Haití: “Recuperar nuestra soberanía y darle fin a la era neo-colonial”
Henry Boisrolin, representante del Comité Democrático Haitiano, analiza la situación de su país, cruzado por la corrupción gubernamental y la injerencia extranjera.
Por Lucía Dallavia para PIA Noticias
Los acontecimientos desencadenados con el magnicidio del presidente de Haití, Jovenel Moïse, dejan entrever la trama en donde se ubica Haití en el tablero mundial y el modelo “neo-colonial” en el que fue insertado por las potencias coloniales. Henry Boisrolin, representante del Comité Democrático Haitiano, nos trae algunas claves para entender Haití desde una mirada basada en su cultura, su identidad y desde una perspectiva en donde el pueblo haitiano tiene voz.
—¿Qué sucede hoy en Haití?
—La crisis haitiana es multidimensional. Para poder contextualizar un poco, diría que estamos asistiendo en Haití a la descomposición de lo que nosotros llamamos el sistema neo-colonial, impuesto desde la primera ocupación norteamericana, desde 1915 hasta 1934.
A partir de ahí, Haití se transformó en una perfecta neo-colonia de Estados Unidos. Eso significa que todas las estructuras económicas, políticas, represivas, culturales, etc., estaban impuestas en función de los intereses del imperialismo y de la élite haitiana. Significa también que los sectores populares haitianos eran marginados. Es por eso que a través del tiempo para sostener ese sistema, recurrieron a dictaduras, golpes de Estado, manipulación de elecciones, intervenciones directas y multinacionales a través de la ONU. La más lamentable fue la de la MINUSTAH, que duró de 2004 a 2017. Masacraron niñas, niños, violaron, introdujeron el cólera que mató a más de 10.000 haitianos, y más de 800.000 personas fueron infectadas. Impusieron hace diez años un partido llamado Parti Haïtien Tèt Kale (PHTK, Partido Haitiano de las Cabezas Rapadas), de extrema derecha, neo-duvalierista, es decir, de la dictadura de la familia Duvalier. Todo esto para poder llevar adelante esas políticas.
El pueblo haitiano nunca dejó de luchar. No queda otra. Imagínate un sistema que ha producido 70 por ciento de la población activa sin trabajo, una esperanza de vida que no supera los 50 años. Hay más profesionales haitianos que viven afuera que adentro. Si no fuera por la presencia de la Brigada Médica Cubana desde 1998, el drama hubiese sido más trágico.
Por otro lado, para poder asegurar el mantenimiento del sistema, han recurrido a las manipulaciones electorales y aparecieron y florecieron las bandas armadas, que existían antes, pero es la primera vez que hay un crecimiento exponencial. Es por eso que nosotros hablamos de que las bandas armadas representan una maniobra política, instrumentos políticos al servicio de amedrentar al pueblo, de desarticular el movimiento popular, tratar de romper la espina dorsal y preparar el terreno para que en la futura contienda electoral puedan participar solamente los candidatos que las bandas quieren. También hay que entender que esto se puede perpetuar, porque hay territorios de la capital y del país controlados totalmente por las bandas armadas. Entonces, el país se ha gansterizado, la descomposición del sistema neo-colonial ha conducido a la gansterización. Es decir, son bandas armadas, señores de la guerra, que se enfrentan entre sí. Esto es un terrorismo de Estado, porque estas bandas están ligadas fundamentalmente a miembros del Estado y, a la vez, al imperialismo, porque Haití no fabrica armas, entonces, ¿de dónde sacan estas bandas armadas las municiones?
La Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití, dirigida por la norteamericana Helen Lalin, dijo en el Consejo de Seguridad de la ONU que la “federación” de algunos grupos armados, denominada G9, es una “buena noticia” para Haití, porque “en vez de hablar con cinco o seis, iban a hablar con uno”. Se federaron bandas armadas y la ONU dice que es algo bueno. Hay una perversidad para doblegar al pueblo haitiano que es realmente repugnante. Es una barbaridad.
