Me duele todo, ¿tendré fibromialgia?
Desde hace un tiempo, esta palabra difícil se escucha mucho más. Muchísimo más. La fibromialgia es una enfermedad ligada directamente al estrés, que parece haber cobrado efervescencia post covid. Desde La tinta, hablamos sobre esta patología -sus mitos, sus síntomas, el dolor persistente y las posibles salidas- con la médica especialista Jessica Borenstein, para sacarnos dudas y desmitificar un poco un tema que nos viene cercando.
Por Soledad Sgarella para La tinta
“Me duele todo, ya me hice mil estudios y no tengo nada, pero me duele todo”, dice un amigo. “No sé si fue después del dengue o de tener covid, pero ahora duermo mal y a la mañana me cuesta arrancar, duele levantarse”, relata otra. “Ya me hice hasta resonancias, hago fisio y acá sigo. Dice el médico que debe ser fibromialgia, que tome analgésicos”, cuenta una compañera de trabajo. Así, mil testimonios más y muchos de ellos de personas jóvenes.
¿Cómo se puede sentir dolor si todos los estudios dan bien? La Dra. Jessica Borenstein, autora del libro Fibromialgia: cómo pensarla, abordarla y tratarla, es especialista en psiquiatría y es magíster en psiconeuroinmunoendocrinología (PNIE). Esa palabra larguísima quizá contenga en sí misma el paradigma que pueda ser la llave para empezar a mejorar nuestra calidad de vida. Como indica la médica en diálogo con La tinta, la PNIE no es una especialidad, sino una disciplina y es una mirada que atraviesa a las especialidades. Entiende que las patologías se generan por disfunciones de la red psico-neuro-inmuno-endócrina: “A mí me gusta más llamarla red BIO-PNIE, porque la forma de funcionar de esta red va a estar determinada por la historia personal del individuo y posibilita entender que las enfermedades se producen por muchos factores que provocan un desbalance en esta red. La repercusión va a ser integral en nuestro organismo, afectando nuestros pensamientos, emociones, alterando nuestras hormonas y sistema de defensa”.
Desde esa perspectiva, Borenstein nos explica que la fibromialgia (FM) es una enfermedad del sistema nervioso central (cerebro y médula espinal), en donde hay una alteración en la percepción y en el procesamiento del dolor, y que tiene una prevalencia mundial del 2 al 4% de la población mundial.
Jessica es muy activa y generosa con sus saberes en redes, y así la conocí, en un vivo con el neuropsiquiatra Pablo Castañón. Allí, Borenstein decía que hay que desmitificar y ofrecer otra mirada para poder comprender la enfermedad y comenzar a visualizar la salida.
“Es difícil comprender la fibromialgia desde el paradigma médico clásico, donde se habla de enfermedades del ‘cuerpo’ o de la ‘mente’. Su complejidad genera que tengamos que actualizarnos en paradigmas más integrales como el de la psiconeuroinmunoendocrinología”.
La cuestión de los mitos, dice la doctora, viene de larga data: “Primero, vinculados a si es una enfermedad o no -por suerte, cada vez menos frecuente, ya que hace más de 30 años sabemos por la Organización Mundial de la Salud que hay evidencia suficiente para clasificarla como tal-. Los síntomas de la fibromialgia son muchos: dolores generalizados, fatiga física o mental, trastornos del sueño, disfunción cognitiva, hipersensibilidad a otros estímulos como luces fuertes, sonidos fuertes, cambios de temperatura, intolerancia química. Síntomas digestivos, migrañas, bruxismo. Ansiedad, depresión. Debido a esta cantidad de sintomatología y dado que las y los pacientes concurren a muchos especialistas previo a un diagnóstico, las y los profesionales de la salud se fueron actualizando y la duda acerca de su existencia fue mermando por su propio peso”.
Otro de los mitos, agrega, es que es una enfermedad “de causa desconocida”, un mito ligado a algo de la medicina clásica: la existencia o no de alteraciones que puedan verse en un análisis de laboratorio o una resonancia. “Lejos de esta premisa, la fibromialgia es una enfermedad multifactorial, en donde se ponen en juego (valga la redundancia) muchos factores: genéticos y ambientales, predominando, en este caso, los ambientales que, por mecanismos que hoy llamamos “epigenéticos”, van a provocar el encendido de síntomas”. Actualmente, detalla, el diagnóstico sigue siendo puramente clínico: quienes se especializan en esto se basan en escalas, técnicas del screening, clasificaciones actualizadas y también descartan, junto a otras especialidades, los diagnósticos diferenciales, es decir, las otras enfermedades que pueden dar síntomas similares.
