Jorge Zabalza: «Decir izquierda, no quiere decir nada»
Alejado de la militancia política formal y de muchos de quienes fueron sus compañeros de lucha en el Movimiento de Liberación Nacional MLN-Tupamaros, aunque bien cerca de su compañera Verónika y de sus ideas de toda la vida, Jorge Zabalza siempre tiene algo interesante para decir. Por eso esta entrevista a «el Tambero», con quien conversamos sobre la izquierda de hoy y la de ayer, el marxismo y los gobiernos del Frente Amplio en Uruguay.
Jorge, ¿qué implica ser de izquierda en estos tiempos?
El término izquierda indica a quienes poseen una visión crítica sobre el estado actual de cosas y se proponen cambiarla. Abarca una gama muy variada de posturas ideológicas. En primer lugar, dentro de la izquierda hay un grupo de posiciones que proclaman el propósito de cambiar solamente algunas de las aristas del sistema, las más filosas, aquellas que producen mayor espanto y, por consiguiente, la propuesta de cambiarlas posibilita convocar el espectro más amplio de alianzas. Esta finalidad política, que renuncia a cambiar el sistema en sí, frena al pensamiento crítico, le impide descender de la superficie, no lo necesita porque como no piensan tocar las bases de la sociedad, ¿para qué ir hasta el fondo?
Muy diferente es la corriente integrada por personas moralmente indignadas con este el mundo dominado por el afán de lucro y la competencia feroz entre feroces individuos. Indignación moral porque las grandes mayorías están siendo privadas de su condición humana. El enojo y la bronca empujan el pensamiento crítico al fondo del asunto y allí descubre que esos males son propios de un sistema organizado en torno al mercado y al trabajo forzado. Que es necesario transformar al capitalismo en su totalidad y no solamente algunas de sus externalidades, que es preciso erradicar el salario y la ley del valor como forma predominante de relación entre las personas y organizar un modo justo e igualitario de producir y hacer política. Que se necesitan mujeres y hombres que se sientan socialmente responsables, que sean generosos, solidarios, capaces de dar la vida por el bienestar del prójimo.
Cabe destacar que la definición de izquierda es lo suficientemente ambigua para que quepan ambas corrientes ideológicas y que ninguna de ellas es más verdadera que otra. Decir “izquierda” no quiere decir nada: lo que define es anti-capitalista o pro-capitalista, socialismo o barbarie.
¿Y qué países o modelos creés que deben ser una referencia para la izquierda del siglo XXI?
No hubo ni hay modelos para la sociedad que queremos. Existen e influyen en el pensamiento político las raíces históricas del movimiento popular, el artiguismo, que en el siglo XIX logró conformar un pueblo armado y organizado con los sectores sociales más desprotegidos de las provincias del Plata: guaraníes misioneros, zambos, mulatos, negros, criollos pobres, charrúas, artesanos, troperos. Un pueblo en armas para terminar con la injusticia del latifundio y del monopolio extranjero del comercio y las finanzas. Doscientos años de historia desde la revolución de 1810 y los enemigos del pueblo siguen siendo los mismos: el latifundio y las grandes corporaciones de capital extranjero.
Existe e influye la historia del movimiento obrero desde de la Comuna de París, de 1871, al presente, toda la cadena de experiencias revolucionarias frustradas que, en definitiva, constituyen un rico caudal de enseñanzas, una biblioteca a disposición de quienes se propongan revolucionar el mundo.
No quiere decir que las futuras insurgencias se puedan librar del pecado y el error, sino simplemente que hay mucho donde aprender, mucho que estudiar e investigar, mucha teoría para amasar y digerir. No hay modelos preestablecidos, el modelo se va a construir a partir de una moral revolucionaria firme, sin ella no habrá revoluciones.
¿Qué evaluación hacés de lo que fueron los regímenes del llamado socialismo real? ¿Y qué lecciones puede sacar la izquierda de esos procesos?
El término socialismo real tampoco dice mucho y, además, induce la falsa idea de que los precursores del ’17 y los revolucionarios de todo el mundo lucharon por un socialismo irreal, en el aire, sin asidero real. En el impulso de los insurrectos rusos de 1917, en el espíritu de los combatientes rojos que derrotaron a los nazis en 1945 y en el esfuerzo de quienes creyeron estar construyendo el socialismo, se descubren los rasgos principales de una subjetividad capaz de hacer revoluciones.
El fracaso de la experiencia soviética vino de la mano con la decisión de mantener vigentes las armas melladas del capitalismo e interrumpir el desarrollo de esos valores que fueron la fuerza moral de la insurrección del ’17. La revolución es un fenómeno de consciencia, de cambios muy profundos en las maneras de sentir y de pensar que, de haber continuado luego de la insurrección de octubre, habrían impedido que un grupo de burócratas monopolizaran el quehacer político en la URSS. Las políticas de construir el socialismo en la URSS y la de coexistir pacíficamente con el capitalismo son la consecuencia de esa renuncia a continuar impulsando el espíritu revolucionario. Todavía se sufren las consecuencias éticas, morales y culturales de la derrota de la insurgencia del ’17 por la contrarrevolución estalinista.
