100 días sin Instagram, ¿soportan?
Cada día circulan más contenidos sobre cómo hacer para estar menos tiempo en redes, los motivos de esas decisiones y reflexiones que vienen con abandonar un poco la calle online. En esta nota, conversé con Lisette Coronado, que trabajó una propuesta artística de un diario íntimo y que ahora es un libro sobre sus 100 días sin Instagram.
¿Alguna vez pensaste en salirte de alguna de las redes sociales que más usás? Últimamente, veo más personas que intentan dejar de estar tan presentes en la vida digital, que quieren usar ese tiempo para estar en espacios cara a cara, ya sea con amigxs, en actividades, en espacios nuevos. De hecho, el presidente de Chile comentó en la apertura del Congreso Futuro: «Una de las decisiones que tomé es empezar una transición tecnológica y me compré uno de estos, de los antiguos, sin internet». Explicó que es una forma de desintoxicarse de la hiperconectividad y priorizar la concentración y la conexión real con las personas.
En una nota titulada «Vivir respondiendo», publicada recientemente, las autoras ―que son psicólogas― recogen un poco el sentir de la época sobre la vida digitalizada, la disponibilidad 24/7, la presión de la exposición, los likes, el impacto en cómo nos vemos a través de las vidas de otrxs y un largo etcétera. Pero no es solo un análisis de lo que nos genera el uso de las redes sociales, comparten testimonios de personas que cuentan estrategias que usaron para estar menos tiempo en las redes y que les afecte de otra manera. Es que la cosa se puso más espesa este último tiempo, las dinámicas digitales son cada vez más hostiles, en lo personal y más íntimo, y en lo público y político. El efecto acelerado y voraz del uso de Instagram y X por parte de la gestión presidencial, la convivencia obligada con el mundo troll, el imperioso uso de la IA y el reciente anuncio de Mark Zuckerberg sobre la eliminación de los verificadores de datos independientes para Instagram y Facebook, una medida de similares características a la que implementó Elon Musk en X, muestran la apuesta por el uso de las redes desde un modelo que acrecienta los discursos de odio y la desinformación.
Las redes sociales, para muchas personas, se padecen. ¿Y qué pasa si estoy menos en el scroll? ¿Qué hay en ese tiempo que no lo uso?
100 días sin Instagram es, ahora, un libro y una muestra, pero, antes, fue la decisión que tomó Lisette Coronado: «Me sentía sola y, en realidad, con las personas que me rodeaba no quería estar. Terminé una relación que ya no quería y tocaba atravesar el duelo, y la ansiedad carcomía mis días y hacía muchas cosas a la vez. En ese contexto, tomé la sabia decisión de cerrarme la aplicación por 100 días”.
El libro 100 días sin Instagram, editado por El Brote, escritura creativa, que sale a la venta el próximo 16 de enero, es un autorretrato en forma de diario íntimo, en el cual la autora reflexiona sobre el amor, la ansiedad, sus ganas de morir y honrar a la vida. «Escribir este diario fue una manera de encontrarle sentido a mi vida en ese momento y también despegarme de mis pensamientos, mirarlos de lejos sin juzgarlos. En el libro, hay días que solo quiero drogarme o morir, y otros días donde intento cultivar la paciencia, donde dejo de ser la protagonista y noto que hay otras cosas pasando alrededor. Y me parece hermosa esa dialéctica de hacer convivir algo que parece tan opuesto: querer morir y, al mismo tiempo, valorar los momentos de la vida”, cuenta la autora.
Desde muy chica, supo que el arte era la forma de lidiar con sus emociones. “Mis padres se separaron cuando yo tenía 10 años y recuerdo que hubo un día que discutían sobre las cosas con las que cada uno se iba a quedar. A mí me asustaron los gritos y esa noche me quedé despierta bajo la mesa del living y me dormí ahí hasta que mi madre me encontró. Al otro día, en la escuela, escribí un ensayo sobre eso. Siento que fue el primer contacto que tuve con la escritura”, cuenta Lisette. Años después, se muestra con su escritura en este libro, que es su diario íntimo.
“Tengo un gran impulso de abrir Instagram y me lo estoy aguantando como una campeona. Todos los premios me los llevo”.
Fragmento del diario.
Entrar, ver, buscar, seguir, dejar de seguir eran conductas que le empezaron a generar ansiedad. “Abría la aplicación y mi cuerpo empezaba a moverse, al mismo tiempo, mi cabeza era una ruleta con un montón de pensamientos sobre qué pensar, qué sentir y, luego, mucha angustia. Cada vez que tenía el impulso de abrirla o sentía ansiedad, intentaba enfocarme en el momento presente. A veces, eso se traducía en hacer alguna actividad que sea placentera o escribía sobre lo que estaba pensando, me preguntaba cómo podía mejorar el momento e intentaba cocinarme algo o hablar con amigos. Intentar ensayar estar en el momento presente; eso es mindfulness o conciencia plena, y es un ejercicio constante. El mundo nos quiere haciendo miles de cosas a la vez y no nos sirve. Otras veces, solo me tocaba aceptar la realidad e intentar ser compasiva conmigo y lo que estaba viviendo. Tolerar el malestar, por ejemplo, distrayéndome”.
Volver a las redes
Así fueron pasando los cien días, con mucha conciencia del proceso que implicó. También con plegarias al Gauchito Gil: «Aprendí a rezarle, pedirle promesas, eso siempre me dio fe”, dice la autora, que es correntina, como el santo popular al que le reza. Le pregunto sobre el después, cómo es habitar de nuevo la plataforma de la que se fue con tanto síntoma. Quizá algo de su experiencia nos permite pensar algunas formas distintas de estar ahí o comprender los vaivenes y contracaras de habitarla. Una de las anotaciones de su diario dice: “Pensar en lo importante de ser a solas lo que querés ser en público”, y pienso en cuánto de eso hemos perdido con el uso de las redes, si esa identidad digital que mostramos de nosotrxs no es una forma de performatear quienes somos y, luego, nos quedamos en el vacío de quienes somos en la soledad y por fuera de la pantalla.
“Volví a descargar la aplicación y me olvidaba de que estaba ahí, algo así como haber generado un hábito que es no entrar en automático a mirar. Con el paso del tiempo, eso se volvió habitual, pero lo más importante es que ya puedo identificar con más facilidad cuando estoy en automático, si estoy mucho tiempo o alguna señal de ansiedad. Pienso que el hacer algo diferente quizá no te cambie la vida, pero sí te vuelva un poco menos cobarde y más habilidoso”, detalla la autora.
Claramente, hay un malestar de la época ―conformado por una yuxtaposición de elementos― sobre el tiempo, el uso, las consecuencias de estar en Instagram, X, TikTok. No sé cuáles sean las mejores estrategias, desinstalar, reducir las horas, usar el Nokia 1100 a lo Boric, abandonar la instantaneidad, tener conciencia y control sobre las cuentas que ves, o, al menos, identificar el patrón de comportamiento y consumo al que nos exponen estas plataformas. Es, de mínima, un tema de debate. “Me preguntaron cuál fue mi mayor logro de este año y respondí: sobrevivir”, anotó en su diario Lisette.
*Por Verónika Ferrucci para La tinta / Imagen de portada: Lisette Coronado.