Brotar es urgente, mi amor
En Córdoba, hay un colectivo artístico ecofeminista que comparte talleres de exploración creativa y viverismo de nativas con otras mujeres. Desde La tinta, conversamos con sus integrantes y nos compartieron los fundamentos y expectativas que tienen para los talleres que comenzaron el mes pasado en la Universidad Libre del Ambiente.
Ya lo dijimos, lo sabemos y comprobamos: la salida es colectiva. Pensar y hacer con otrxs es como pensar y hacer mil veces más y mejor. En estas épocas de pocas certezas, angustias compartidas y desazón, acuerparse, abrazarse y crear juntxs alivia y da esperanza.
En Córdoba, existe “Brotar”, un colectivo ecofeminista que, desde 2018, trabaja generando talleres con mujeres, mediados por la palabra, la creatividad y la siembra de nativas.
“Brotar propone espacios de encuentro para repensar colectivamente el modo en que nos vinculamos con otros seres humanxs y no humanxs, y con el ambiente. A través de la producción conjunta de plantas nativas y de exploraciones artísticas, buscamos modificar la narrativa de separación humanidad/naturaleza, para adentrarnos en una más sensible y potente: la reconexión y restauración”, explican Ailin Gatica Solorza, Lorena Dolce y Cecilia Eynard, creadoras de Brotar, en comunicación con La tinta.
La propuesta concreta de este año comenzó a principios de septiembre, pero nació en 2018 con un ciclo de talleres que se desarrollaron con el apoyo de Extensión Universitaria de la UNC, en Saldán. Cuentan con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes y hace más de un mes se encuentran los viernes en ronda, entre feminidades y desde actividades con base en la educación ambiental atravesada por el campo de las artes. El ciclo de seis tardes en la Universidad Libre del Ambiente tiene como objetivo construir un vivero de nativas mientras se enlazan palabras con las semillas puestas a brotar. Aquí convergen y se trenzan saberes relacionados al cultivo y preservación de la tierra con otros que tienen que ver con las expresiones creativas, plásticas y literarias. En una mesa larga o en ronda, 26 mujeres se disponen a pensar con otras, compartir y despertar sensibilidades. A permitirse las pausas necesarias, los descansos de la tierra, para contemplar lo que brota, lo que nace de ese hacer entre todas. Los talleres son convidados por las integrantes de Brotar y Sofía Kenny, que también participó en la edición 2018.
“En la maduración del Brotar, nos fuimos dando cuenta de que nuestras preguntas estaban abrazadas por el ecofeminismo. Elegimos trabajar con mujeres porque en un mundo en el que las mujeres hemos sido y seguimos siendo una población explotada, una población que vive con miedo a ser violada o asesinada, con un proyecto de ley respecto de las tareas de cuidado aún sin tratamiento, hay un debate que tenemos que darnos respecto a esto y vamos buscando por todas las vías. Con la lucha, con el encuentro entre nosotras. Por eso, es necesario que nos juntemos a sanarnos, a mirarnos, a escucharnos, a darle lugar a nuestra sensibilidad, a contemplar nuestro cansancio. El agotamiento de nuestros cuerpos explotados a lo largo de la historia”, afirma Ailin Gatica Solorza mientras explica los motivos que las congregan. Dar lugar a las palabras, a los sentires, mientras se cultiva y repara el bosque nativo que, al igual que las feminidades, sufre las consecuencias de un sistema extractivista.
Ante esta realidad, acuerparse como forma de resistir es una de las búsquedas de Brotar. En palabras de Lorena Cabnal -cofundadora del Movimiento Feminista Comunitario Territorial de Guatemala-, acuerparse genera energías afectivas, rompe fronteras, posibilita cercanía e indignación colectiva a la vez que revitaliza, renueva las fuerzas para recuperar la alegría. Como desde Brotar cuentan, el colectivo hace una apuesta a los sentidos vinculares-territoriales.
“Nos interesa sumarnos a la construcción de sentido respecto al modo en que habitamos esta tierra y cómo nos vinculamos con otros seres humanos. Brotar es un espacio de encuentro para sentir y pensar de manera creativa y colectiva el modo en que nos vinculamos con el territorio-ambiente, con el territorio-cuerpo: con el mundo que nos rodea”, dicen desde el colectivo y, en esto, subrayan cuestiones que tienen que ver con un espacio amoroso, de cuidado, escucha y abrazo de todas las sensibilidades que se despiertan y celebran durante los encuentros.
Las herramientas y dinámicas de los talleres de Brotar tienen que ver con la transdisciplina o, más bien, como lo explican las integrantes del colectivo, “con un trabajar en las fronteras, trenzando saberes”. Tienen como hilo conductor el vivero de nativas y muchas actividades de sensibilización que traen herramientas de las artes visuales, la fotografía y la literatura. “Desde las artes, porque es un campo que permite el diálogo político y poético que nos viene bárbaro para hablar de estos temas. Trabajamos desde la transdisciplina o, mejor dicho, desde una indisciplina. Encontramos técnicas que nos vendrían bien para hablar de algo y las tomamos y las mezclamos con poesía, foto, escultura, expresión corporal, performance, con lo que no nos dé la gana. El arte nos permite materializar todo lo que vivenciamos”, dicen.
“Hacer con otras te pone el cuerpo, la cabeza, la energía dispuesta de otra manera. Se va construyendo un clima de confianza. La dinámica de trabajar con plantas nos permite disparar un montón de temas en relación con lo ambiental y al género. Brotar posibilita en el proceso que lo que se dice no quede solo en enunciados, sino ejecutar, hacer cosas y multiplicar las capacidades. Es una forma de ofrecer herramientas para que el activismo se pueda sostener por diferentes caminos, que te lleves saberes para multiplicar en otros lugares”, detallan desde el colectivo.
En Brotar, entienden que convocarse en torno a cuestiones ambientales y de género es urgente. Por eso, proponen generar un nuevo ecosistema que se abre al encuentro, “para que broten las semillas de cada quien que están atravesadas por la propia historia del cuerpo y la historia de la interacción con el territorio que cada una trae. Estamos convencidas de que somos el territorio que habitamos y que nuestra historia habla de esa interacción con las personas y los seres con los que nos vinculamos. Desde ahí buscamos crear”, afirman y agregan que “tal como en un bosque existe la cooperación, una red y hay biodiversidad, nuestra idea es impulsarnos desde ahí para que surja la creación. Necesariamente desde lo colectivo. Brotar implica una comunidad porque la metáfora a la que siempre volvemos es el bosque que tiene el lenguaje de lo diverso”, concluyen.
Construir mundos sensibles, verdes, hacerlo entre todas. Desde la observación, el maravillamiento. Cuidar, generarnos esperanzas y que, pase lo que pase, nos encontremos juntas, cultivando, sanando, creando.
Brotar es urgente.
*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta / Imagen de portada: Sofía Kenny.