¿El marxismo tiene vigencia como herramienta de análisis y transformación de la realidad? ¿Considerás que conceptos como lucha de clases y dictadura del proletariado aún son válidos?
Bueno, bueno, la lucha de clases aparece cada vez que le meten la mano en el bolsillo a los asalariados, sea con aumento de las tarifas de los servicios públicos o del IRPF. La lucha de clases reaparece cuando quieren desalojar a quienes viven en los asentamientos de la ciudad de Maldonado o del Parque Guaraní en Montevideo. También vive y colea la lucha de clases en el decreto de esencialidad con el fin de desarticular la movilización sindical de los docentes.
Cada día queda más en evidencia que esta democracia, entre comillas, a la que se regresó en 1985, es muy demócrata para las 3.300 personas que se apropian del 50% de los ingresos de capital y la sienten como una verdadera dictadura del capital los 120.000 jubilados que cobran menos de $8.000 y el medio millón de uruguayos que gana menos de $15.000.
¿Es un marxista Leonardo Boff cuando dice que la clase dominante se apoderó del sistema político en Brasil? ¿O simplemente expresa conceptualmente la realidad que todos perciben a través de sus sentidos?
¡A no joder con jueguitos de palabras! El marxismo continúa proporcionando los elementos y las categorías que permiten aproximarse con mayor exactitud a la realidad de la sociedad de clases.
Vengamos más acá y hablemos concretamente de Uruguay. ¿Cuánto se ha avanzado a partir de los gobiernos del Frente Amplio y cuánto falta por hacer?
¿Se pueden considerar las políticas asistencialistas como un avance? ¿O simplemente son un alivio momentáneo que genera dependencia del partido de gobierno y permite que esos clientes consuman un poco más, sin por ello escapar a la marginación política y social?
¿Se puede considerar un avance que haya un 10 o un 15% menos de rapiñas? ¿O simplemente son cifras para justificar la apuesta política y presupuestal al aparato policíaco represivo y las cárceles para resolver el problema social de la marginación y la exclusión?
Se ha revelado que el 25 % de los liceales tiene extraedad. ¿Eso es un avance de la educación gratuita e igualitaria? ¿O son cifras que revelan la ausencia de una política educativa que tienda a producir jóvenes que piensan críticamente?
¿Se puede considerar un avance que se cultiven un millón y medio de hectáreas en base al uso de agrotóxicos que contaminan tierra y agua? ¿O es una cifra que debe provocar pavor en cualquier ser más o menos pensante?
¿Se puede considerar un avance que las calificadoras de riesgos expresen su satisfacción por la buena marcha del capitalismo en el Uruguay? ¿O debemos preocuparnos por el regocijo de quienes hacen su negocio provocando crisis de la economía mundial y utilizando para expropiar los ingresos de las clases más favorecidas?
¿Puede considerarse un avance el crecimiento de las inversiones extranjeras directas, de la deuda externa y de las ganancias de los bancos? Sí, ya lo sé, es un avance para la clase dominante criolla y para los capitales del exterior.
En realidad, Emiliano, si al Frente Amplio todavía le queda más por hacer en ese rumbo, ¡pobre de nosotros!
Y entonces, ¿dónde está la izquierda política en Uruguay? ¿Desde qué espacio político se puede avanzar en la construcción de una alternativa al capitalismo?
Quiero abrazar al compañero Óscar Andrade y reconocer que su actitud de regresar al movimiento social es un hecho con aroma a futuro. Una actitud que implica colocar en la lucha social el eje de la acumulación política. Reconforta este mensaje ideológico que fortalece a las organizaciones sindicales.
Casi todo el espectro de izquierda ha caído en la trampa de la democracia formal y consume sus esfuerzos en recorrer caminos electorales que la conducen a un túnel sin salida. El propósito de captar votos a cualquier costo indujo la renuncia a luchar por la anulación de la ley de impunidad por parte de la mayoría de los delegados de un Congreso del Frente Amplio. Las alianzas y las concesiones programáticas necesarias para ganar elecciones conllevan la confusión que oscurece el entendimiento político del movimiento popular. En las luchas sociales se identifica nítidamente a los responsables del desastre de las clases populares y a quienes les prestan su consentimiento desde el gobierno y el parlamento y, en consecuencia, se avanza en la comprensión de la realidad.
Puede afirmarse, sin embargo, que en estos últimos diez años la gente ha ido entendiendo que sus problemas no se resuelven con mayorías parlamentarias. Que con un gobierno progresista la distribución del ingreso sigue siendo muy injusta y la brecha social se ensancha al tiempo que se profundiza. Que han convertido al Uruguay en la reserva ideológica de la impunidad de los crímenes del terrorismo de Estado. Que han permitido que la propiedad de la tierra esté cada vez más concentrada y pertenezca a capitalistas extranjeros. Que abortar siga siendo el vía crucis de las mujeres que quieren interrumpir su embarazo. Que la legalización de la marihuana y el matrimonio igualitario no han logrado borrar prejuicios y alivianar las mentalidades conservadoras y reaccionarias que dominan nuestra sociedad.
En fin, se va entendiendo que el camino para dar soluciones a los grandes problemas sociales está muy alejado de la juntadera demagógica de votos.
Por Emiliano Tuala, para Zur.