Oyam ed 52
Las fechas patrias, son apenas eso: una fecha. Fetiche con el que la cultura represora intenta vestir a la mona democrática de seda, aunque mona se queda. Oropeles laicos y religiosos para ocultar que el rey no está desnudo, sino algo peor. La ropa del rey tiene el olor putrefacto de la podredumbre. Ropas que son para tirar al basurero de la historia, con el rey adentro. Pero uno de nuestros grandes problemas es que nos pagamos de palabras.
Por Alfredo Grande para Agencia Pelota de trapo
Dicen que una imagen vale por mil palabras. Sin embargo, cuando vemos ciertas imágenes, decimos con horror que no lo podemos mirar. Nos tapamos los ojos. Hacemos zapping mental. Nos vamos con la cabeza a alguna isla y “offshoreamos” nuestra vida.
Un niño durmiendo en la calle es un enemigo potencial porque en algún momento se despertará. Destrozado su cerebro por el paco y la desnutrición, con un hambre de comida y de amor, buscará saciarse con otras víctimas. Apenas un poco más elevadas en la escala evolutiva de ingresos y consumos.
La guerra ya no es pobres contra pobres, sino de pobres contra excluidos. Y los excluidos, los marginales, emigrados, desterrados, desamparados, sentenciados a todas las formas de pena de muerte, no tienen palabras. Y apenas tienen imágenes. Solamente tienen para ensordecer los ruidos de sus vísceras, de sus pulmones, de su piel llagada, del dolor insoportable de los estigmas de su propia crucifixión en la religión del mercado.
Ya no es la utopía motivadora de tener un hijo doctor. Ahora es la comprensión corporal de tener un hijo que nunca podrá atenderse con un doctor. O aprender con un maestro. O progresar con una buena escuela. O crecer con una buena alimentación. Comprensión corporal porque el corazón siempre tendrá razones que la razón nunca entenderá. Me refiero a la Razón Democrática, la Razón de Estado, la Razón Liberal. No la entenderá porque no le importa entender. Le importa someter.
La letra de la cultura represora siempre con sangre entra. El sufrimiento no es contingente. Es permanente. Primero hay que sufrir, segundo hay que sufrir y por último, hay que sufrir. Frente a esto surgen ortopedias sólo aptas para clase media media, clase media alta, y los altares de la clase alta.
Son millones los que viajan, consumen, despilfarran, mientras que muchos más millones repiten la maldición del gran Discepolín. No tendrán ni yerba de ayer secándose al sol. Ni sol
La violencia de la dictadura de la burguesía se llama “estado de derecho”. La impunidad, una vez más consagrada en la denominada “Causa Gianelli” , se denomina justicia. La imagen de los ojos cerrados ya no significa imparcialidad: significa impunidad. Los que rompen los platos le pasan la factura a los que comen en el piso. Y en el país de los alimentos abundantes, toneladas se exportan o se tiran a las rutas. Entonces, tendremos una vez más que elegir entre ladrones, corruptos, estafadores, asesinos, mentirosos, violadores, golpeadores, que se diferencian solamente en una cosa. Cuantas sobras reparten de los banquetes que organizan. De las cartas abiertas a los sobres cerrados. Pero todos y todas maldecirán los efectos del monstruo que ellos mismos han creado. Construido. Inventado. Frankestein asesora a los que de la muerte pretenden crear vida, cuando apenas logran de la vida solamente crear muerte.
El ciclo de la muerte continúa. Las leyes represoras de un gobierno son aplicadas por las políticas represoras del gobierno siguiente. División nacional del trabajo. Torturadores buenos y torturadores malos. Torturadores seductores y torturadores repulsivos.
Desaparecidos en dictadura y desaparecidos en democracia. La ley de la convertibilidad: un Poli= un Aguer. Y el Te Deum del Mercado sigue en la necesidad de aumentar productividad, consumismo y endeudamiento. O sea: crónica de otros suicidios anunciados. Pero si el Jefe de Gobierno de la Ciudad se descompensa en la Catedral, si el Presidente se descompensa en Quito, y si todos nos descompensamos con las facturas de los servicios, con el accionar de los servicios, con los precios de los alimentos, que no podemos compensar por el precio de los medicamentos, entonces la descompensación, el colapso, será inevitable.
Quizá ésta sea la única forma para que al Oyam ed 52 lo pongamos frente al espejo de la lucha y de la historia y volvamos a leer 25 de Mayo.
*Por Alfredo Grande para Agencia Pelota de trapo
**Foto: M.A.F.I.A.