Carlo Giuliani: dos décadas de Génova 2001

Carlo Giuliani: dos décadas de Génova 2001
22 julio, 2022 por Redacción La tinta

Esta semana, se cumplieron 21 años del asesinato de Carlo Giuliani durante las manifestaciones opuestas a la cumbre del G8 en Génova. Esta es una cronología de las reivindicaciones que se intersectan en el Foro Social Mundial desde aquel 2001, de las deudas internas de las democracias, de la hipocresía liberal europea para con los torturados del Cuartel Bolzaneto. Una semblanza de luchas globales, porque otro mundo todavía es posible.

Por Santiago Torrado para La tinta

La mañana que lo mataron, Carlo Giuliani estuvo a punto de ir a la playa. Aquel 20 de julio de 2001, finalmente, prescindió del mar y acudió a la convocatoria del Foro Social Mundial, cuya coordinadora agrupaba a más de 700 organizaciones sociales de todo el mundo, que marcharían contra la Cumbre del G8, reunida en Génova por aquellos días. El primer año del nuevo milenio trajo, además de la revolución de los Nokia 1100 y el internet de banda ancha, un gran pacto neoliberal a escala planetaria cuyas directrices se discutían en el seno de la vieja Europa.

El llamado “movimiento antiglobalización», que convocó la Contracumbre de Génova, nos permite trazar un hilo conductor de luchas sociales y políticas que nos conduce hasta nuestros días casi sin esfuerzo. Desde el boicot a la reunión de la Organización Mundial del Comercio de 1999 en Seattle, al copamiento de Praga donde se reunían el Banco Mundial y el FMI en el año 2000, se fue construyendo un sentido común alternativo, un altermundismo que rechaza el pago de deudas externas ilegítimas, las guerras imperialistas, el calentamiento global, el veneno en la comida… Un “otro mundo posible” del que Carlo fue parte hasta que una bala le quitó la vida. 

En la Cumbre del G8, se reunían los mandatarios de Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Alemania, Japón, Canadá y Rusia. El despliegue de seguridad fue una desmesura de histeria armada. El Estado italiano, conducido por Silvio Berlusconi, movilizó 20.000 efectivos de Carabinieri, además de personal de la Policía Estatal y miembros del Ejército. Carros hidrantes, caballos, motos, helicópteros. Lanzamisiles tierra-aire de la Marina de Guerra en los aeropuertos. Clausura de estaciones de trenes, puerto y subte, sellado de alcantarillas y cloacas “para evitar ataques con Ántrax”. El enemigo eran todos.

La ciudad era un campo en disputa, el espacio público se privatizó y se dividió en zonas con colores. La zona roja era el último anillo. El kilómetro cero de la globalización del modelo neoliberal, donde sentaron las bases del capitalismo financiero a cuya decadencia asistimos en estos años. A los colores de seguridad de la policía, se le oponían los colores de la organización popular: el bloque negro, integrado por militantes anarquistas que iban al choque contra los antidisturbios, el bloque blanco, que organizaba la resistencia no violenta “ante todo como una red comunicativa y afectiva”. Por último, el bloque rosa, impulsado por las disidencias sexogenéricas; una columna de resistencia antineoliberal en clave queer.

Miles y miles de manifestantes venidos de toda Europa y de otros continentes se movilizaron para romper el acto y exigir un cambio de rumbo. “El mundo está lleno de zonas rojas. Basta de vallas, fronteras y segregación”, denunciaba el comunicado del Colectivo de Migrantes que abrió la primera marcha el 19 de julio. 

La represión fue sangrienta. El periodista Raúl Cedillo, presente en esas jornadas, recuerda el clima que se vivía los días previos. “Hablando con Ramón Fernández Durán, fundador de Ecologistas en Acción, apenas una semana antes de la Contracumbre, me dijo: “Están buscando un muerto”. Y lo consiguieron. 

La tarde del 20, un Land Rover Defender perteneciente al III Batallón de Carabinieri de Lombardía, con tres efectivos dentro, fue atacado por miembros del bloque negro en la Plaza Alimonda, sobre la avenida Tolemaide. Mario Placanica, agente auxiliar, disparó dos veces contra el grupo de manifestantes. Uno de los disparos impactó en la cabeza de Carlo Giuliani de 23 años, que cayó al suelo, “herido gravemente, pero vivo”, según declaró en sede judicial el médico forense Marco Salvi. Acto seguido, el teniente coronel Giovanni Truglio hizo marcha atrás el Defender y aplastó el cuerpo yacente de Giuliani, que finalmente falleció por falta de atención médica adecuada. 

Entonces, se desató la cacería. Desde esa noche y en los dos días posteriores, una razzia tras otra recorrió las calles de Génova en busca de manifestantes. El estadio Carlini, donde dormían improvisadamente miles de personas venidas de todos los rincones del mundo, se convirtió en una ratonera donde fueron detenidas y brutalmente golpeadas cientos de personas. La escuela Armando Díaz y la Comisaría Militar Bolzaneto fueron improvisados centros de tortura donde más de 250 personas denunciaron ser víctimas de tormentos a manos de la policía italiana. Solo 40 de esas personas lograron que el Tribunal Europeo de Estrasburgo reconociera las vejaciones a las que fueron sometidas y condenó al Estado italiano a pagarles 45.000 euros como indemnización.

*Por Santiago Torrado para La tinta / Imagen de portada: A/D.

Palabras claves: Carlo Giuliani, Génova

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