Atentados en Bahía Blanca: “La prioridad es constituir un movimiento anti fascista”
Entrevistamos al sociólogo y especialista en estudios de genocidio, Daniel Feierstein, para conversar acerca de los atentados perpetrados en Bahía Blanca desde mayo de 2021 hasta el último durante esta última semana en la vivienda del máximo responsable de Zona Sanitaria I. En esta charla, nos comparte reflexiones, conceptos y perspectivas para entender y enfrentar estos hechos colectivamente como sociedad y desde las responsabilidades que le cabe a la Justicia.
Por Jessica Visotsky para ANRed
Una serie de amenazas y atentados se sucedieron en Bahía Blanca a partir de 16 de mayo de este año, que van desde amenazas con pintadas en la Asociación Israelita, donde también funciona una escuela, apelando a un discurso antisemita, hasta cuatro atentados posteriores efectuados con explosivos caseros. Dos de estos atentados fueron en sedes partidarias del Frente de Todos -uno de ellos, el 26 de mayo, llegó a explotar causando destrozos de enorme magnitud en un local de La Cámpora-, otro fue detonado fuera de la sede del local del Frente de Todos el 30 de noviembre. Otro artefacto explotó en la Casa Cultural Mapuche «Ruka Kimun”, donde reside la referente mapuche de provincia de Buenos Aires, Olga Curipan, el 25 de noviembre.
El último y reciente, que dejó destrozos en la vivienda del Jefe de Zona Sanitaria 1, el odontólogo Maximiliano Nuñez Fariña, el 8 de enero pasado, en el que se dejaron volantes amenazando a personal de salud y sentenciando de muerte a la referente mapuche: “¿Pasaporte Sanitario? ¿Restricciones a la circulación? Quieren Muertos… Los van a tener…”, afirma; a continuación, el grupo califica a los enumerados como “falsificadores profesionales de estadísticas de Covid” y agregaba: “Todos participantes del asesinato de personas sanas en las terapias intensivas de la ciudad, durante la falsa pandemia mundial a través de ‘organizaciones’ y ‘empresas’ marxistas (Fundación Huésped) y Farmacéuticas, que promueven el Nuevo Orden Mundial, teniendo como objetivo final la despoblación del mundo a cualquier precio. Están avisados. Asimismo, hacemos un llamado a la rebelión nacional. Hagan vibrar en sus corazones el amor por la patria y expulsemos de la Argentina a toda esta pútrida calaña de inmorales”. En los últimos cuatro atentados, un comando autodenominado “Comando de Restauración Nacional Mohamed Ali Seineldín” se adjudica los hechos.
Durante esta última semana, los ministros bonaerenses de Justicia, Julio Alak, y de Salud, Nicolás Kreplak, estuvieron en la ciudad reunidos con funcionarios de Justicia y con el intendente local. Numerosas organizaciones, funcionarios y referentes políticos, de derechos humanos y sociales se han expresado repudiando estos hechos.
Ante este contexto, entrevistamos a Daniel Feierstein. Compartimos la entrevista realizada.
—¿Cómo caracterizarías estos atentados que se vienen perpetrando en Bahía Blanca desde mayo de este año?
Creo que hay dos cosas que se articulan y que le dan muchísima gravedad, la primera yo creo que es la primera vez desde el juicio a las juntas que aparecen un conjunto de amenazas y de atentados de estas características: que se asume la legitimidad de una reivindicación, por un lado, de corte neo facista, por otro lado, de legitimación de la dictadura, y digo el único momento que se me ocurría posterior al 83 fue en el momento del juicio a las juntas donde hubo unos meses de atentados de este tipo que fueron rápidamente controlados a partir de la acción judicial, entonces la primera cuestión que preocupa es esta; la segunda es la vinculación con lógicas de proyección del sufrimiento de la pandemia: que articulen la estigmatización política, el antisemitisimo, a pueblos originarios y a profesionales de la salud es que están buscando entrar por el lado de aprovechar la proyección de un sufrimiento no elaborado, que es el que vimos durante la pandemia, para lograr adhesión e identificación con cierto odio lógico y generalizado por la situación que estamos viviendo; entonces me parece que la conjunción de estos dos factores es de enorme gravedad para la situación. Te diría un tercero, que sea en Bahía Blanca, que ha sido cuna histórica de laboratorio del inicio de estos procesos, tanto en la década del 70 como ahora.
