“Casi no me reconozco y me encanta”: llega la primera novela de Cairo Elio
Animal de compañía es la primera novela del artista y escritor Cairo Elio, editada por la flamante Ojo de Loca. La novela nos muestra la vida de Checho en primera persona, un alfarero que intenta moldear sus relaciones con el mundo y los afectos del mismo modo que lo hace con la arcilla.
Por Sasha Hilas para La tinta
“Casi no me reconozco y me encanta”, confiesa Checho, el protagonista de Animal de compañía, la primera novela del artista y escritor Cairo Elio. En la novela, Checho nos cuenta su vida y los momentos que comparte con amigxs, amantes, familia y Elisa, su perrita. Las fiestas, el sexo, su labor de alfarero, las estaciones y los recorridos en bici.
Me pega el aire en la cara y la camisa se abre, imagino que soy un superhéroe y la camisa es mi capa, acomodo mi cuerpo hacia adelante, el pecho hacia el manubrio y mi culo hacia vos, parece que estoy volando.
Checho no se guarda nada y da cuenta de todo, testimonia los momentos que siempre están cargados de la tensión entre lo que quiere y lo que se anima a hacer, cargados del cuerpo y del pegajoso vínculo con lxs demás. A Checho le gusta hacer muchas cosas, pero por sobre todo, siente un apego conflictivo a intentar volverse claro.
Animal de compañía nos sumerge en el dificultoso arte de dar cuenta de sí. Tanto Checho como su entorno intentan una y otra vez volverse legibles mediante las palabras; quieren explicarse, encontrarle los bordes a sus acciones, atrapar sus incomodidades, conquistar sus intereses. La perrita Elisa, la casi inseparable compañera de Checho, parece la única en comprender el clima afectivo del protagonista y es un espacio de calma que no le pide explicaciones. Solo disfrutan de una compañía corporal, al margen de las palabras.
Recorro el pasillo con la emoción de alguien que realmente me gusta, mi pecho vibra y ahora solo me impulsa hacia delante, mis piernas quieren seguir el ritmo y doy un salto, otro. Me río, abro, Elisa me muestra la panza y mueve la cola, le cuento que el chico que me gusta me besó y que ahora nos vamos a dormir.
En la lectura, el tiempo en la narración adquiere bordes, es material y táctil. El tiempo se estira o se compacta, ya no sigue la perfecta división del reloj. Es que en Animal de compañía, el tiempo se teje con la misma materialidad viscosa y flexible de las emociones, del placer y del disgusto. Hay instantes que parecen durar semanas y momentos cuyo golpe resuena meses después. El tiempo es pesado, se detiene, avanza o vuelve sobre sus pasos, porque está cargado de la vida singular de Checho, desde su propia narración.
Si hablamos de testimoniar lo que nos pasa, y de un tiempo que se vuelve viscoso y denso, es porque el cuerpo está metido en el centro del relato. La novela narra el cuerpo de Checho por su propia voz. Aunque dar cuenta de sí sea un problema, Checho detalla sensaciones y placeres mínimos, cómo se va formando —¿o performando?— una decisión a partir de los movimientos del cuerpo: los dedos que escriben un mensaje, una boca que se expande, los olores que le gustan y lo empujan. Su cuerpo es el protagonista de su historia, no un mero accesorio material de la mente. Y como el cuerpo es el núcleo del relato, la comunidad corporal que integra con sus amigxs no sólo aparece a través de los mates, la fiesta y el sexo, sino también a partir de otros disfrutes del cuerpo en movimiento, como la bici y la alfarería.
Todo en la vida de Checho es una vida “normal”, pero múltiples decisiones lo apartan de algunos caminos seguros y guiones afectivos más obvios, aquello que se supone que tiene que hacer y sentir para ser correcto. Estos desvíos no cambian radicalmente su vida, pero sí la desplazan hacia lugares más creativos y exploratorios. Checho se pregunta si tiene que aceptar ciertas formas del amor y del sexo, si no puede hacer de ellas algo menos pesado y agobiante para volverlas más divertidas y lúdicas. Valora la compañía y el amor de Elisa, su perrita, por encima del de muchos humanos. Se pregunta cómo quiere vivir su vida y qué significa el paso del tiempo para él y lxs demás.
Se trata de mí, de lo que hice para ocupar mi tiempo de una forma más creativa, de no seguir el caminito que tenía dibujado, sino de abrirme y buscar otra cosa, no buscarme a mí, sino otra cosa que me transforme.
Sin embargo, las preguntas no vuelan en un plano mental, sino que son su cuerpo y deseo los que orientan nuevas direcciones. Las discusiones de Checho consigo mismo y con las demás personas no están centradas ni sobre él ni sobre el mundo. Al contrario, la novela pone todo el tiempo el peso en la relación: Checho y el mundo no son puntos fijos, sino posiciones interactivas. En esa interacción y negociación, el protagonista, como buen alfarero, intenta darle forma a la materia de su mundo, el recorte de arcilla que le ha tocado para sí.
Sé que a veces me comporto fatal, dice Dárgelos. Tengo una especie de maldición, una que gozo muchísimo. No hago cosas que no quiero hacer (…) Gustavo me dijo una vez que no iba a poder vivir siempre haciendo lo que quisiera, que tenía que aprender a hacer cosas que no me gustan. Llevo años intentando mostrarle que estaba equivocado, hoy eso que me dijo es un gran consejo, solo algunas cosas que debo hacer aunque no quiera, dejando de lado el placer de mi rebeldía propia de decidir dejar algo para otro día. Se me acumulan cosas y al final no es tan grave, ni ir, ni acumular un poco. Pero llegó finalmente el día, supongo, me convenzo.
En una carta a su amigo Gerschom Scholem, Walter Benjamin le contaba con entusiasmo que se había apropiado de una interesante formulación kafkiana: actúa de tal forma que los ángeles tengan algo que hacer. Dejar de actuar con discreción y normalidad, moverse por rutas más creativas y acaso hacer alguna travesura que ponga en apuros a estos celestiales seres alados. Si bien Checho coquetea con la normalidad, con lo que se espera de él, el desarrollo de la novela lleva a este muchacho por guiones menos obvios y más inventivos, a la construcción de un mundo afectivo y corporal que le siente mejor. Para que los ángeles le pongan atención y velen por Checho y su mundo.
La presentación del libro es hoy, martes 11 de julio, a las 20 h en ParáLoka!, bar cultural ubicado en Mariano Fragueiro 1576. La entrada es libre y gratuita.
*Por Sasha Hilas para La tinta / Imagen de portada: Diana Segado para La tinta.