La visita del Papa Francisco a Irak plantea muchos interrogantes
El viaje de la máxima autoridad de la iglesia católica a Irak despertó nuevas esperanzas, aunque el futuro del pueblo iraquí continuará entre las sombras.
Por Amira Abo El-Fetouh para Monitor de Oriente
El Papa Francisco visitó Irak, en lo que se dice que ha sido el primer viaje de este tipo. Llegó en un momento de circunstancias excepcionalmente difíciles que atraviesa Irak desde la invasión estadounidense de 2003, con continuos disturbios y matanzas. Y con los restos del Daesh todavía en el lugar, se necesitó lo que parecía ser todo el ejército iraquí para proteger al jefe de la iglesia católica, junto con 200 policías y fuerzas especiales estadounidenses. Se impuso una zona de exclusión aérea en todo Irak y se cerró la ciudad de Nayaf, mientras el Papa visitaba al clérigo chiíta de mayor rango en el país, el Gran Ayatolá Ali Al Sistani. Según las primeras estimaciones, la visita costó al erario iraquí millones de dólares, mientras que muchos ciudadanos están sumidos en la pobreza.
El régimen iraquí recibió al Papa con gran cordialidad: el comité de bienvenida incluía al presidente, al primer ministro y a todos los ministros y funcionarios del gobierno. Fue una recepción impresionante, aunque exagerada, como la que el Papa no había recibido en ningún país. ¿En qué estaba pensando el régimen? ¿Qué pretendía demostrar?
Al parecer, el Papa canceló un viaje a Sudamérica para ir a Irak, lo que me hace preguntarme qué esperaba conseguir con ello. Desde luego, no era sólo para rezar por los cristianos iraquíes, de los que sólo hay 400.000 en el país, la mayoría emigrados tras la invasión estadounidense.
También es seguro que llevaba mensajes políticos de un país concreto, además de los destinados a los medios de comunicación en su discurso del viernes pasado y durante las tres misas que celebró. Repitió las palabras de los Papas que le precedieron sobre el espíritu de amor y paz entre todos los seres humanos. Sin embargo, también dijo algo que los Papas anteriores no se atrevieron a decir: que los judíos, los cristianos y los musulmanes son todos hijos de Abraham. Es la primera vez que un Papa católico reconoce al islam como una religión divina. Sus predecesores habían considerado a los musulmanes como seguidores de las enseñanzas de un hombre justo, Mahoma, que escribió él mismo las escrituras, pero no recibió una revelación divina.
El Papa Francisco se ha acostumbrado a desempeñar el papel de mediador desde que asumió el papado. Ayudó a restablecer las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, también se ha implicado en las crisis de los refugiados en Europa y América. La revista Fortune lo incluyó en la lista de los 50 mayores líderes del mundo, mientras que Forbes lo clasificó como el cuarto hombre más poderoso del mundo.
¿Qué quiere la cuarta persona más poderosa del mundo de un país que en su día fue la capital del mundo musulmán y, por tanto, el país más poderoso del mundo? Un país al que el Vaticano temía tanto que se abstenía de tocar las campanas de la iglesia cuando había barcos musulmanes a la vista, para no provocarlos.
¿Qué quiere el Papa del Estado de Irak, que fue destruido por la invasión estadounidense, que desplazó a millones de sus habitantes y saqueó sus riquezas y su patrimonio? ¿Por qué no condenó la invasión mientras estaba en el corazón de Irak?
Lo que realmente me desconcierta en todo esto es el régimen iraquí, con su excesiva hospitalidad. ¿Espera que el Papa le conceda un certificado de buena conducta y comportamiento por todas las masacres cometidas en su territorio durante los últimos 18 años? Está claro que el régimen consideró esta visita como un reconocimiento a sí mismo y a su odioso sectarismo, lo que le dio el visto bueno para aumentar su represión contra la revolución iraquí que estalló hace más de un año.
Quizás el mensaje que llevaba el Papa Francisco iba dirigido a Irán. Su visita a Nayaf y su encuentro con Al Sistani, la máxima autoridad chiíta en Irak, es un reconocimiento de la importancia y el simbolismo religioso del ayatola, que le ha permitido desempeñar un papel político decisivo en los asuntos de Estado.
Paul Bremer fue el hombre designado por Washington para gobernar Irak tras la invasión y la caída de Bagdad. En su libro Mi año en Irak, explica el deseo de Estados Unidos de mantener el apoyo a los chiíes y a Al Sistani, y de excluir a las fuerzas chiíes aliadas de Irán. El papel de Al Sistani dentro de la comunidad chiíta es similar al del Papa para los católicos: no gestiona los asuntos políticos cotidianos, pero ejerce su influencia a través de discusiones privadas con seguidores leales y emite opiniones religiosas autorizadas.
Esto es un hecho. Desde 2003, Al Sistani ha desempeñado un papel importante y ha permitido que los chiíes iraquíes tengan la sartén por el mango en el gobierno, gracias a su insistencia en redactar la Constitución mediante una asamblea elegida, y en introducir la aplicación de la ley islámica en la Constitución, para que los chiíes se lleven la parte del león. Hay muchos ejemplos del papel político de Al Sistani en Irak: uno de ellos es que fue quien obligó al primer ministro Adil Abdul Mahdi a presentar su dimisión el año pasado, tras la revolución contra él y la muerte de manifestantes.
Por tanto, es razonable afirmar que Al Sistani ha contribuido a dar forma a la política en Irak, con un gran impacto en los políticos y el pueblo, así como en el curso de los asuntos del país. Esto es bien conocido y es reconocido por Bremer.
¿Por qué, entonces, el Papa Francisco comenzó su recorrido por Irak con una visita a Al Sistani? Sólo pudo ser por su posición política y para entregar un mensaje de otro país. Posiblemente, incluso, de Estados Unidos, aunque no podemos estar seguros. ¿Cuál era el mensaje y qué se le pide a Irak? ¿O se está amenazando a Bagdad, dado que la visita del Papa fue alentada por Washington después de dos atentados contra las fuerzas estadounidenses en Irak en menos de dos semanas?
También me pregunto cuál será la postura de Irán ante esta visita tan sospechosa. Teherán controla básicamente Irak y lo considera más o menos una provincia de la República Islámica.
Hay demasiados interrogantes en torno a todo este asunto. Quizá podamos esperar algunas respuestas en los próximos días.
*Por Amira Abo El-Fetouh para Monitor de Oriente / Foto de portada: A/D