movilización a la capital.
Por Marco Teruggi para Notas Periodismo Popular
Reviso redes sociales, declaraciones, amenazas públicas de alguno de sus dirigentes. Habrá un muerto, es casi seguro, lo dice la costumbre de rojo que nos han impuesto desde hace 80 días.
El chavismo marchará también. Será en el oeste de la ciudad, zona donde la derecha intenta incursiones tanto de día como de noche desde hace una semana, por ahora sin demasiado éxito, salvo el de generar violencia, incertidumbre, sentido -para ellos- de épica. La violencia, a veces, parece un objetivo en sí dentro de su plan. ¿Cuál es realmente su plan?
Quieren sacar al gobierno de Nicolás Maduro en el más corto plazo a través de la vía que sea posible -todas son válidas-. Queda claro al seguir los movimientos del gobierno norteamericano, sus piezas internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA), las petroleras que tienen sus porcentajes apostados en Venezuela, la dirección de la derecha venezolana que frentea con furia, aunque no tenga la correlación de fuerzas dada. Para ese plan tienen menos de 40 días. Así dicen algunos de sus voceros. Ese lapso corresponde a la votación de la Asamblea Nacional Constituyente que será el 30 de julio.
19 de junio. Pasaron dos meses desde el 19 de abril, fecha que anunciaban como día final. Pareciera que fue hace tanto. El tiempo se ha quebrado en este país. Tomo un mate, la concentración inicia frente al metro Colegio de Ingenieros. Salgo.
Esa partición caraqueña es habitual. De un lado, su lado, un despliegue de su base social acompañada por los factores financiados/entrenados para la confrontación; del otro, el nuestro, la marcha compuesta de trabajadores de instituciones, gente de a pie, organizaciones populares -en ese orden de cantidades-. El oeste, bastión chavista, sigue abierto a quienes quieran acercarse. El este no: cualquiera que sea sospechado de ser afín al gobierno puede ser linchado, prendido fuego, como pasó en varios casos. Basta un grito y un señalamiento: “Es un infiltrado”, para que se desate la violencia cobarde que mata sin asumir ninguna responsabilidad.
Ochenta días, 90 fallecidos, más de uno diario. Este 19 de junio se suma una víctima más: 91. Esta vez, al parecer, le disparó un Guardia Nacional con arma de fuego. De corroborarse, sería el octavo asesinado por cuerpos de seguridad en los 80 días -para lo cual hay 29 efectivos detenidos o solicitados. ¿Los 83 muertos restantes? La derecha no asume responsabilidad alguna y acusa al gobierno de todos los actos del mal que ella genera. Pocas veces en la historia se ha visto una clase política tan cobarde y cínica.
No es casualidad, es estrategia. Buscan polarizar hasta el odio, el rencor, hasta la negación y destrucción de otro, ese otro que es el chavismo. Funciona literalmente: matan. La sociedad se desencuentra, pierde herramientas para dialogar, reconocerse. Algo se deshace de manera peligrosa en el tejido social.
¿Dónde quedan esas imágenes? ¿qué modifican en lo profundo del país?
El plan de la derecha no es solamente quitar al gobierno de Nicolás Maduro. Es hacerlo a través de la inyección de terror en la sociedad, del daño sobre las psiquis, el ensayo del caos, la validación en un sector de la eliminación de los chavistas. La forma en la cual llegarían a su objetivo condicionaría las posibilidades de la revancha y la resistencia.
Tampoco la reunión extraordinaria de la Organización de Estados Americanos (OEA) en México logró romper la correlación de fuerzas. El resultado no fue el esperado para la derecha. El ataque internacional por la vía “legal” no da los números esperados. Seguirán con el intento y, en paralelo, con el financiamiento vía ONGs a la derecha y su estructura paramilitar. El momento para lograr su plan es este junio/julio, por eso aprietan: han generado legitimidad internacional -incluso entre algunos intelectuales de izquierda-, un cerco geopolítico, una violencia con capacidad de despliegue en varios puntos del país, fuerzas entrenadas que han asediado pueblos durante días, el acuerdo de la clase dominante venezolana -religiosa, económica y política-.
Termina otro día en Venezuela. La costumbre de rojo, pienso. De escribir otro muerto, también cambiado yo mismo por haber visto tanta imagen. Mañana tendremos una nueva asamblea en el barrio para debatir sobre la Asamblea Nacional Constituyente, ver cómo enfrentar la subida indetenible de precios -que afecta en particular a los más humildes-, para encontrarnos y conjurar la negación del otro. Hay un país que resiste a ser ceniza.
*Por Marco Teruggi para Notas Periodismo Popular . Foto: Julián Aguirre