Un sueño para el día de los muertos

Un sueño para el día de los muertos
2 noviembre, 2023 por Redacción La tinta

Por Paulina Cruzeño para La tinta

“Los mensajes de los muertos llegan al azar. A los muertos no se les engatusa. Cuando me llega un mensaje del mundo de los espíritus, no puedo devolverlo. No puedo ponerme a elegir. Consideradme una especie de contestador” .
Hilary Mantel

La noche tiene sus propias formas de luz. Las estrellas esparcidas titilando como joyas, las luciérnagas intermitentes, las visitaciones, los refucilos violetas y amarillos sobre la boca negra del cielo. La luna nueva, el reflector de los cazadores, las linternas, la luz mala, los ojos agudos de los felinos en el campo. Los sueños.

En la noche solo se vislumbra, nada se ve con total claridad. Se sospecha, se tantea, se sabe por contraste y referencia. Y es la noche la última frontera, con sus propias figuras, caminos para llegar y volver. Los sueños también son guías y amuletos. Canales de comunicación con el otro mundo.

Los muertos regresan. Aparecen, vienen a mi encuentro durante la noche, mientras duermo y es el sueño ahora un lugar donde podemos estar sin contradicciones. Nada tengo yo que hacer salvo disponerme, estar porosa y atenta. Querer recibirlos, quererlos como si no se hubiesen ido. Y es que no se fueron, están, pero ahora tienen otros requerimientos.

Los sueños son un territorio misterioso, también la muerte. Los sueños son puentes entre el mundo y la tierra de los muertos. Un puente construido con imágenes. Dormir nos pone en contacto con lo muerto. Los espíritus se comunican con los vivos a través de los sueños. Pero, además, la muerte y el sueño se parecen en que ambos nos permiten viajar fuera del cuerpo. El sueño es una forma de muerte más pequeña que la muerte en sí misma. Mientras soñamos, viajamos por distancias más cortas y podemos tener transformaciones reversibles.

La muerte inaugura un estado especial del sueño. Lo vuelve poroso si hay un consentimiento al pacto con el muerto: los vivos prometemos no olvidarlos, celebrarlos, tenerlos presentes, ellos aceptan estar cerca, continuar en su tarea de acompañarnos. El dolor de la pérdida va cesando cuando los muertos aparecen en los sueños, están de nuevo con nosotros. Y a veces hasta se adelantan y nos prestan las primeras imágenes de una vida nueva: la vida sin ellos. En ese anticipo, hay un cuidado, una ternura de suavizar el paisaje de dolor que nos espera.

La noche previa al fallecimiento de mi abuela, soñé que había una mujer en una tumba, pero estaba viva y parada. No la podían acostar porque le dolía el cuerpo. Otras mujeres le daban comida y le hacían masajes para aliviar el dolor, ella decía: esto no va a durar mucho. Y así fue, durante la mañana murió.

Tengo sueños donde los muertos manejan autos. Distintos modelos en distintas rutas. Andan con libertad por el camino. Esas imágenes me indican que están en su lugar, bien, porque los recuerdo, y que yo también puedo estar bien a pesar de su ausencia, ocupada en mis asuntos, en mi auto. Ese es el equilibrio. Cada quien en su movimiento, cada quien en su viaje, pero aún en relación, todavía juntos en el camino.

A veces sueño con muertos que casi nunca me visitan y de repente comienzan a llegar, me traen mensajes cuando más lo necesito. Otras, están tristes, quieren hablar, sobre todo aquellos de quienes no pude despedirme, o incluso ni siquiera llegué a conocer, solo por fotos o relatos familiares. Hay noches que vienen diciendo disparates y el clima es alegre, nos reímos y compartimos cosas que nunca hicimos, ni aun cuando ellos estaban vivos. Es el poder de la oportunidad. Pero también están los que no vienen nunca y ansío, deseo soñarlos y sentir su cercanía. Quizás necesiten más tiempo, tal vez no estén listos y tenga que seguir esperándolos, a lo mejor se fueron con miedo o se fueron muy solos.

Aunque de nada sirve invocarlos, pedirles señales, hacerles preguntas, ellos se mueven con total independencia.

Mi cuerpo es una frontera cada noche entre este mundo y aquel, me dispongo a ser tomada por esas tierras. Aquí estoy, como si escribiera por encargo. Soy su tierra fértil, su pista de baile, su ring de boxeo. No reconozco ninguna interacción ni una conversación de dos mundos activos. Recibo sus imágenes, me dispongo a ellas, luego despierto, registro y hablo, cuento mis sueños y así ninguno está solo, hacemos comunidad, repartimos el afecto, democratizamos el dolor.

Todas las noches cuando me voy a dormir, ya cansada del día y sus demandas, me sumerjo en la posibilidad de esa aventura salvaje, de los encuentros inesperados, la sorpresa me aguarda. Entonces cierro los ojos y estoy en otro lado, en otra vida. Entre los mundos posibles y los olvidados, los vivos, los muertos y los desconocidos.

Será que todo sueño necesita una conversación y nuestros muertos, seguir conversando con nosotros.

*Por Paulina Cruzeño para La tinta / Imagen de portada: Ilustración por Martha Analógica.

Palabras claves: cultura popular, Día de los muertos

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