Se federan gánster, bandidos, que han cometido masacres al pueblo haitiano, gente que prohíbe la circulación en partes de la capital del país, controlan territorios. Esto demuestra la complicidad de la ONU, ya que no se puede ver lo de las bandas armadas como fruto solo de la miseria, sino como un mecanismo, una operación política, para enfrentar a la resistencia popular.
—¿Qué es el Core Group?
—En este momento, el verdadero gobierno en Haití es lo que se llama el “Core Group”, fundado en 2003. Esto es una federación de embajadores de Estados Unidos, Canadá, Francia, España, Brasil, la Unión Europea (UE), el Secretario General de la ONU y la OEA. Ellos son los que deciden sobre Haití. Cuando hablamos de neo-colonialismo es esto, para ir a lo concreto de cómo se materializa en nuestro país.
Tampoco hay que ver a la derecha y la ultraderecha de manera homogénea o uniforme, ya que tienen contradicciones internas, hay lucha por espacios, lucha de poderes, como también hay enfrentamiento entre los grupos armados y pandillas. El secuestro se ha transformado en Haití en una perfecta industria. Incluso, el imperialismo no hay que verlo de manera homogénea. Claramente, en lo que sí están de acuerdo es en mantener bajo tutela a Haití, pero los Clinton tienen intereses bien particulares, algunos republicanos tienen otros, por esto Haití está frente a una crisis multidimensional tanto en el espacio como en el tiempo.
Nosotros somos producto de una nación creada por esclavizados y esclavizadas. Y el objetivo, desde principio del siglo XIX, es demostrar qué es lo que le ha pasado a esos negros que se han levantado a tomar su independencia. Buscan demostrarle al llamado mundo negro, de manera racista, que somos incapaces. Entonces, el fracaso permanente de Haití les sirve de ejemplo para que el mundo negro de África y de Estados Unidos diga: los haitianos tomaron su independencia y mirá cómo están.
Algo para entender, que me parece muy importante, es que en la división internacional del trabajo, el rol que siempre le fue asignado a Haití fue el de productor de mano de obra barata, por ende, han desarrollado zonas francas en las fronteras donde ponen industrias como Levis, Dior, etc., que fabrican ropa de marca por salarios de hambre. Hay que verlo desde el punto racista, histórico y también de la división internacional del trabajo.
Por otro lado, hay que entender que el tipo de clase dominante que tenemos, la burguesía haitiana, no tiene base material para ser una burguesía nacional. Casi todos dependen o son apéndices “de”. Compran y venden, no hay fábricas en el país, porque el sistema capitalista que nosotros tenemos es un sistema raquítico, por ende, con poco desarrollo de las fuerzas productivas.
—Háblanos sobre el Acuerdo de Montana.
—Todo el esfuerzo nuestro en tratar de frenar este proyecto, que consideramos el proyecto de la muerte, para poder construir una alternativa diferente, está volcado en el “Acuerdo de Montana”, firmado por cantidad de organizaciones, movimientos y personalidades que llaman a un gobierno de transición y de ruptura con el proyecto colonial. No queremos organizar elecciones por lo menos durante dos años, porque si no, vamos a dividirnos. Tenemos que preparar una gran conferencia nacional para que podamos entendernos como un proyecto mínimo de país de acá a por lo menos diez años y ahí sí poder ir a elecciones. Eso significa recuperar nuestro derecho a la autodeterminación y la soberanía que no tenemos hasta ahora.
La revolución haitiana es un desafío a la moralidad y a sus paradigmas. Para poder aprender la revolución haitiana, hay que utilizar categorías de-coloniales, el pensamiento de-colonial es importante para poder entender lo que está pasando en este momento. Hace falta introducir nuevos conceptos, nuevas categorías. Cuando uno analiza la revolución haitiana, va a ver la importancia del idioma creole, sabemos muy bien que una lengua es más que sus reglas, es una construcción política y el creole nació de eso, de las resistencias de las masas esclavizadas mezcladas primero con el español y luego con el francés bajo la esclavitud.
