Trato hecho, nunca deshecho: pactos, refundaciones y principios del tiempo

Trato hecho, nunca deshecho: pactos, refundaciones y principios del tiempo
4 marzo, 2024 por Gonzalo Assusa

La sociedad también tiene sus leyes y su gravedad, su orden cósmico y sus átomos, sus fuerzas y resistencias. ¿Leíste la letra chica del contrato? ¿Lo firmaste porque querías? ¿Qué pasaba si no lo firmabas? Pes ta ñeaste. #Datitos sociológicos para todas y todos, como si se los explicara a mi abuelo.

Desde hace cinco siglos que las cosas importantes empiezan con contratos que nadie firmó. Un momento Adán y Eva de la sociedad moderna, del Estado y de la explotación capitalista. Escupitajo en la palma, apretón de manos y ya está: sos parte, sos ciudadanía y cobrás salario (porque vos quisiste o porque no quisiste lo suficientemente alguna otra cosa).

Brumario, el tiempo de la neblina baja de la estación otoñal, es el segundo mes del calendario de la Revolución Francesa de 1789. Brumario empieza en octubre, el mes de la Revolución Rusa de 1917, que en realidad sucedió en noviembre del calendario gregoriano utilizado en el mundo occidental, adoptado a posteriori por el gobierno bolchevique. El octubre con k que le da nombre a publicaciones, agrupaciones y películas de izquierda sólo sucedió en Rusia, en las coordenadas temporales adoptadas por el zar: el calendario juliano.

Simbólicamente, refundar es como trazar una línea de partida. Como Macri cuando, luego de un semestre de gestión desmantelando áreas completas del Estado, devaluando, produciendo un shock empobrecedor y publicando un informe del INDEC, declaró a mediados de 2016 que ese era el punto de partida por el que quería que se juzgara el desempeño de su gobierno. Con el 2001 a sus espaldas, Néstor no necesitó artificios para crear in vitro mediático, una crisis que efectivamente existió, con proporciones universales. En 2004, la patria ya empezaba a ser un huevo cósmico surgido de ese primer Big Bang del nuevo milenio.

Todo el mundo dice que Milei es mesiánico, pero su visión de la historia parece menos teleológica que curvada. A veces siento que su modelo es algo así como un Falcon DeLorean que dobla la línea del tiempo sobre sí mismo, yendo en reversa (el granero del mundo de 1900) para prometer un futuro esplendoroso, sentando las bases del progreso por cien años y convirtiendo a Argentina en un faro de luz para occidente (Make Argentina great again).

La cosmología del Pacto (social, fiscal, de mayo) es la misma que la del Decreto (de Necesidad y Urgencia). Para quienes profesan esta religión civil, la sustancia de la vida social reside en los actos de voluntad (individual). La refundación de la patria empieza igual que la invención de la sociedad. Con un pacto.

Los contractualistas

Antes de que la sociología siquiera tuviese ese nombre, el pensamiento perdía el sueño por develar el origen, el punto cero de la sociedad. Y como la dialéctica, los chiflados, las de oro y los delanteros del Barcelona de Pep, la respuesta llegó de a tres: Hobbes, Locke y Rousseau. 

John Locke eligió la más bíblica de las frutas para hablar del comienzo: al estirar el brazo y arrancar una manzana del árbol, el hombre hace un esfuerzo que justifica su propiedad sobre ese bien y crea el derecho a apropiarse de él. Cuando el hombre crea cosas no perecederas (las manzanas tienen esa característica de descomponerse), además de apropiarse, puede acumular (riqueza) en el tiempo. Esa es su versión de la historia de la sociedad: esfuerzo, apropiación, acumulación, desigualdad (legítima).

Thomas Hobbes cuenta una película de terror. Los hombres, para él, no son buenos y se hacen mejores si se los controla. Directamente son malos. Crueles, inclementes y, por sobre todas las cosas, violentos. La libertad en el estado de naturaleza es la guerra de todos contra todos. El pasado de la humanidad es una selva con la ley del más fuerte, con alto riesgo de perder las propiedades y la vida (esos dos, los únicos derechos que reconoce Milei y que olvida que también alguien los tiene que pagar). El origen de la sociedad civil llega con una suerte de sacrificio, una renuncia voluntaria: cada individuo renuncia al derecho a ejercer violencia física contra el resto, a condición de que lxs otrxs también lo hagan. Así, delegan ese ejercicio de la violencia física legítima en un monstruo suprahumano que nace del conjuro civil para ser el único violento, con la misión de proteger lo liberalmente irrenunciable: la propiedad privada (primero de los diez puntos del Pacto de Mayo) y la vida.

