¿Es Haití un país maldito?

¿Es Haití un país maldito?
1 agosto, 2019 por Tercer Mundo

Estas líneas exponen las bases intolerantes de los clichés relacionados al vudú haitiano y desarman la absurda teoría que hace creer que es el responsable de una supuesta maldición que sufre el país.

Por Maxonley Petit para La tinta

En 2010, después de que un sismo devastador golpeó a Haití, el reverendo estadounidense Pat Robertson afirmó que Haití misma se había provocado el sismo a través de un “pacto con el diablo”. Esta ideología racista e intolerante provocó que los vuduistas fueran el blanco de hostigamiento, violencia y sus templos fueran incendiados y vandalizados.

Otro caso: en los meses siguientes al sismo, apareció una epidemia de cólera provocada, según revelan las investigaciones, por aguas residuales filtradas de los campamentos de la ONU; por este hecho, también fue culpado al sector vuduista, lo que provocó que la masa asesinara a docenas de practicantes y oficiantes en todo el país. Esa deformación y reformulación del vudú haitiano como algo diabólico es una jugada peligrosa que alimenta el conflicto social y los reales problemas del país.

Una fe que nació de la esclavitud

Irónicamente, fue la inmigración forzada de esclavizados africanos la que proporcionó las circunstancias para el desarrollo del vudú. Los esclavizadores pensaban que, por mezclar los diferentes grupos étnicos de esclavizados, estos no podrían unirse para formar comunidad. Sin embargo, en la miseria de la esclavitud, los africanos trasladados encontraron en su fe un hilo común. El vudú ha sido el instrumento que unió a los africanos en el nuevo mundo y la religión emancipadora a la que recurrían los esclavizados cuando eran maltratados brutalmente.

El vudú haitiano es un derivado de las religiones más antiguas que han existido en África desde el comienzo de la civilización humana. Es una cosmovisión que infunde todo, desde la medicina y la religión hasta la cosmología y las artes. De la esclavitud institucional, este credo renació en América de los africanos tratados como ganado, despojados de sus culturas, separados de sus familias y llevados al otro lado del Atlántico para ser esclavizados por esclavizadores y misioneros católicos. Esta conversión forzada, sin renunciar verdaderamente a su fe nativa, hizo que se llevara a mezclar las prácticas de las dos culturas. Como los esclavizados no podían observar su religión abiertamente, usaron elementos del catolicismo para proteger su propia práctica espiritual, lo que resultó en el panteón ecléctico de espíritus africanos de hoy junto a santos católicos. Así, los esclavizados continuaron practicando sus tradiciones africanas prohibidas mientras asistían a las misas bajo la mirada ignorante de sus amos.

Haiti ceremonia vudu en el mar la-tinta

La lucha frente al proceso de aculturación continuó durante tres siglos, pero ninguno de los castigos pudo extinguir la fe de los africanos. Al contrario, lo ayudó a amurallarse y crecer en condiciones culturales duras en muchas partes de América, con la mezcla sincrética del vudú de los esclavizados africanos con el catolicismo de los esclavizadores. Lo que, de hecho, originó los diferentes nombres y formas de la religión afrodescendiente en América. Además del catolicismo, otras religiones cristianas comparten fenómenos con el vudú, como el trance de los pentecostales, entre otras.

Satanización y discriminación de los cultos afrodescendientes

El vudú fue para nuestros ancestros negros lo que no pudo ser la iglesia de los blancos. Los nostálgicos de la colonización no soportan que los negros tengan su propia religión con filosofía contraria y que esa herramienta sea el instrumento que les permitió terminar con la esclavitud iniciada con la (pseudo) evangelización. Para justificarse, utilizan la influencia que tienen en la manipulación de la información para deshonrar las tradiciones haitianas, generar odio de la propia raza hacia su cultura y asegurarse de que no vuelvan misteriosamente a desafiar sus planes. Es por eso que, hasta hoy, Haití es una de las naciones más colonizadas por todo tipo de ONGs occidentales, controlando los sectores de la vida, principalmente, la educación y la religión. Ya que, si logran controlar nuestras mentes, no hace falta encadenarnos físicamente como antes.

