¿Qué dicen los que sí y qué dicen los que no?
Fuera de las redes sociales, los medios y el Congreso, los argumentos de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) también se disputan. ¿Qué dicen los que están a favor y qué dicen los que están en contra? Lucía Wegelin y Oriana Seccia analizan los cambios desde 2018 y la polarización política al filo del debate en el Senado. Este trabajo es parte de un estudio cualitativo realizado por el equipo del GECID en el flamante Observatorio sobre los dilemas actuales de la democracia frente a la emergencia de neoautoritarismos (Lectura Mundi/UNSAM).
Por Lucía Wegelin y Oriana Seccia para Revista Anfibia
El proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo está en el Congreso argentino por segunda vez. Desde 2018 hasta ahora, los cambios que surgieron a nivel ideológico no tienen tanto que ver con el porcentaje de la población que hoy adhiere o rechaza. La transformación es más profunda y tiene que ver con los argumentos esgrimidos para defender una u otra posición.
Los resultados de un sondeo de opinión realizado por nuestro equipo en noviembre de 2020 (1) muestran que persiste cierta correspondencia entre la adscripción política al Frente de Todos y un posicionamiento mayoritario favorable a la ley, así como un apoyo minoritario entre los votantes de Cambiemos, como arrojó un estudio cuantitativo realizado por nuestro equipo en 2018 (ver cuadro del final). También persiste un sesgo etario que se expresa como un mayor apoyo a la legalización entre los jóvenes que entre los adultos. Lo más notorio esta vez es que se desplazaron los argumentos de una u otra posición. Esto se observa en las transformaciones que el debate está teniendo en el Congreso Nacional. Pero, en este caso, analizaremos cómo esos argumentos circulan socialmente fuera del recinto y del escenario mediático. Y delinearemos los perfiles de estas argumentaciones.
Tipificación de las posiciones a favor
Los posicionamientos a favor de la aprobación de la ley parecieran un poco más informados respecto de cuáles son los artículos en debate que aquellos que se manifiestan en contra. Más allá de esto, pueden identificarse por lo menos tres argumentos principales que dan legitimidad al proyecto de ley.
1) El slogan “Mi cuerpo es mío” sirve como fundamentación desde una inscripción de la demanda del aborto esgrimida desde el marco de un cierto liberalismo cultural. Este argumento puede combinarse fácilmente con el señalamiento de otro tópico recurrente, que lo vincula a una problematización de los modos de la maternidad -poder elegir cómo ser madre y no tener que ser madre- y que se entrelaza a veces al interior de un cuestionamiento de las relaciones asimétricas de género. Cuando esto pasa, la justificación de la necesidad de la legalización del aborto excede un marco de inscripción en tanto derecho individual de las mujeres sobre su cuerpo para pasar a ser una reivindicación de la igualdad de género, junto con un concomitante reconocimiento de la culpabilización y excesiva responsabilización de la crianza de los hijos sólo en las mujeres.
“Me parece que son decisiones muy personales y bueno, en un país también que hemos pasado por tantas cosas y que una mujer eh… está bien que decida tener o no un hijo si quiere hacerse responsable, porque después ella es la única, por experiencia, ¿no? Que se va a hacer cargo de los hijos” (Adultos mayores).
En este sentido, es interesante la acuñación de la figura de los “padres aborteros” como un modo de -en contra de la penalización y exclusiva responsabilización hacia la figura de la mujer en torno a los hijos- retrazar la trama vincular con la cual un niñe viene al mundo.
“(El padre) puede opinar, pero no definir. Porque también hay muchos padres aborteros que se borran, ¿viste? No abortan normal, pero se van cuando el nene nació y no lo ven más, y eso no se critica. Es una sociedad machista, ¿viste? Que hasta que nos podamos librar de todo…” (Adultos mayores).
2) Otro tópico recurrente en las posiciones a favor de la legalización supone la visibilización del espacio social desigual en el que se inscribe la demanda, comprendiéndose al aborto como un derecho y como un tema concerniente a la “justicia social”, a veces también aludida como una cuestión de “salud pública”.
