VIH y violencia de género
El 1 de diciembre fue el Día Internacional de Acción contra el SIDA. Es fundamental hacer una lectura sobre este virus con una perspectiva de género.
El Día de Acción contra el Síndrome de Inmunodeficiencia Humana (SIDA) se conmemoró por primera vez en 1988 y desde entonces ha matado a más de 25 millones de personas en todo el planeta, lo que la hace una de las epidemias más destructivas registradas en la historia.
El virus de inmunodeficiencia humana (VIH) es una infección crónica, que no tiene cura pero sí tratamiento y afecta las células de la defensa, encargadas de protegernos de las enfermedades. El Síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) es la etapa avanzada de la infección causada por el VIH. Este proceso aparece cuando el VIH debilita las defensas del cuerpo, predisponiendo a las personas a desarrollar enfermedades. Con tratamiento se puede evitar llegar a la etapa de SIDA y si esto sucediera también se puede controlar la infección y volver a la etapa de infección sin síntomas o que sean leves.
El VIH se transmite de varias formas: relaciones sexuales sin protección con una persona infectada, por uso compartido de inyectables o canutos, por transmisión vertical de madre a hijo -ya sea de manera intrauterina, durante el parto o por la lactancia materna- y a través de lesiones abiertas, heridas o cortes en la piel.
Las mujeres
Los datos indican que alrededor de mil mujeres jóvenes por día resultan infectadas por el virus en todo el mundo y que existen diferencias regionales significativas en la proporción de mujeres que viven con VIH, en comparación con los hombres.
En América Latina, el 30% de las personas adultas que viven con el VIH son mujeres. En la Argentina las cifras son similares: alrededor de 110 mil personas viven con VIH, un tercio de las cuales son mujeres. La tasa más elevada de casos entre las mujeres se da en el grupo de 25 a 34 años, seguidas por las de 35 a 44. Esto se debe a que el test de VIH es obligatorio para las embarazadas, por lo que más mujeres acceden a su diagnóstico en la edad fértil.
Es importante aclarar que si bien todas las personas estamos expuestas a contraerlo, no todas en la misma medida. En una entrevista, Adrienne Cruz -especialista principal en Género de la Organización Internacional del Trabajo y coautora de una publicación acerca del vínculo entre el género y el VIH/SIDA- explica: “Las normas sociales de género relacionadas con los papeles, las expectativas y las conductas ‘femeninas’ y ‘masculinas’ influyen enormemente en el acceso de hombres y mujeres a la información y los servicios asociados al VIH, así como en sus actitudes y su práctica sexual”.
El sexo anal constituye la práctica sexual de mayor riesgo de infección del virus. Para el integrante de la pareja VIH negativo, el sexo anal receptivo (pasivo) es más riesgoso que el sexo anal insertivo (activo). A su vez, las relaciones sexuales vaginales son la segunda práctica sexual de mayor riesgo.
Mientras los métodos anticonceptivos están pensados para que sean casi de uso exclusivo de las mujeres, el método más usado para prevenir el contagio del VIH actual es de uso masculino, el preservativo. Esto constituye violencia sexual, ya que una vez más no podemos decidir voluntariamente acerca de nuestra vida sexual.
Cruz explica que la subordinación en las relaciones -en las que a menudo, se espera de las mujeres que sean pasivas e ignorantes de las prácticas sexuales- “menoscaba en gran medida, su capacidad para negociar el uso del condón” -que garantice un sexo más seguro-, o inclusive para “rechazar las relaciones sexuales inseguras”. Y mientras los métodos anticonceptivos están pensados para que sean casi de uso exclusivo de las mujeres, el método más usado para prevenir el contagio del VIH actual es de uso masculino, el preservativo. El preservativo femenino casi no se consigue, no se comercializa en las farmacias y tiene un altísimo costo. Claro está, esto no es una coincidencia. No sólo desliga a los varones de la no reproducción, sino que también les otorga el poder de decidir cómo y cuándo usarlo. Esto constituye violencia sexual, ya que una vez más no podemos decidir voluntariamente acerca de nuestra vida sexual.
En el caso de las mujeres trans, las condiciones de salud generan que en su mayoría la expectativa de vida sea de 35 años. Y la violencia a la que se someten en los centros de salud que no están preparados para atenderlas, logra que el acceso al test o el tratamiento en caso de contraerlo, se haga muy difícil. A su vez, tampoco tienen las mismas oportunidades laborales, por ende en la mayoría de los casos, no cuentan con obra social.
Derribando mitos
Casi nadie sabe que el 90% de las mujeres argentinas que contrae el VIH es por vía heterosexual y en esos casos el principal origen o fuente de la transmisión es su pareja estable. En el hombre, a diferencia de las mujeres, la infección se da por relaciones sexuales ocasionales. Y en comparación con los hombres, las mujeres consultan antes y llegan con anticipación al diagnóstico, sin embargo, tienen menos adherencia a los tratamientos, y a asistir a las consultas. Muchas veces se puede entender como descuido, pero no hay que perder de vista que en general resulta difícil poder realizar controles periódicos y cuidarse, cuando en muchos casos tienen a su cargo la salud de otras personas, tendiendo a dejar de lado la propia.
Anticoncepción, embarazo, lactancia y VIH
Además del uso del preservativo como única forma de prevenir la transmisión del virus, es importante y un derecho, saber que las mujeres que viven con VIH y no tienen síntomas o son leves, pueden usar métodos anticonceptivos hormonales sin restricciones al igual que el DIU de cobre u hormonal. En caso de contar con síntomas se recomienda hacer consultas para asegurarse del uso de métodos anticonceptivos.
En América Latina, el 30% de las personas adultas que viven con el VIH son mujeres.
Es posible llevar adelante un embarazo sin dificultades y se recomienda tomar medicación durante todo el proceso. Puede producirse un parto normal o por cesárea y está recomendado no lactar, ya que esto aumenta la posibilidad de transmitir el virus al recién nacido. Sin embargo, es necesario aclarar que esto depende del contexto: si hay posible desnutrición, amamantar es necesario.
Entonces, la violencia ejercida contra mujeres y niñas elevan su riesgo de infección por VIH en muchos casos, por ejemplo explica Cruz que “la dependencia económica respecto al varón reduce la capacidad de las mujeres para negociar la práctica de un sexo más seguro y, con frecuencia, les impide pagar servicios de salud como la realización de las pruebas del VIH, o procurarse tratamiento. En mujeres y niñas repercute más la carga de atender a familiares enfermos, que se suma a su carga de trabajo no remunerada, y limita su acceso a la escolarización y a las actividades generadoras de ingresos”.