Al independizarse en 1804, Haití fue visto como un ejemplo peligroso para las colonias de Latinoamérica. Debido a la negación tanto de las potencias europeas como de Estados Unidos a condenar la esclavitud, la Iglesia Católica fue vista como la única institución internacional capaz de reconocer la independencia de Haití. La firma del Concordato, el 28 de marzo de 1860, entre el Papa Pio IX y el presidente Geffrard, que convirtió al catolicismo en la religión oficial de Haití, fue considerado como una victoria diplomática para el país caribeño, pero tal privilegio para la iglesia católica también implicaba la misión de difundir la civilización occidental cristianizada a través de la educación y la erudición administrada por congregaciones religiosas, así como la de purgar la cultura haitiana de sus tradiciones africanas.

Si es sólo otra religión, ¿por qué todos piensan que da miedo?

Este temor nace de la leyenda de que los haitianos pudieron vencer al ejército de Napoleón porque sus deidades vudú los hicieron invencibles. Estados Unidos temía que los eventos en Bois-Caïman pudieran extenderse a su territorio. Por eso, esta amenaza ha sido groseramente distorsionada desde colonialistas blancos del pasado hasta los líderes espirituales de hoy. Los esclavizadores en toda América, aterrados, reaccionaron reprimiendo con mucha más fuerza todas las prácticas religiosas inspiradas en África. Hicieron circular historias que las vinculan con sangre y violencia.

Haiti vudu ceremonia la-tinta

Con una fuerza de otro mundo, dice la leyenda, los haitianos iniciaron el fin del mayor crimen de la humanidad y la primera república negra fue proclamada. El vudú haitiano, entonces, se convirtió en una religión de rebelión con libertad en su corazón. Tal vez, estas sean las raíces del miedo del vudú por parte de Occidente, especula el antropólogo estadounidense Ira P. Lowenthal, que sigue diciendo: « Estas personas nunca serán conquistadas nuevamente. Serán explotados, serán oprimidos, se empobrecerán, pero se puede decir que ni un solo haitiano camina con la cabeza gacha (…) Son más humanos que las personas que los esclavizaron. Eran mejores que sus amos, capaces de vivir en otro reino. No hay otra respuesta más articulada a la opresión que eso”.


Muchos libros y películas creados durante la ocupación de Haití por Estados Unidos dibujaron imágenes racistas de haitianos y del vudú, que todavía orientan nuestras percepciones sobre la manera en que tratamos al país. No siempre somos conscientes de los orígenes de nuestras creencias; de vez en cuando, tenemos que volver a evaluar lo que sabemos y cómo lo sabemos. Es solo a través de una buena educación y de conocer a aquellos con creencias diferentes que podemos vencer nuestro miedo y darnos cuenta de que son personas comunes que enriquecen nuestras comunidades.


¿De qué maldición hablan?

La mayoría apunta con el dedo al vudú como chivo expiatorio sobre la raíz de todos los problemas de Haití. Tal vez, no sea sorprendente que una religión nacida de la subyugación colonial y el trauma de la esclavitud irrite a los líderes cristianos, que también resultaron ser los amos esclavistas. Pero, ¿qué hay de la realidad? Si bien no soy vuduista, soy haitiano y, al serlo, sé diferenciar lo verdadero de lo falso, del mismo modo que no hay que ser cristiano para diferenciar el catolicismo del protestantismo.

El vudú, factor clave en la revolución haitiana, es una religión monoteísta de orden cósmico emanado de cultos animistas africanos. Combina elementos de varias religiones del cristianismo y de religiones tribales. Respecto a esto, la diplomática haitiana Vichy De La Fayette Thibeaud expresó: “Contrario a las demás religiones, ésta se practica de manera reservada en Haití, más bien, en lugares apartados. La gente piensa que el vudú es sinónimo de maldad, pero no es el caso; como todo instrumento, la bondad o maldad va depender de quién lo usa. En cualquier religión, sea o no animista, sea o no vudú, los elementos de muerte y venganza están presentes y son usados contra los considerados enemigos”.

Las ideas erróneas sobre el vudú le han dado a Haití una reputación de brujería. Con respeto a esto, Elizabeth McAlister, una activista norteamericana, declaró: “La mayoría de los estadounidenses no saben qué es realmente el vudú. Creen que el vudú se trata de hechicería, generalmente, una especie de práctica siniestra”.

