El anarquista de los yerbales
El 30 de noviembre se celebró el Día Nacional del Mate. Recordamos a Eusebio Mañasco, anarquista revolucionario. Territorio Nacional de Misiones. 1920. San Ignacio. Yerba Mate. Empresas cultivadoras. Muchos Obreros, pocos dueños. Muchos pobres, pocos ricos. Muchos explotados, pocos explotadores. El poder del dinero por un lado; Eusebio y los obreros yerbateros por el otro.
Década de 1920. Territorio Nacional de Misiones. Pueblo de San Ignacio. Un lugar pequeño, un pueblo diminuto… pero… agitado.
¿Quién no ha escuchado, o a quien no le han enseñado o metido en la cabeza, que aquí en Misiones… sí, aquí en Misiones, ese inhóspito territorio de indios y malandras, mensues y abusadores legitimados, nunca ha pasado nada? Que aquí nunca, aún hoy dicen, no pasa nada.
Insisto con la idea.
¿Como es?… ah si, ahora recuerdo: “crecer más, crecer en paz”… al carajo con ese estúpido slogan salido mas de una campaña publicitaria que de un político con convicciones.
Bueno… pero vuelvo a situarme en el tiempo y en el espacio: 1920, pueblo de San Ignacio. Unos pocos teniéndolo todo, muchos teniendo nada (nada más que su propio lomo y sus manos curtidas, o a punto de ser rasgadas por la yerba). Aquí se le dice yerba a la hierba mas famosa de todas. Si, la yerba mate, de la que pocos hacen fortunas, y muchos no reciben mas que míseros centavos. Es que la historia no se repite, continúa…
Lo que pasaba en San Ignacio en 1920, es que esos tantos sin nada se habían dado cuenta de que podían dar pelea, desde adentro y desde afuera. Es que en 1915, había llegado al lugar alguien de Paraguay; un hombre que los había avivado, enseñado, mostrado la maravillosa alternativa del cambio social. Un quilombero divino llamado Eusebio Mañasco, fogista(1) él, militante él, obrero él, revolucionario él.
En el San Ignacio de los años veinte, vivían unos pocos ricos, que hacían fortunas gracias a los grandes beneficios que daba la actividad del cultivo extensivo de la yerba mate, dueños, por supuesto, de las empresas dedicadas a esta lucrativa actividad. Allí tambíen (sobre)vivía una numerosa población de peones yerbateros convertidos en obreros de estos establecimientos, colonos inmigrantes, pequeños comerciantes, y los representantes de las fuerzas del orden y del Estado territorial, o sea, los policías y jueces.
A principios de siglo, los ricos habían establecido en San Ignacio, tres grandes empresas plantadoras de yerba mate. En estas empresas, trabajaban una gran cantidad de peones: la mayoría de la población de la zona estaba empleada en ese rubro. Estos establecimientos operaban bajo modos de producción capitalista, y por medio de mecanismos de fuerte coerción de la mano de obra. Los obreros estaban expuestos a extremas condiciones de trabajo, alcanzando niveles de explotación similares a los experimentados por los mensús en los obrajes del Alto Paraná. O sea, en términos mas sencillos, los re–quete–contra–explotaban.
Entre las muchas injusticias que existían, por ejemplo, los salarios dados a los obreros eran pagados mediante vales, que sólo podían ser canjeados por mercaderías en los almacenes de las propias empresas platadoras que las vendían a precios mas elevados que el real. Ni hablar de las condiciones de trabajo existentes allí, y de la naturaleza de los trabajos que debían realizar los obreros misioneros.
Pero por suerte apreció la luz entre tantas tinieblas. En el año 1920, se constituyó el Sindicato de Obreros Yerbateros de San Ignacio, el SOY, a iniciativa de Eusebio Mañasco, militante de la Federación Obrera Marítima, FOM y delegado en Misiones de la Federación Obrera Regional Argentina, FORA. La FOM era el sindicato marítimo más poderoso del país, y la FORA, era la federación proletaria mas importante de esos años, primero en manos de los anarquistas y luego de los sindicalistas revolucionarios.
Mañasco era foguista del barco paraguayo El Pángaro, propiedad de la compañía Barthe y Cía, que realizaba la travesía Buenos Aires–Misiones, cargando material de los yerbales de San Ignacio. En sus viajes, Mañasco vió de cerca la explotación de los obreros yerbateros y decidió radicarse en el pueblo, acercarse a ellos y fundar el SOY en junio de ese año de 1920. Y bueno, los obreros se juntaron y organizaron las primeras huelgas contra la explotación sufrida en las tres empresas, sin saber que (quizás si lo sabían) se enfrentaban al poder del pueblo, a los burgueses, al Estado y a los alcahuetes del capital y de la propiedad privada. Pero a Mañasco y a los peones eso no les importó y le dieron pa’ adelante.
No es dificil adivinar que pasó, aunque la realidad muchas veces, y en este caso la realidad histórica, supera a la fantasía y a la ciencia ficción. Pero lo que sigue es lo mejor de esta historia.
Sigue la historia
A pocos días de haberse constituido el Sindicato de Obrero Yerbateros, SOY, se organizó la primera huelga, que terminó con el triunfo de los obreros yerbateros y la aceptación de un pliego de condiciones, que contenía entre las exigencias, la reducción de la jornada laboral a ocho horas, el descanso dominical, el reconocimiento del sindicato y la abolición de los vales.
Uno de los establecimientos, el más grande: La María Antonia, mostró reticencias a la hora de aceptar las condiciones de los obreros, y sucesivamente intentó romper con el convenio, primero pretendiendo imponer nueve horas de trabajo, luego intentando rebajar los sueldos, y por último, despidiendo a cuarenta obreros sin justificación. Esto llevó a nuevos conflictos que se tradujeron en tres huelgas más, con el consiguiente triunfo del sindicato.
