Turning Red: crecer para entender a nuestras madres
Por Macarena Peric para La tinta
Desde el estreno de Turning Red que mapadres conservadores han puesto el grito en el cielo porque una película de Disney/Pixar (¡después de tan solo 99 años!) mostraba toallitas en la pantalla grande y hacía alusión directa a la menstruación.
Pero tanta excitación por este panda rojo casi tira por la borda el entramado maravilloso que se construye entre Mei (Rosalie Chiang), la protagonista, y Ming (Sandra Oh), su mamá.
“Turning Red”, en idioma original, o simplemente “Red” para Latinoamérica, es una película acerca de la transición de niña a adolescente de Mei, una joven de ascendencia china que vive en el Toronto de 2002.
Pero este camino hacia el autodescubrimiento que recorre la protagonista se desarrolla de una manera un poco peculiar: cada vez que Mei siente una emoción fuerte (ya sea enojo, vergüenza, emoción, alegría…), ¡se convierte en un gran panda rojo!
Y, aunque pueda sonar sorprendente, esto no es ni por cerca lo más novedoso que vemos en esta nueva producción del estudio del ratón.
No solo es la primera vez que Disney muestra paquetes de toallitas en una de sus películas infantiles, sino que también es una de las pocas producciones donde vemos a una madre tan presente, participativa y con una historia igual de compleja que la de su hija adolescente.
Incluso esta novedad se vuelve aún más interesante de ver cuando notamos que la película, en medio del caos que se desata en la vida de la protagonista, intenta perdonar la acción de la madre, en línea con la mirada feminista que tuvo auge en los últimos años: “Mamá estaba haciendo lo mejor que podía”.
Cuando Mei libera a su panda rojo en su esplendor, vemos cómo sus amigas se fascinan con esta faceta desconocida (incluso para ella). Contrario es lo que sucede con Ming, que lo ve como una amenaza y teme que arruine la vida de su hija.
Pero a medida que avanza la película, podemos ver con claridad que no es en Mei (ni en sus elecciones) en quien no confía, sino que carga un enorme temor porque su hija de trece años sufra las mismas heridas que ella vivió en su adolescencia.
Y si bien es verdad que esto la termina convirtiendo a Ming en una madre sobreprotectora, controladora y a veces demasiado autoritaria, la trama busca ser indulgente con ella, mostrando su lado vulnerable y prácticamente narrando una disculpa implícita.
Más allá de las distintas dinámicas familiares (que son muchas y muy diversas), hay algo en la relación con nuestras madres que empezamos a comprender mejor en los últimos años. En una sociedad tan cruel con las mujeres, ¿cómo podría una madre simplemente encontrar la perfecta línea divisoria entre cuidado y libertad?
La pubertad, esa etapa de descubrimiento, de dolor y éxtasis, es dura para quien la transita, pero también lo es para les mapadres. Y sea cual fuera su origen cultural, sabemos que lo es especialmente para las madres, quienes sufren de manera más directa el latigazo de amor/odio que desata la adolescencia.
Por eso, es interesante ver a Turning Red no solo como una película sobre la pubertad, sino también como el surgimiento de una joven adulta, con todas sus relaciones y contradicciones, con la carga del cúmulo de heridas pasadas de madres, abuelas, tías y con la amistad como sostén para atravesar ese momento tan aterrador y confuso mientras decidimos quiénes queremos ser.
Si aún no la vieron, les recomiendo fuertemente hacerlo. La encuentran en Disney+.
*Por Macarena Peric para La tinta / Imagen de portada: fotograma Turning Red.