La estirpe, la metamorfosis como punto de llegada
Por Manuel Allasino para La tinta
La estirpe es una novela de Carla Maliandi publicada en el año 2021. La protagonista de esta historia, Ana, se golpea la cabeza y casi no sabe quién es. Entre fragmentos de recuerdos y de olvidos que parecen dominados por el azar, va recuperando lo oscuro del pasado familiar, que la transforma.
Luego de un accidente menor -en su fiesta de cumpleaños se le cayó en la cabeza una de esas bolas cubierta de espejitos-, Ana no sabe qué le gusta, qué le importa, de qué se trataba el libro que estaba escribiendo. Casi no sabe nada de sí ni de los demás: ni siquiera recuerda el nombre de su hijo. Sin embargo, el olvido que borra el presente abre un surco hacia lo más hondo: el tatarabuelo de Ana fue director de banda en el ejército de Julio Argentino Roca que encabezó parte del exterminio contra los indígenas en nuestro país. De esa manera, el conflicto doméstico aparece marcado por otro más crudo: la pelea por la lengua y el territorio.
Con una escritura precisa, Carla Maliandi nos conmueve con una novela en donde lo íntimo se proyecta implacable sobre lo político.
“Esta mañana, antes de irse a trabajar, Alberto insistió en que durmiera la siesta. Cuánto más tiempo descanses, más pronto te vas a recuperar. Pero ya es la tarde y estoy despierta, mirando al chico que juega en el living, mirando a Mónica ir y venir, servir la merienda, sacudir sábanas, mandar mensajes de audio a Alberto. Dice todo en orden, señor Alberto, todo normal. Después me encierro en el escritorio entre los libros y las cajas. Hay cuadernos enteros repletos de notas para el libro que escribía. Ojeo algunos. Veo descripciones de uniformes militares del Ejército Expedicionario, clasificaciones de instrumentos musicales, fechas de batallas, listas de palabras en otro idioma, vocabulario militar, planes de trabajo, listas, más listas. También hay libros de historia abiertos y marcados. Abro una agenda atestada de anotaciones. Con tinta roja veo señaladas fechas de examen, visitas al dentista, reunión de padres. Supongo que Alberto se habrá ocupado de todo durante este tiempo. Acá trabajaba yo, acá leía estos libros, acá escribía estos cuadernos llenos de notas que ahora leo con tanto esfuerzo. Me cuesta reconocer mi propia letra: <<Revisar fecha – última expedición>>. <<Ordenar correspondencia de N. Uriburu, jefes militares y familiares. Ver caja Correspondencia>>. <<Agregar: testimonio de / número de caja / colección de postales / visto capital más documentos>>. Mónica golpea la puerta y pregunta si me siento bien. Me enoja su interrupción. Ahora las letras en el cuaderno forman palabras irreconocibles. Un renglón entero que no dice nada entendible, y otro, y en el siguiente tampoco logro entender nada. No puedo leer. ¡No puedo leer, Mónica! Abro la puerta de mi escritorio. Señora, mejor recuéstese. Me agarra de un brazo y me acompaña hasta la pieza. Es hora de la siesta y debe estar muy cansada, recuéstese un rato. Me siento en la cama, me saco las zapatillas, el jean, desabrocho el corpiño por debajo de la remera. Todo el cuerpo me pesa y siento la cabeza afiebrada. La cama huele a limpio, las sábanas están recién cambiadas. Abrazo la almohada. Tengo los ojos abiertos, es lo mismo estar despierta o dormida. Es como si no estuviera en ninguna parte, flotando en pensamientos sin forma. ¿Cómo funciona un cerebro? Al mío pude verlo en las placas de las tomografías. Parece una nuez cortada a la mitad. ¿En qué parte se guarda todo lo que una persona aprende en su vida, lo que consigue entender con mucho esfuerzo, lo que alguna vez le explicaron, lo que descubrió sola, lo que prefirió no saber? Intento decir en voz alta los nombres de las cosas que se me van, el nombre del chico. ¿Cómo era yo a su edad? No encuentro nada claro en mi cabeza. Busco imágenes en la memoria, aparece un olor a nafta, un micro escolar. Antes de que me venza el sueño, por fin me veo. Soy unos años más grandes que él, me llevan a una excursión con el colegio, en el micro de la escuela, y el olor a nafta me descompone. Mis compañeros gritan y pisan cajas de jugo vacías contra el piso. Atravesamos el campo, un paisaje chato y seco, hasta llegar a un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Recorremos algunas de sus calles, cruzamos una plaza y entramos a un museo instalado en las habitaciones de una casa colonial. Una empleada con voz gruesa y olor a cigarrillo nos hace de guía. Hay cuadros con fotos y pinturas en las paredes. En uno de esos dibujos un malón rodea el caballo de un militar que está a punto de caer atravesado por una lanza. En otra habitación la guía señala con el puntero unos sables colgados en la pared y una vitrina donde exhiben armas y medallas. Hay también una batuta de orquesta y un cartelito con un nombre y un apellido. Es mi apellido, nadie lo nota. Me doy cuenta de que los objetos en la vitrina pertenecieron a mi tatarabuelo. Levanto la mano para contar la historia a todos. Nadie me mira. Mientras la guía habla y habla vuelvo a levantar la mano varias veces hasta que la maestra me aprieta el brazo y dice que no interrumpa. Cuando termina el recorrido por el museo volvemos al micro. Nos hacen numerar para asegurarnos de que no falte nadie y seguimos la excursión”.