Estrés, dolor nociplástico y fibromialgia
Borenstein plantea que es el estrés crónico el factor más relevante en fibromialgia: antecedentes de episodios adversos en la infancia como abandonos, abuso psicofísico, situaciones de bullying escolar, accidentes, cirugías, enfermedades virales importantes. “Todas estas situaciones pueden provocar que el sistema nervioso se vuelva disfuncional y, al quedar en alerta, empiece a generar dolor”, agrega.
Como recuerda la médica en sus redes (donde es muy generosa con sus conocimientos), los seres humanos contamos con un sistema nervioso autónomo, dividido en dos ramas: simpático y parasimpático. El sistema nervioso simpático se encuentra desregulado en pacientes con FM, porque hay un exceso de sustancias secretadas (adrenalina y noradrenalina) y hay una hiperactividad del mismo que nos mantiene en “alerta y alarma», y no nos deja descansar, o sea, «reparar» por las noches.
“¿Por qué se dispara esta disfunción autonómica? Bueno, aquí está la clave, el famoso ‘estrés’, donde podemos incluir: problemas vinculares, laborales, infecciones, cirugías, accidentes o cualquier otra situación que a cada persona (se trabaja con la individualidad) le haya resultado estresante. Este exceso de sustancias circulantes son las que, entre otras cosas, van a generar este dolor primario y nociplástico tan característico de la FM”.
Este modelo de dolor, destaca Jessica, es el que aparece en la fibromialgia y es un dolor sin daño en un tejido específico, provocado por una alteración en el funcionamiento global del sistema nervioso. “Explicar esto ayuda a las y los pacientes a validar sus síntomas. Estos existen, no dudamos de ello”, enfatiza.
Entonces, le pregunto si quienes tienen FM padecen “dolor crónico”. Borenstein es clara: “El dolor agudo puede funcionar como mecanismo de protección y adaptativo, pero, hoy en día, conocemos que el dolor crónico es un error y una enfermedad en sí misma. Hablamos de dolor persistente y la diferencia principal entre el dolor crónico y el persistente es semántica, es el impacto innecesario -desde mi punto de vista- que genera el concepto de cronicidad. En el caso de la fibromialgia, prefiero hablar de dolor persistente para darle una visión optimista y para transmitir que contamos con una importante neuroplasticidad y montones de herramientas sobre las que habrá que trabajar, evitando que el dolor se cronifique”.
Salir de ahí
La especialista hace hincapié en que hay algo muy frecuente que se trasmite a las y los pacientes, y es que “por suerte, está todo bien, pero te vas a tener que acostumbrar a vivir con dolor”. Lejos de tranquilizar, sostiene, la sensación de angustia e incertidumbre empieza a ser cada vez mayor: “Por eso, suelo explicar la importancia de cambiar la mirada. Va a ser fundamental para comenzar a visualizar la salida. Esto es posible cuando se realiza psico-educación y la persona empieza a comprender lo que le sucede. Entender que esto es real, que hubo situaciones que provocaron un desbalance del sistema nervioso y que va a haber mucho para trabajar con un enfoque integral: medicación, psicoterapia, terapia corporal, nutrición, ejercicio”.
¿Y cómo se regula el sistema nervioso autónomo? Borenstein indica que hay muchas herramientas utilizadas para nivelar el ritmo simpático-parasimpático, entre ellas, algunos psicofármacos, técnicas de hormesis (por ejemplo, terminar el baño con agua fría), cantos, mantras, yoga, meditaciones y descanso (que activan al parasimpático y ayudan a relajar); el ejercicio físico y movimiento, y, por supuesto, trabajar, con ayuda de la psicoterapia, sobre las situaciones que desbordaron nuestro sistema y generaron el estrés.
“Entender que la FM es una patología ligada al estrés es parte de iniciar el proceso de mejoría. Por último, recordar que no todo estrés ni dolor es FM. Sugiero NO comprar el diagnóstico de FM si no han sido escuchados y estudiados. La FM requiere de tiempo y una evaluación completa y prolija”, finaliza la especialista.
Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: A/D.