Haiti ceremonia vudu la-tinta

Las imágenes viralizadas, como el famoso muñeco atravesado por agujas, son cosas que existen solo en las películas y con la idea de generar miedo. La amplitud del conocimiento de la mayoría probablemente se limita a unos versículos bíblicos, algunas imaginaciones procesadas en los grandes estudios de Hollywood, los mitos presentes en la cultura pop y otros prejuicios culturales occidentales.

El vudú es también una expresión cultural de todos los hijos de África, que los afros deberían saber. El saber es estar en una dinámica para hacer las paces con sus propios orígenes, encontrar su verdadera identidad y rechazar las enseñanzas racistas y discriminatorias que, durante siglos, nos han llevado a maldecir todo lo que se nos asemeja para deificar a quienes causaron nuestra desgracia. Desafortunadamente, sin saberlo, repetimos y transmitimos los estereotipos de los influenciadores sin siquiera molestarnos en cuestionarlos. Algunos pastores y predicadores haitianos se han dejado llevar por las opiniones intolerantes para traumatizar a las personas y hacerles creer que fue debido a demasiados crímenes relacionados con el vudú que Dios los había castigado. Uno podría preguntarse: ¿fue la esclavitud un fenómeno divino? ¿Por qué no había ocurrido un terremoto tan devastador en Estados Unidos después de haber bombardeado Nagasaki e Hiroshima? Si fuera cierto, ¿qué ocurriría por las cruzadas sangrientas de la Edad Media, el holocausto nazi, las guerras…? Caso curioso es que, en el mismo país del pastor Robertson, un esclavizado africano, Gullah Jack, usó sus poderes espirituales para planear un levantamiento de esclavizados en Carolina del Sur en 1822. ¿Acaso solo Haití merece ser castigado? Sabiendo que el catolicismo es la religión dominante de Haití, seguido por el evangelismo, uno puede seguir preguntando: ¿por qué Dios castigaría también a sus fieles que lo rezan día y noche?


El racismo cultural que nubla nuestra visión tiene sus raíces en la esclavitud y está intrínsecamente conectado con la evolución política y social de este hemisferio. El vudú fue practicado por primera vez en América por esclavizados de ascendencia africana, cuya cultura fue temida y ridiculizada. Si los esclavizados no fueron considerados completamente humanos, imaginemos a su cultura. A veces, lo irónico es ver con qué afán ellos mismos se apropian de nuestra cultura con la excusa de promoción u homenaje. Uno no tendría problema si realmente fuera así, pero, al pensarlo bien, en base a hechos reales, se llega a conclusiones como de que todo lo “negro” es bello, siempre y cuando no lo lleve un negro. Primero, la desprecian y, luego, la explotan, la despojan de todo su valor simbólico original, mercantilizándola como algo superficial que no beneficia a la comunidad originaria.


Haití sufre un grave problema estructural y coyuntural que va más allá de la religión. Es el resultado de un proyecto de perturbación constante de los esclavizadores frustrados por la independencia de Haití y el mal ejemplo que significa para ellos. De hecho, el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, después de haber invadido e impuesto a Haití una Constitución que él mismo escribió en 1915, realizó esta vergonzosa declaración: “Hay que provocar constantemente el levantamiento de las masas descalzas contra las personas con zapatos (la oligarquía o aquellos que viven mejor) y poner a las personas con zapatos en un estado de desgarro mutuo; esta es la única manera para que podamos tener un predominio continuo sobre este país de negros que ha ganado su independencia con las armas, que es un mal ejemplo para los 28 millones de negros de América”.

De ahí, se puede entender mejor por qué los medios audiovisuales fomentan el racismo cultural en lugar de favorecer el multiculturalismo, con el gran potencial que tienen. Difunden imágenes que nos denigran y que promocionan la hegemonía de la cultura occidental, que se divierte lucrando con la nuestra. Estas representaciones abominables, además de quitar a los espectadores su capacidad de juicio, ayudan a reforzar los sentimientos racistas y antiafricanos que tachan a los afrodescendientes como salvajes primitivos. No existe una solución fácil a la discriminación y los prejuicios, pero podemos cambiar de manera respetuosa la forma en que se representan las minorías raciales y religiosas en los medios de entretenimiento. De la misma forma que no tenemos que ser niños para defender sus derechos, no tenemos que ser vuduista para exigir el respeto. Se trata de libertad (individual), de divergencia y tolerancia.

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*Por Maxonley Petit para La tinta

Palabras claves: esclavitud, Haití, religion

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