La identidad ocupada: una charla con Baraá Mahamid

La identidad ocupada: una charla con Baraá Mahamid
5 agosto, 2022 por Redacción La tinta

Los árabes palestinos son considerados ciudadanos por el Estado de Israel, sin embargo, son permanentemente discriminados y viven en un estado permanente de vigilancia y sospecha. Las operaciones para negar una identidad y cortar los lazos de una comunidad que se resiste a olvidar sus raíces. En La tinta, hablamos con Baraá Mahamid.

Por Santiago Torrado para La tinta

Según la Oficina Central de Estadísticas de Palestina, el 20% de la población que vive en el estado de Israel es árabe palestina. Muchos de ellos son los llamados “Palestinos del 48”, una minoría que logró resistir en sus hogares cuando el ejército israelí y los grupos paramilitares sionistas invadieron el territorio que hoy ocupa el Estado de Israel. La historia de Baraá es la historia de uno de esos palestinos. 

Tiene 23 años, estudia medicina en Italia y sueña todo el tiempo con regresar a su tierra. Fue parte del Movimiento de Jóvenes de Umm Al Fahm y, actualmente, es un activista independiente en defensa de la causa palestina. En diálogo con La tinta, Baraá contó cómo vive su comunidad: 


“Durante la Nakba, mi familia fue desplazada, aunque dentro de lo que hoy es Israel, por eso no somos considerados refugiados, aunque de hecho lo seamos. Tras el desplazamiento, fuimos obligados a recibir la ciudadanía israelí. Por eso somos los llamados “Palestinos del 48”, porque habitamos el mismo territorio desde la ocupación. Aunque el Estado de Israel nos reconoce como ciudadanos, pero no nos trata como tales”.


Baraá cuenta que, tras la ocupación, los árabes palestinos vivieron durante más de dos décadas (hasta 1966 aproximadamente) en un régimen militarizado, de completa vigilancia y estado de sitio permanente. “Mis padres y abuelos lo vivieron muy intensamente. La política fue -y en gran medida todavía es- la de cortar todo vínculo identitario, ideológico, cultural y, por supuesto, político con el resto del pueblo palestino. Para poder leer en árabe, por ejemplo, mis padres copiaban textos a mano que luego escondían, porque tener un libro era peligroso”, recuerda.

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En 2021, el Centro de Información para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados B’tselem publicó un informe respaldado por Humans Rights Watch, donde se detallan las prácticas segregacionistas llevadas a cabo por el Estado de Israel contra los árabes israelíes. En otras palabras, denuncian la existencia de un apartheid institucionalizado y normalizado contra esta comunidad. En el informe, firmado por Agnès Callmard, secretaria general de Amnistía Internacional, sentencia:

“Nuestro informe revela el verdadero alcance del régimen de apartheid israelí. Los palestinos y palestinas son tratados como un grupo racial inferior al que se priva sistemáticamente de sus derechos. Concluimos que las crueles políticas de segregación, desposesión y exclusión en los territorios que están bajo control de Israel constituyen sin duda apartheid. La comunidad internacional tiene la obligación de actuar”.

Sobre esta situación, Baraá reflexiona:

“Es cierto. Vivimos segregados, permanentemente discriminados y aislados de nuestras raíces desde 1948 hasta hoy. Nosotros somos y nos sentimos parte de un mismo pueblo, pero el Estado hace esfuerzos para cortar ese vínculo. No te dejan hablar siquiera con otros palestinos. Tener un amigo que viva en Gaza te puede llevar directo a la cárcel”.

Con el objetivo de profundizar la división entre quienes viven de uno u otro lado de la línea que separa Palestina de Israel, frontera de facto conocida como Línea Verde, el estado israelí promueve campañas con presuntas encuestas que rechazan una eventual “reunificación” de los territorios palestinos. Sobre estos sondeos, Baraá no tiene dudas:

“Es un mero truco. Una maniobra. No hay nada que reunificar, Palestina es Palestina y todos somos el mismo pueblo. Lo que hay que discutir es el derecho político que nos asiste a los palestinos del 48 que vivimos en territorio ocupado y el derecho a la autodeterminación de nuestro pueblo”.

Baraá destaca que, a pesar de los presuntos sondeos, de las campañas de desinformación, de la segregación social, política y cultural, de la persecución y de los estragos del empobrecimiento económico fomentado por el propio Estado, los árabes palestinos residentes en Israel continúan organizándose. 

“En su momento, formé parte del Movimiento de Jóvenes de Umm Al Fahm. Éramos una organización de estudiantes con intereses culturales, queremos poder discutir política libremente y ayudar a quien lo necesita. En ocasiones, organizamos colectas para comprar medicinas y otros enseres, y los donamos. Queremos abrazar nuestras raíces”. 

Sin embargo, la organización popular en cualquiera de los dos lados de la Línea Verde es considerada un delito y reprimida. En abril de 2021, se produjo un levantamiento popular en Palestina para denunciar una escalada violenta por parte de las fuerzas armadas israelíes. “Hubo más de 200 muertos. En mi ciudad, Umm Al Fahm, murió un joven llamado Mohamed, de 17 años. Hubo un gran funeral”, recuerda Baraá. Antes de irse, insiste en que, cuando sea médico, regresará a Palestina y lo dice con la claridad de quien sabe qué necesita su pueblo. 

*Por Santiago Torrado para La tinta / Imagen de portada: Imagen: Ali Jadallah/Anadolu Agency.

Palabras claves: Discriminación, Israel, Palestina

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