Hilaria, bordar recuerdos para volver a pasar por el corazón
Hilaria es un emprendimiento que nació en 2021 de la mano de Griselda Tisera y Lucía Nasser. Madre e hija recuperan la tradición familiar del bordado y traman hilos sobre fotos, telas y objetos. Así, traen al presente amores y recuerdos para no dejar morir lo que debe vivir para siempre.
Bordar como tradición, como forma de sostener silencios, esperas, momentos difíciles y celebrar alegrías. Bordar para compartir, narrar recuerdos, construir historias nuevas, hilar pasado con presente. Como la mesa en la cocina y las mujeres de la familia a su alrededor, con hilos, agujas y lanas. Bordar es hacerse red y trama, la misma que la aguja va surcando en el lienzo. Bordar para transformar y hacerle honor a la gente querida. Para no dejar morir.
Hilaria es un emprendimiento que nació en 2021 de la mano de Griselda Tisera y Lucía Nasser. Madre e hija traman historias vividas y regalan recuerdos a las nuevas generaciones de su familia. “Es visibilizar algo que en la historia de las mujeres de mi familia se va a trasladando y enseñando entre generaciones. Mi bisabuela, mis abuelas, varias de mis tías y algunas primas comparten esto de saber tejer, bordar, tejer al crochet y demás. Las agujas y los hilos siempre dieron vuelta. Los pulóveres de la abuela, manteles con bordados y carpetas con los bordados de la época en la que en las escuelas se enseñaban estas técnicas. Era una práctica muy común, sobre todo, en el mundo femenino”, comienza contando Nasser.
Griselda y Lucía crean pájaros de muchos colores, flores, plantas, consignas de reivindicación social. También intervienen fotografías, imágenes de un pasado cercano, como forma de inmortalizar momentos, gestos, en definitiva, recuerdos. Encontramos en este emprendimiento dos líneas de trabajo. Una que tiene que ver con el bordado-bordado y otra que aplica técnicas del bordado y el arte textil a la fotografía. Pequeñas obras de arte nacen sobre telas y papeles. Siempre los hilos y las agujas, como en la cocina de las abuelas, amando la trama.
«Hilaria, tramas bordadas trae en su nombre esto de tramar historias. Así como la sangre atraviesa el cuerpo, los hilos nos atraviesan de generación en generación. Dando valor a esos momentos de encuentro que también son solitarios y, sobre todo, a la paciencia en el proceso”, comparte Nasser. En este punto, es interesante pensar en la paciencia como cualidad, como habilidad para la introspección, ya que el bordado invita a esto en cada puntada, en un ejercicio de ir para adentro. Los hilos van pintando algo que aparece de a milímetros.
Bordar es un lugar de encuentro, dice Lu Nasser y cuenta: «Mi mamá, por ejemplo, acompañaba a mi abuela mientras ella estaba en sus últimos días. Una bordaba y la otra sostenía la lana, unidas en silencio porque mi abuela ya no hablaba. En ese silencio, encuentro un sostén que es algo que me resuena mucho últimamente. Sostener el hilo y la aguja es como sostenernos en la vida. Como una red que se va configurando, sobre todo, en lo femenino, una red que nos une, estemos juntas o no, porque hay un encuentro colectivo”.
Bordar para acompañar las esperas. Griselda borda desde muy chica junto a su madre, sus hermanas, sus tías. Nos cuenta que, en muchas oportunidades, sintió al bordado como la espera o como una compañía en los silencios que atraviesan las esperas. Se recuerda bordando flores mientras esperaba la salida de su compañero preso en la época de la última dictadura militar. “Una forma de transformar ese silencio era, para mí, bordar”, dice.
Nos comparte también los momentos en los que acompañaba a su hija Matilde en un tratamiento por leucemia. Matilde trabajaba en la Facultad de Artes de la UNC y Griselda relata que, a la salida de los controles, acompañaba a Mati a trabajar y la esperaba afuera. Buscaba una sombra y bordaba. Nacieron, en ese momento, girasoles y pájaros de muchos colores. «Eso era transformar la espera. Mientras ella trabajaba, yo estaba ahí sosteniendo, con mucha paciencia, con mucho amor. Tengo un recuerdo de otros momentos en donde yo estaba bordando, Lucía donando sangre y Mati en otra habitación tejiendo. Había algo entre las tres que sobrevolaba esto del sostener y hacerlo con mucho amor siempre. Era lo que nos unía y lo transformábamos en arte”.
El arte textil es un territorio de exploración sumamente amplio, con infinitas posibilidades y conjunciones técnicas. Lucía echa mano a fotografías familiares y las pinta con hilos. Nos explica que la fotografía está muy presente en su familia, ya que su hermano mayor es fotógrafo y comparten la tradición de imprimir fotos al final de cada año y organizarlas en cajas, es decir, cuentan con un registro de los momentos más importantes que pudieron retratar. “Algo que queda ahí guardado para después, como dicen, volver a pasar por el corazón. Sucedieron cosas en la historia de mi familia, mi hermana gemela, Matilde, enfermó y partió”, dice Lucía. Las fotografías hacen tangible la memoria, permiten viajar a momentos vividos, recordar anécdotas, olores, experiencias. Nos muestran el paso del tiempo. “A mí me dieron ganas de revivir esos momentos con mi hermana. Traer al presente la historia juntas. Entonces, ahí empecé a explorar esto de darle color a fotos blanco y negro. Pintar esa imagen plana y darle relieve con el bordado, porque también el hilo tiene esa magia”.
Los hilos transforman el lienzo y nos enlazan con la vida de otras maneras. Griselda nos cuenta que, hace poco, fue abuela y que esto hizo que empiece a bordar cuentos. Cuentos que se transforman en almohadas y juegos. En este punto, el bordado adquiere otra contundencia simbólica. “Ser abuela de Mali ha hecho que descubra bordar cuentos. En un primer momento, fue un cuento que se llama ‘Los pájaros’. Es un cuento que se transforma en una almohada. Esta abuela, que vive del otro lado del mar, en el otro continente, se conecta con su nieta Mali a través de este cuento y este bordado. Para mí, es magia pura. Fue un hilo que llevó a que nacieran bordados diferentes, otros cuentos”, afirma Tisera.
Bordar acompaña desde un ejercicio de pura introspección y paciencia a transitar procesos vitales, entrar y salir de ellos al ritmo de las puntadas. Dejar las huellas de las esperas y las despedidas, pero también de la vida que pulsa ser vivida, que late en presente e invita a jugar y llenarse de colores.
*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta / Imagen de portada: A/D.