Serbia, Kosovo y un conflicto de 600 años

Serbia, Kosovo y un conflicto de 600 años
17 agosto, 2022 por Redacción La tinta

Las tensiones crecen en la frontera entre Serbia y su antigua provincia, la actual república de Kosovo. Muchos siglos de enfrentamiento territorial, étnico, religioso y geopolítico que toma nuevos bríos con la guerra de Ucrania. En el medio, Dua Lipa como embajadora de Kosovo mientras crece la retórica incendiaria entre Belgrado y Prístina.

Por Santiago Torrado para La tinta

La mañana del pasado 1 de agosto, una larga caravana de autos quedó varada en los pasos fronterizos de Brjak y Jarinje, que unen la república de Serbia con su antigua provincia, la actual República de Kosovo. El gobierno kosovar, encabezado por la joven promesa del paneuropeísmo balcánico, Vjosa Osmani, y el conservador Albin Kurti, impulsó un decreto que busca prohibir, dentro de su territorio, los documentos de identidad y las patentes de autos emitidas por Serbia. Aunque el decreto está suspendido y los cuerpos diplomáticos de ambos países iniciaron diálogos a instancias de la Unión Europea en Bruselas, no hay avances significativos.

Tras el anuncio, la comunidad serbia residente en Kosovo -que se concentra mayoritariamente en el norte del país- reaccionó cortando rutas y convocando movilizaciones, lo que generó enfrentamientos entre albanos y serbios. Durante las últimas semanas, desde Prístina, la capital kosovar, ha habido un importante despliegue policial seguido de una declaración de “alerta” del destacamento militar permanente de la OTAN en Kosovo, la llamada KFOR. “Estamos preparados para intervenir si se pone en riesgo la estabilidad”, aseguraron en un comunicado.

Desde este martes, los mandatarios de Serbia y de Kosovo se encuentran discutiendo con el Alto Comisionado de la Unión Europea (UE) para Relaciones Exteriores, Josep Borrell, las acusaciones cruzadas entre ambas naciones. A pesar del diálogo, las reuniones están marcadas por un “claro escepticismo”, según el propio Borrell, que advirtió de la “retórica incendiaria de ambas partes”.

En esa tónica, el presidente serbio Aleksandr Vucic, la semana pasada, acusó a las autoridades kosovares de prepararse para “matar ciudadanos serbios del norte de Kosovo”. Por su parte, el presidente kosovar Albin Kurti se refirió recientemente a la posibilidad de que Serbia, alentada por Rusia, inicie una guerra contra su territorio.

En un intento de acercarse más a Europa, la primera ministra kosovar, Osmani, nombró como embajadora honorífica a la popular cantante Dua Lipa, que nació en Prístina y que pasó unos días en la capital kosovar. En medio de la escalada de tensión diplomática, la cantante evitó pronunciarse sobre el conflicto, aunque el año pasado levantaron revuelo sus declaraciones contra la ocupación serbia a la que calificó de “fascista”.

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(Imagen: X02 ZUMA PRESS CONTACTOPHOTO EUROPA PRESS)

Un conflicto de 600 años

Resulta difícil aproximarse al conflicto Serbia-Kosovo sin rastrear su origen en la compleja y polifónica historia de los Balcanes. Un lugar donde los conflictos étnicos, religiosos, territoriales, nacionales y geopolíticos se remontan a muchos siglos atrás. Veamos: en 1453, el sultán Mehmet II conquistó Constantinopla, terminó con el milenario imperio bizantino y declaró su intención de expandir sus fronteras hacia Europa.

Entre el siglo XV y los primeros años del siglo XX, el imperio Otomano subordinó como vasallos a los reinos de Serbia, Kosovo, Bosnia y Croacia (por entonces, un mismo territorio con divisiones administrativas) y al principado de Bulgaria. También sometieron una parte de Hungría y la mayor parte del territorio de Grecia, mientras mantenían largos enfrentamientos armados con el Ducado de Varsovia y la Rusia imperial. Finalmente, en el siglo XVII, estuvo muy cerca de invadir la Serenissima República de Venecia antes de entrar en una letárgica decadencia.

Durante la dominación turca, los levantamientos antimusulmanes y antiotomanos fueron constantes en los Balcanes y la idea de la Pax Otomana es materia discutible. Sea como fuere, las generaciones que nacieron bajo la bandera de la media luna, en su mayoría, se convirtieron al islam, quizás por obligación o conveniencia, y algunos aristócratas europeos del sur prosperaron económica y políticamente tras su conversión, llegando a ocupar importantes cargos administrativos como Pashás o Visires.

Entre 1908 y 1912, el nacionalismo balcánico conformó la Liga de los Balcanes, que conquistó la independencia de Serbia, Bosnia, Croacia, Grecia, Macedonia y Eslovenia luego de una serie de enfrentamientos armados. Tras la liberación, la discusión era qué ordenamiento territorial correspondía a cada Estado y qué hacer con aquellos compatriotas de pleno derecho que, sin embargo, eran musulmanes convertidos durante los siglos de conquista turca.

Acá asoman los primeros rasgos que aún hoy son parte de esta disputa étnico-religiosa-territorial. Problemáticas que se fueron profundizando con atroces matanzas entre vecinos sucedidas durante la Primera Guerra Mundial, el período de entreguerras, la Segunda Guerra Mundial y especialmente tras los procesos de limpieza étnica y crímenes contra la humanidad sucedidos después de la disolución de la antigua Yugoslavia, república que integraron todos los estados balcánicos, en mayor o menor medida de forma igualitaria hasta 1991.

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(Imagen: ARMEND NIMANI AFP)

La OTAN y la guerra de Ucrania

Kosovo es el reflejo más claro del fracaso de la política nacionalista serbia de unificar a todos los serbios en un mismo Estado. También es el triunfo de la política expansionista y militar de la OTAN, que mantiene una fuerza armada permanente en ese territorio. La República de Kosovo existe desde 2008 y es tan grande como la mitad de la provincia de Tucumán. En sus 10.000 km2, vive una abrumadora mayoría de albanos, pero también serbios, goranis-bosnios, aromunes, macedonio-rumanos y turcos.

En 1998-99, los albanokosovares musulmanes impulsaron el Ejército de Liberación de Kosovo para expulsar a los serbios cristianos ortodoxos y se declararon unilateralmente un Estado independiente, que, sin embargo, no es reconocido por la mitad de los Estados del mundo -incluyendo algunos integrantes de la OTAN, como España-.

La bronca viene de lejos, no tiene un solo enfoque ni una sola motivación. Lo que resulta evidente es que la reactivación de viejos enconos nacionalistas y territoriales está vinculada estrechamente al recrudecimiento de la guerra en Ucrania, ya que Serbia apoya abiertamente la invasión y Kosovo mantiene una posición pro Unión Europea y alberga tropas de la Alianza del Norte en su territorio.

¿Y ahora?

*Por Santiago Torrado para La tinta / Foto de portada: ARMEND NIMANI AFP.

Palabras claves: Balcanes, Kosovo, Serbia

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