En octubre de 1920, un nuevo enfrentamiento se desató cuando las tres compañías plantadoras unieron sus intereses de clase y exigieron a sus obreros que se desafiliaran del SOY e impusieron el trabajo dominical. Además, les obligaron a afiliarse a un sindicato paralelo propatronal, la Liga Patronal Obrera o Liga Palacios, presidida por Jesús Palacios, primo de los dueños de la Maria Antonia y administrador de la empresa. Sin duda, un mecanismo utilizado para desarticular al SOY. Como consecuencia de aquellas exigencias, el sindicato convocó a una nueva huelga, la que se prolongaría hasta el año siguiente.
Mañasco cuenta en sus memorias que durante ese conflicto, el propio Palacios, en representación de las tres compañías, intentó sobornarlo para que renunciara al sindicato, y que ante su negativa, lo amenazó de muerte.
Y acá la historia da un giro inesperado con consecuencias esperadas y más que obvias.
En julio de 1921, apareció asesinado un colono de la zona llamado Allan Stevenson, que al parecer trabajaba para La María Antonia, y Mañasco fue detenido sospechoso de haber estado implicado en el crimen.
Rápidamente el militante paraguayo fue llevado a juicio junto a otros cuatro hombres que supuestamente estaban involucrados en el caso. El juicio estuvo plagado de irregularidades y no existieron directas acusaciones contra Mañasco.
El alegato del fiscal se apoyó en suposiciones, creencias, y en ninguna prueba contundente. La fiscalía local pidió una condena a Mañasco por instigador, y el juez Floricel Pérez, que llevó adelante el juicio, lo condenó por homicidio. El juez Pérez era un letrado que en una oportunidad elevó un informe a las autoridades nacionales sobre la extrema explotación a que eran sometidos los mensús en el Alto Paraná, pero no le tembló el pulso para condenar a Mañasco.
Incluso algunos de los acusados fueron alojados como presos en la propia casa del juez. De los policías implicados, se destacaron el comisario Quiroga, acusado por los testigos de torturador y de violador de la compañera de Mañasco. Tambien el oficial Leandro Verón, que al parecer, todo hace indicar que es el mismo que quince años después sería el principal represor de los colonos durante la protesta agraria de 1936 en Oberá, conocida en la historia como La Masacre de Oberá.
Testigos confesaron haber sido obligados a declarar en contra de Mañasco mediante torturas y fuertes castigos de manos de los policías de la zona, de las cuales también fue víctima el propio Mañasco. Su mujer, Mónica Bellazar, confesó haber sido violada por policías y obligada a declarar en contra de su compañero.
Reflexión al margen: abuso del poder, abuso de las fuerzas del orden, torturas, violaciones a mujeres, etc. Pienso en 1975 y en lo que vino luego. La historia no se repite, continúa
Selladas las sentencias, la explotación de los obreros de San Ignacio y la condena de Mañasco repercutieron enormemente en el seno del movimiento obrero organizado de la Argentina, en manos de anarquistas y sindicalistas, las dos principales vertientes ideológicas de entonces entre el proletariado nacional. Se organizaron numerosos mitines y movilizaciones masivas por su liberación.
El anarquismo organizado estaba representado por la FORA del V Congreso, en manos de la corriente anarcosindicalista y enfrentada con los sindicalistas revolucionarios agrupados en la FORA del IX Congreso, divididos ambos desde 1915. En 1922, los sindicalistas fundaron la Unisón Sindical Argentina, USA.
La solidaridad anarquista estuvo representada por importantes protagonistas del movimiento libertario de entonces. Militantes del periódico La Antorcha, como Horacio Badaraco y Domingo Varone, expresaron su solidaridad por Mañasco, del mismo modo que lo hizo el italiano Severino Di Giovanni, otro destacado ácrata, representante del anarquismo expropiador.
Del lado del movimiento sindicalista revolucionario, la solidaridad provino de las filas de la USA, cuyos dirigentes presionaron al gobierno nacional para que indultara al militante paraguayo.
Se organizaron grandes mitines que obligaron a llevar el caso a la Corte Suprema, la cual ratificó el fallo pero redujo la condena a 25 años de prisión. El proletariado siguió firme en sus reclamos y de la mano de los sindicalistas, que tenían buena relación con los gobiernos radicales, lograron el indulto del presidente Marcelo T. Alvear en 1927.
El caso contra Mañasco fue un proceso ocurrido hace más de 80 años, de manera que es muy difícil llegar a la verdad. Lo que sí queda claro es la existencia de numerosas irregularidades y atropellos en ese sumario judicial, y cómo los capitalistas yerbateros, en connivencia con policías y jueces, aprovecharon la muerte del colono para desplazar al líder obrero y desarticular la lucha del proletariado de San Ignacio, que claramente atentaban contra los intereses de esa burguesía local.
Mañasco libre, cumplió con lo que habia prometido en prision. Volvió a San Ignacio y continuó su lucha por organizar a los obreros y darle pelea al poder local. Qué paso despues, es tema para otro capítulo.
Esta historia es para aprender y no sentirse solo. Si en algun momento sentís el deseo y la necesidad de levantarte contra la injustica, el sistema, el poder y cambiar la realidad de esta aburrida y adormecida sociedad misionera, acordate de Mañasco y los obreros yerbateros que estarán alli para guiarte.
*Por Diego Schroeder en Izquierdos Humanos y Revista Superficie.
(1) Foguista era un oficio de aquella sa epoca. Dicha tarea consistía en la alimentación a leña de la caldera de los barcos a vapor que navegaban por los rios inerirores de argentina, como el río Paraná.