«El mal no existe», la nueva película de Hamaguchi: lo que pase río arriba repercute río abajo
Este mes, la función especial de La tinta en el Cineclub Municipal será con la nueva película del aclamado director japonés, Ryusuke Hamaguchi, ganador del Oscar, Globo de Oro y el BAFTA por su obra Drive My Car (2021). Un film que captura la cara intrigante de la naturaleza, sin restarle belleza ni disimular su peligrosidad. Este miércoles a las 18 horas, les esperamos con las primeras 20 entradas gratis para disfrutar de la pantalla grande.
Por Sasha Hilas y Gonzalo Escamilla para La tinta
El mal no existe (2023) es la última película del aclamado director japonés, Ryusuke Hamaguchi, quien ha saltado a la fama internacional por su obra Drive My Car (2021), ganadora del Oscar, el Globo de Oro y el BAFTA a mejor película internacional. Esta vez, nos ofrece una historia de contrastes entre el campo y la ciudad junto a sus intereses en disputa, como así también imágenes de cohabitación humana y no humana de cautivadora belleza. La composición adquiere más profundidad con el acompañamiento musical de Eiko Ishibashi, que sostiene toda la trama agregando cierto encanto, atracción y misterio a las escenas.
Al interior de un bosque, los primeros minutos transcurren con la imagen hipnotizante de la copa de los árboles. Una niña pequeña llamada Hana camina dejándose atrapar por la vista de una constelación de ramas que cierran el cielo. También persigue el rastro de lo salvaje, buscando huellas de ciervos y plumas de faisanes a lo largo de sus horas de alegre soledad. Lagos congelados, cazadores en busca de ciervos y bosques que cierran el horizonte conviven a la par de manantiales, senderos amigables y el avistaje de diversos pájaros. El mal no existe captura aquella cara intrigante de la naturaleza, sin restarle belleza ni disimular su peligrosidad.
La historia transcurre en un entorno rural cercano a Tokio, donde sus habitantes desarrollan una vida en comunicación y convivencia estrecha con la naturaleza. Este tranquilo paraje se ve trastocado con la inminente construcción de un “glamping”, una propuesta que combina el camping con el glamour para ofrecer finalmente un resort de lujo. El conflicto gira en torno a las consecuencias ecológicas del glamping, principalmente, la contaminación del agua de los manantiales y la amenaza de incendios forestales, temáticas que están emparentadas con nuestros conflictos ecológicos locales sin duda.
La película, que parece desarrollarse solo alrededor de esta disputa de intereses entre el sector desarrollista urbano y el de los locales, va fluctuando desde el comienzo al abrir otras tramas paralelas que aportan tensión e intriga. En la reunión informativa destinada a acercar a la comunidad la propuesta del glamping, el jefe de la aldea toma la palabra y presenta una imagen a modo de advertencia: lo que pase río arriba repercute río abajo. Quienes están río arriba son responsables de lo que ocurra río abajo, de modo que no actuar en consecuencia puede llevar a disputas. Esta imagen puede extrapolarse a todas las relaciones que aparecen en la película, lo que nos revela que la historia no solo hace pie en una problemática ecológica, sino también en las relaciones interpersonales.
La advertencia del jefe de la aldea y las jerarquías que pueblan la trama ―ciudad y campo, padre e hija, comunidad e individuo, jefe de la empresa y sus subordinados― encuentran su sentido en una idiosincrasia japonesa más antigua, que siempre se ha tomado en serio la importancia de la responsabilidad de quienes tienen el poder. Para una cultura con una historia tan larga de guerras internas desatadas por disputas, el conflicto no es algo que se puede ignorar. La comunidad se mantiene unida y firme frente al proyecto del glamping, resaltando y advirtiendo la importancia del equilibrio y de la responsabilidad: «Tus acciones pondrán patas para arriba mi mundo».
La obra de Hamaguchi no se apura por generar sensaciones como la admiración, la extrañeza y la intriga. Construye poco a poco una trama atrapante, llena de misterio y belleza. Los tiempos cíclicos de la labor se combinan tanto con el llamado de lo salvaje que atrae a Hana como con una construcción de la proximidad del peligro y la muerte. Ya sea por la soledad y el silencio de los protagonistas, o por las composiciones de Ishibashi, El mal no existe da forma a una inquietud que captura nuestra atención desde el primer momento.
*Por Sasha Hilas y Gonzalo Escamilla para La tinta.