El olvido y la búsqueda de identidad de la protagonista Ana son los ejes por donde transita La estirpe, la segunda novela de Carla Maliandi. Ana es una académica y escritora que busca incansablemente saber quién es o qué le gusta, luego de un ridículo accidente durante la fiesta de su cumpleaños número cuarenta en donde pierde la memoria, y en ese camino recupera un pasado ancestral y una lengua desconocida.
“Cuando Alberto quiere hablar de mi problema siempre empieza diciendo <<ahora que ya pasó el peligro>>, y después habla de la recuperación, de cómo todo va a andar bien con el tratamiento. Primero hay que resolver las cosas básicas: el nombre de mi hijo que se me va, las lagunas de mi memoria, las palabras que no me salen. Vamos a ver qué pasa. El trabajo y las otras obligaciones pueden esperar. Esta mañana él habla de todas las cosas que podemos hacer. Estar acá es también una oportunidad para ocuparse un poco de esta casa, que estuvo tantos meses cerrada. Podríamos llamar al carpintero que hizo los muebles de la cocina y encargarle el piso de madera que yo quería para la salida al jardín y los zócalos que quedaron a medio hacer. Podríamos pedirle también que vaya diseñando una biblioteca y traer de a poco una parte de nuestros libros para acá. Alberto dice todo esto con un entusiasmo que no comparto pero me tranquiliza. Estuvo todo este tiempo tan serio y preocupado que sus gestos eran para mí los de una persona completamente extraña. Ahora sus ojos vuelven a tener algo familiar. Le sigo la corriente. Digo que todo me parece bien y agrego detalles para el carpintero: una filigrana, un voladizo… ménsulas, una pasarela, una mansarda. No estoy segura de nada de lo que digo, confío en que nuestro estado de ánimo actual sea suficiente para que todo esté bien. Alberto siempre asiente con la cabeza cuando hablo, salvo ahora que se le borra la sonrisa y dice no estás diciendo nada, amor, nada que tenga sentido. Tal vez sería mejor volver. Otra vez en su cara el gesto de preocupación, otra vez mis pensamientos se confunden. ¿Cómo llegué hasta acá?, ¿por qué? Intento un encadenamiento lógico de hechos: conocí a Alberto, nos mudamos juntos, nos casamos, tuvimos un hijo, pedimos un crédito, construimos una casa en la playa. Nada de esto me resulta manejable, simple de entender. Estoy callada, mirando las baldosas del piso. Alberto dice que no me preocupe, que nos quedaremos un par de días más, que solo me hace falta descansar, que todo va a estar bien”.
La Estirpe de Carla Maliandi es una novela en donde la autora, con sutileza literaria, varía sobre el motivo kafkiano de la metamorfosis, que en esta historia se da como punto de llegada. Ana, una mujer de mediana edad, amanece transformada en un monstruoso insecto. Y ya nada será igual.
Sobre la autora
Carla Maliandi es argentina, pero nació circunstancialmente en Venezuela en 1976. Es dramaturga, escritora, directora teatral y docente. Realizó sus estudios de grado y posgrado en la Universidad Nacional de las Artes. Como directora y dramaturga, estrenó siete obras y participó en diversos festivales nacionales e internacionales. Su primera novela, La habitación alemana (2017), fue traducida al inglés, alemán, francés y portugués. Actualmente, dicta clases en la Licenciatura en Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes.
*Por Manuel Allasino para La tinta / Imagen de portada: A/D.