Agitar las aguas de la memoria
«Entre altares y Pancartas. Imágenes, luchas y memorias de la violencia institucional», es una muestra de fotografías itinerante gestionada en conjunto entre Archivo y Comisión Provincial de la Memoria, IDACOR Museo de Antropología UNC, H.I.J.O.S. y ARGRA Córdoba, que aborda casos de violencia institucional desde el retorno a la democracia a la actualidad. Allí se reflejan diversas acciones y prácticas que realizan los y las familiares de pibes asesinados en manos de la policía para pedir justicia y conmemorar. Madres tatuadas, grafittis en las paredes, anotaciones, cartas y diplomas escolares, fotografías de álbumes familiares son algunas de las imágenes que se pueden ver en esta muestra.
Por Ayelén Koopmann para La Tinta
Con una modalidad itinerante la muestra va rotando por diversos espacios, escuelas secundarias, centros vecinales, legislatura, tribunales, centros culturales, etc. El objetivo principal es visibilizar qué sucedió con esas personas asesinadas desde las dimensiones más íntimas. Si bien la muestra incluye imágenes de las protestas, las marchas, el costado más público y político de las luchas familiares, el eje más importante está en la construcción de altares y grutas que toman protagonismo, no sólo por el tamaño de estas fotografías, sino también por la disposición escenográfica que adquieren a la hora del montaje. Cuando entrevistamos a Natalia Bermúdez, doctora en ciencias sociales y coordinadora del proyecto que lleva adelante la muestra, al preguntarle sobre el por qué de esos altares , nos advierte que “si bien son prácticas que no suelen ser pensadas como políticas, para mí lo son de una manera muy refinada. Porque las familias buscan evitar la muerte social de los jóvenes, y tornarlos dramas colectivos, a la vez que homenajean a sus muertos”.
La imagen en este caso va superando su capacidad de describir para comenzar a narrar la vida de esas otras que los medios de comunicación hegemónicos denominan como delincuentes, malvivientes, saqueadores. La imagen se vuelve testigo de la presencia humana más allá, nos cuenta la historia de esa persona, sus gustos y sus pasiones, retratados en los objetos que van dejando amigos, amigas y familiares en las grutas, qué hacía en el tiempo libre, con quién pasaba sus horas, quién era. Las fotografías de cartas y de álbumes familiares reconstruyen escuetamente la biografía del muerto.
Sin embargo Altares y Pancartas va más allá de la visibilización, “vincula a las familias en ese proceso, escuchándolos, reuniéndolos con otros familiares, tratando de aportar desde donde podemos a sus dudas, tiempos, inquietudes, articulando la participación que quieran tener en la muestra”. El método antropológico se caracteriza por generar vínculos en profundidad con los entrevistados, apoyándose en ese proceso es cómo las escenas expuestas fueron armadas junto a los familiares. Por eso, la tarea de este grupo de cientistas sociales se torna un desafío a la hora de pensar cómo y de qué manera la investigación se filtra en la intervención y en el trabajo colectivo, tal como explica Natalia Bermúdez: “me parece que es fundamental salir de nuestras comodidades y tratar de dialogar y co-construir con otras personas y organizaciones.”
Cada vez que se monta la muestra nos recuerda, como marcas en la piel, “las continuidades con el pasado reciente, no sólo respecto al accionar de las fuerzas de «seguridad», sino también del pésimo funcionamiento de la justicia y de cierto apoyo de algunos sectores de la sociedad respecto del «merecimiento» de la muerte. Pero también nos interpela desde algunas preguntas sobre la desigualdad de las víctimas, si pensamos que además estos jóvenes provienen exclusivamente de los sectores populares”.
*Por Ayelén Koopmann para La Tinta
**Foto de portada: Ayelén Koopmann