Jean-Jacques Rousseau, que suena francés, pero nació suizo, era el Mujica del trío de los contractualistas. Se lo recuerda por sus aportes a los fundamentos de la democracia y el asambleísmo, pero su versión de la génesis de la sociedad fue igual de importante. Su idea del hombre primigenio era la de Tarzán, bueno por naturaleza y en equilibrio con su ecosistema. Su relato es un lamento: la sociedad civil, la dominación y la represión recién fueron necesarias cuando apareció la propiedad privada (un Tarzán que egoístamente decidió cercar una parcela de tierra y declarar que sería suya y de nadie más). En coincidencia con Locke y Hobbes, su idea era que la sociedad fue creada por necesidad para proteger la propiedad. Ellos veían en esa creación desarrollo y seguridad. Él vio opresión.

Hobbes, Locke y Rousseau son fácilmente ubicables en puntos distintos y lejanos del sistema métrico de la ideología política. Sin embargo, sus métodos se replican a la perfección. Los tres querían explicar el origen de la sociedad. Los tres lo hicieron imaginando, como una ficción o un artificio metodológico, un estado de naturaleza a. S. (antes de la sociedad) sobre el que jamás hubo prueba ni evidencia. Y los tres imaginaron que, de ese estado de naturaleza, se salió con un acto de voluntad, una afirmación de libertad del individuo. Firmando un pacto, un contrato social.

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Imagen: Ezequiel Luque

Libertad para morir por contrato

Nótese que la ciencia sociológica moderna se construye en oposición a este tipo de explicaciones, tanto por «imaginarse cómo hubiese sido» (es mejor averiguar cómo fue efectivamente) como por pensar que los fenómenos sociales siempre pueden retrotraerse a simples actos de voluntad. Si el sistema capitalista tuviese su propio Manuel Adorni y se le pudiera preguntar sobre la injusticia y la explotación, él respondería: «No hay nada de injusto en las relaciones laborales. Como en el resto de los mercados, lo que existe es un contrato entre personas libres e iguales. Ese contrato puede interrumpirse cuando una de las partes se siente insatisfecha. Nadie la obliga a ser parte en ese contrato».

La liberación de los siervos de la gleba que dio lugar a la transición del feudalismo al capitalismo significó justamente eso: sin obligaciones de permanecer en un feudo atado a un señor, el hombre podía moverse y migrar a cualquier lugar del mundo en el que deseara vender su única propiedad, su fuerza de trabajo. Hegel, Marx y Milei, con más de 200 años de distancia, coinciden en este punto: si no quiere trabajar, el asalariado tiene toda la libertad del mundo para no hacerlo y dejarse morir de hambre. Al repreguntar en la conferencia de prensa, el Adorni del sistema capitalista respondería: «Sí, efectivamente, es así. VLLC».

A eso, Karl, el periodista, agregaría: «Si fuese un contrato entre iguales, el intercambio debería ser entre equivalentes. Pero luego de trabajar, el asalariado recibe un salario que apenas cubre el costo de su existencia (supervivencia a duras penas) y otro ser se queda con el resto de lo que produjo su trabajo. ¿Cómo llamaremos a ese resto? Plusvalía. Si hay un resto, trabajo y salario no son equivalentes, la ecuación es errónea (pues no está equilibrada), el sistema no funciona y el contrato es una farsa».

Nuestro problema es que siempre estamos corriendo desde atrás con las condiciones de contratos que supuestamente firmamos, sobre la fecha de un nacimiento mítico que sistemática, arbitraria y napoleónicamente siempre eligieron ellos. Hagan memoria: ¿quién recuerda haberle dado aceptar a los «términos y condiciones» de la app de la vida, en el inciso «pobre y sin medios de producción«? ¿Quién recuerda el pacto previo al pacto, que nos arrojó a las condiciones de crisis actual en la que firmaríamos un nuevo pacto?

El brumario cordobés

La refundación de la patria empieza igual que la invención de la sociedad. Con un pacto.

El génesis bíblico tiene, como el inicio de Locke, una manzana y también una víbora.

Milei eligió mayo y Córdoba.

Onganía dijo una víbora.

Francia tuvo su mayo.

Córdoba tuvo dos mayos, el de Deán Funes y el de Tosco. Y en el tiempo curvado de la refundación de la patria mileísta, quizás llegue a tener su tercero.

*Por Gonzalo Assusa para La tinta / Imagen de portada: Ezequiel Luque.

Palabras claves: Javier Milei, sociología

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