En el plano cultural religioso, también el vudú es una religión de resistencia y no se puede entender el arte haitiano sin saber algo del vudú o el creole. En este momento, hay ciertos elementos, ciertas reglas o leyes que están actuando que no pueden ser analizadas a partir del eurocentrismo.
Hoy, el planteo es que nosotros no tenemos nuestra soberanía y sin soberanía no podemos hacer nada. Perdimos nuestro derecho a la autodeterminación y sin eso no podemos hacer nada, porque todo sería un verso. Pensamos que lo primero que tenemos que hacer es recuperar nuestra soberanía, nuestro derecho a la autodeterminación, por eso hablamos del Acuerdo de Montana, que tiene una columna vertebral: la formación de un gobierno de transición, de ruptura con el sistema, y terminar con esto del Core Group.
—¿Cómo ve el movimiento popular la situación en Haití?
—En primer lugar, es un movimiento que entiende que hay una correlación de fuerzas que no le favorece. En segundo lugar, es un movimiento popular que sabe que su lucha sufre de un mal muy grande, que es el aislamiento internacional. Se habla de Haití en los grandes medios cuando hay una catástrofe, un magnicidio, un terremoto, un golpe de Estado y después se olvidan. Bill Clinton ha robado millones de dólares a Haití y nadie dice nada. ¿Quién ha hablado del cólera o de las masacres en Haití? Hablan de las bandas como para dar la imagen de una anarquía total, de que no hay organizaciones, de que no existe el movimiento popular. Hay lucha, hay resistencia, hay organizaciones, somos seres pensantes, entonces hacemos un análisis tratando de ser objetivos en cuáles son nuestras potencialidades, fortalezas y debilidades.
Entre las debilidades, está el aislamiento, incluso la lectura que se ha impuesto sobre Haití. La lectura de la victimización: nos ven como pobrecitos, incluso desde la izquierda latinoamericana nos ven así. Sin embargo, hemos escrito nuestra historia, nuestros ancestros han escrito una de las páginas más brillantes de la historia de la humanidad, en cuanto a la lucha por la libertad y la dignidad. Los esclavizados y esclavizadas tenían sus pies y sus manos atadas, y había cadenas también en el cerebro y en el corazón. Para romper las cadenas de las manos y de los pies, tuvieron que romper también las cadenas del cerebro y el corazón, porque se habían capturado africanos, trasladados en condiciones infrahumanas, transformados en esclavos en la isla y luego en negros. Fueron cosificados y bestializados, sin embargo, esos seres humanos supieron construir táctica y estrategia de lucha, ganaron en el campo de batalla y en el campo de las ideas.
La revolución haitiana no es hija de la revolución francesa, es otra cosa. Nuestra consigna no era “Libertad, Igualdad, Fraternidad”; nuestra consigna era “Libertad o Muerte”. Para poder entender a Haití, hay que entender que además del conocimiento científico, hay otros saberes que son importantes y que pueden aportar muchísimo. Estamos luchando con esas fortalezas que no saben y que no pueden reconocer.
Nosotros no estamos viendo todo lo que proviene del exterior como algo malo, sino que estamos pidiendo un debate de igual a igual, pero tenemos derecho a hablar por nosotros. También necesitamos consejos de la comunidad internacional, pero que no nos vean como inferiores, ya que podemos aprender de las luchas de otros pueblos. Necesitamos desarrollar mejores relaciones con los movimientos populares, hay que difundir la voz haitiana, no a alguien que está pensando por nosotros. El objetivo de nuestra lucha es retomar el camino de 1804, retomar el rumbo de construir nuestra propia realidad sin dictamen de nadie. Haití tiene que diseñar nuevas relaciones internacionales.
*Por Lucía Dallavia para PIA Noticias / Foto de portada: A/D