Yo creo que es el combo clásico de estas nuevas derechas neo fascistas: un componente militarista, un componente anti políticas de género, un componente antisemita, hacia los pueblos originarios y quizá lo nuevo es este componente que se ha articulado respecto de la pandemia –otro de estas nuevas derechas, que en este caso aún no apareció, es el antiinmigrante…–, y un componente anti científico, anti políticas de salud. Me parece que la Fundación Huésped entra por el lado de género, pero también entran por el rol de Pedro Cahn, del comité asesor de la pandemia, entonces es esto de aprovechar ese sufrimiento pandémico. Entonces, pueblos originarios, inmigrantes, antisemitismo, anti políticas de género, eso es un clásico, lo que pasa es que la novedad, lo que le da más gravedad, es que esto era un discurso en las redes sociales o incluso un discurso público, ahora se transforma en, por un lado, amenazas de muerte con nombre y apellido, y por otro lado, la capacidad operativa de cometer atentados, entonces esto implica un in crescendo muy significativo: pasar del ámbito simbólico de las redes al ámbito concreto, amenazas de muerte y atentados.
—¿Cuáles son las experiencias históricas que podemos referenciar con este tipo de hechos?
Yo creo que hay dos líneas desde donde pensarlo, una diacrónica: una a través del tiempo y otra en los hechos del último año, de los últimos dos años. A través del tiempo, me parece que es claramente el inicio del pasaje de lo simbólico a lo material. El pasaje de una década donde ha habido una radicalización de las fuerzas de derecha que permiten atravesar los consensos que se habían logrado en la postdictadura en el conjunto de la estructura política y que tienen que ver con estas cuestiones que mencionábamos, con la estigmatización de la izquierda política, por llamar de alguna manera, con los pueblos originarios, con los inmigrantes, con el antisemitismo y esa capacidad de pasaje de esa construcción simbólica que tiene su origen en 2006, 2007, pero que cobra fuerza recién hacia 2012, 2013. Lo que vemos a partir de este año, del año pasado, es ese pasaje del plano simbólico al plano material y eso tiene una enorme gravedad, y uno lo puede ver en muchísimas experiencias históricas cómo se va construyendo. Cómo hay una recuperación de una terminología, de una simbología de la derecha paraestatal, de las derechas paraestatales en los 70. Ahora, y por otro lado, viene de la mano de una serie de hechos a nivel internacional que también van en esa dirección y que se articulan tanto con el crecimiento de la nueva derecha en Europa o en Estados Unidos, incluso en nuestra región también Brasil, el caso más cercano o Chile, como con las acciones de grupos anti vacunas o de grupos anti cuidados en el caso de la pandemia que entonces uno ve puntos de contacto con los atentados, con las amenazas, por ejemplo, contra Christian Drosten en Alemania, contra distintos virólogos, investigadores, miembros de comités asesores. Entonces creo que se combinan esas dos corrientes, la articulación de una recomposición que creo que tiene un núcleo muy fuerte en los carapintada y que me parece que es una deuda de la democracia argentina, de no haber avanzado con la suficiente fuerza y con el suficiente nivel de condena frente a todo lo que fue el movimiento carapintada que encuentra espacio a partir de un sufrimiento no elaborado, y creo que es algo que hay que trabajar también como sociedad, esto es que no hay una política estatal para abordar las consecuencias de lo que significó este sufrimiento pandémico y entonces eso le abona el terreno a quien busca transformarlo en odio.
—¿Qué nos ha demostrado la experiencia histórica que debemos hacer los pueblos, qué los gobiernos y qué la Justicia para enfrentar estos hechos? Empezó a suceder en la ciudad que no les quieran alquilar locales las inmobiliarias a sedes partidarias o que personas no quieran vivir cerca de estos lugares, por ejemplo, situaciones que nos retrotraen a prácticas que vivimos en el país como mencionabas o que se vivieron incluso en la Alemania Nazi, que se inicia con la noche de los cristales… Ante todo esto, ¿qué desafíos tenemos los pueblos, los gobiernos y la Justicia?
Yo creo que hay tres líneas que se me ocurren, quizá entre otras, pero tres que son fundamentales, una creo que es la que involucra al conjunto de las representaciones políticas, que creo que es importantísimo marginalizar estas expresiones políticas y esto es más importante que el campo popular, no solo el frente de todos tiene que estar, no solo la izquierda tiene que repudiar, sino que también hay que involucrar al radicalismo, a otras fuerzas más identificadas históricamente con la institucionalidad democrática, para exigir la condena y marginar a estos grupos, esa me parece que es la cuestión más amplia, más general. Por otro lado, esto que decías, dentro del propio campo popular, es importante -yo lo venía planteando ya desde el libro “La construcción del enano fascista” y antes- que para mí, la prioridad para el movimiento de derechos humanos y para el campo popular es poder constituir un movimiento anti fascista, esto es, poder articularse en la confrontación contra el surgimiento de esta lógica fascista, es entender entonces que esa es la principal contradicción principal, entonces que esto requiere repensar políticas de alianzas, repensar prioridades, repensar las acciones del movimiento popular. Me parece que lo central es enfrentar con mucha dureza esto para que no siga creciendo. Está en un momento incipiente, si uno lo detiene acá, es una cosa, si uno no le impide crecer, es otra…
Y la tercera, que va de la mano de eso, es la acción judicial. Me parece que lo más preocupante de todo esto es que no se esclarezca y que no se pueda inmediatamente detener y castigar a los responsables. Entonces me parece que esto también es fundamental: cómo lograr una rápida intervención judicial y un proceso de investigación que permita aislarlos políticamente y aislarlos también jurídicamente.
—Vos mencionabas en el caso del contexto del Juicio a las Juntas que en esos casos se investigaron y hubo una sanción inmediata. ¿Querés profundizar sobre eso?
En ese momento, fue el último momento, esto era clásico en la década del 70, después del 83, hubo una especie de compromiso político de condena a este tipo de uso de la violencia paraestatal y, cuando se inicia el Juicio a las Juntas, hubo una serie de atentados, de amenazas, de volantes, sobre todo a quienes estaban involucrados en el proceso de juzgamiento, también con la misma lógica, se hablaba de la “sinagoga radical”, en esta articulación del antisemitismo con la condena al gobierno de Alfonsín, con la posibilidad de llevar adelante estos juzgamientos. Y esto se desarma de esta manera a partir del diálogo del alfonsinismo con distintos sectores del peronismo y de la izquierda para marginalizar a estos grupos, y por otro lado, a partir de la acción judicial que a varios de los responsables de esos atentados, de esas amenazas, se los detiene rápidamente y eso como que detuvo de alguna manera ese proceso que después va a tener otro tipo de expresiones con los alzamientos carapintada. Por eso decía, quizá el tema no saldado en la democracia argentina es la condena a los carapintada, son episodios muy olvidados que permitieron que algunas de esas figuras incluso pudieran reaparecer en el sistema político, quizá el caso más notorio sea el de Aldo Rico o Gómez Centurión, pero hay otras figuras también y que me parece que es un momento para revisar esto, porque los carapintada han sido el núcleo de gran parte de esta utilización paraestatal de la violencia.
En el mismo sentido, y en cómo se inscriben en el contexto mundial estos atentados y esta emergencia de un neo fascismo, vos mencionabas recién el caso chileno y cómo el pueblo chileno enfrentó a este neo fascista José Antonio Kast y desde el campo popular emergió este otro referente proveniente de las luchas universitarias, Gabriel Boric.
Sobre todo quedó claro en el conjunto de la sociedad chilena el peligro que significaba Kast y el ascenso de este fascismo, que llevó a muchísima gente que no votaba a votar. Entonces, me parece que eso sí es importante, la comprensión del campo popular de cuál es la contradicción principal en un momento histórico.
—Hay un movimiento importante anti fascista en Chile, desde iniciativas y redes de educación popular anti fascista, por ejemplo…
Es que es crucial, porque justamente la suma del aumento de la desigualdad social y en sufrimiento pandémico es un terreno muy fértil para el crecimiento del neo fascismo. Entonces, si no hay una política muy clara y muy firme y muy generalizada en el campo popular de un movimiento anti fascista, esto permite el crecimiento dentro de los sectores populares de lógicas neo fascistas que buscan expresar una frustración y un desencanto que tiene un sentido, que son legítimos.
*Por Jessica Visotsky para ANRed / Imagen de portada: ANRed.