Estos argumentos remarcan las diferencias en el acceso a un aborto seguro entre quienes pueden pagar y acceder a cuidados médicos adecuados, independientemente de la clandestinidad, y quienes están más expuestos a prácticas médicas peligrosas por la precariedad a la que obliga la clandestinidad y por la falta de condiciones sanitarias seguras.
“Porque todo esto que pasa, las que más sufren son las pobres. Porque como dijo recién la compañera: cuando tenés plata, te lo pagás en una clínica y zafás y nadie se entera. Y cuando no tenés, terminás con la aguja de tejer y ahí están todas las pobres mujeres que terminan muertas. Así que, totalmente de acuerdo. Totalmente de acuerdo” (Adultos mayores).
En esta línea argumentativa, aparecen también ciertas vetas victimizantes hacia las mujeres, poniéndose en primer plano el riesgo de muerte, desdibujando el carácter de posibilidad de ejercer con autonomía un derecho en la justificación de la legalidad. Esta inflexión de los motivos que abogan por la legalización también encuentra voces que la contestan, de un modo minoritario, pero firme, cuando la demanda por la legalización queda justificada como una cuestión que concierne al deseo de maternidad.
“Yo lo veo perfecto. Estoy totalmente de acuerdo con la legalización del aborto. ¿Por qué? Te explico. He estado en la misma organización, por eso puedo hablar. Si vos no legalizás, la gente igual se va a seguir muriendo. Si legalizás dicen que estás matando… pero si no legalizás, la que se quiere ir a hacer un aborto clandestino se lo va a seguir haciendo y van a seguir muriendo”. (Adultos mayores)
3) Por último, emergió otro modo recurrente de estar a favor de la legalización cuyas justificaciones permitirían hablar, por lo menos, de un triunfo pírrico de la demanda. Nos referimos a aquellos argumentos que, tomando a la educación como la solución de todas las desigualdades sociales, jerarquizan a ciudadanos que tienen poder de decisión y quienes, careciendo de educación, necesitan de un tutelaje moral. Sin él, sus decisiones no son calificadas de tales, sino comprendidas como una simple extensión de lo que ordena la necesidad y la carencia (de recursos, de educación, en fin, de criterio). No exclusivamente estos argumentos son más recurrentes entre quienes apoyan fórmulas políticas de centro y de derecha, que parecieran inscribir el derecho al aborto como si se tratase de una (necesaria) instancia de tutelaje de clase -de la poseedora y educada que vela por quienes carecen de criterio: los ignorantes y desposeídos-.
“Lo que más escuché, que me definió por estar de acuerdo, es que más que nada es una ley sanitaria que viene a resolver eso de, bueno, un montón montón, gran cantidad de… que el comentario lo escuchamos y para gente de pocos recursos ‘¿para qué tienen tantos hijos?’, bueno, eso viene a resolver esa necesidad de esas personas que… es como uno ve a esos noticieros que van a hacer entrevistas y preguntan ‘¿por qué tenés tantos hijos?’, ‘y porque no me doy cuenta, porque me olvidé de cuidarme’ y bueno, damos una solución a esas personas que no tuvieron herramientas o les faltó información y sucedió que trajo un hijo que no lo puede cuidar y nos afecta a todos como sociedad… porque no le damos una contención a ese chico y termina en los resultados, bueno, lo que vemos, las consecuencias…” (Jóvenes).
Tipificación de las posiciones en contra
Entre las posiciones en contra, apareció la objeción religiosa, pero no fue la versión predominante.
“Para mí es terrorífico porque nadie puede matar a un bebé dentro del vientre, nadie. Que les enseñen a cuidarse, que les den los medios, que los instruyan, pero a las mujeres, más que nada. Pero hacer eso, no. No, no, no. Me aterroriza” (Adultos mayores).
Se repitió en grupos de diversas edades y perfiles políticos un argumento moral, pero no asociado al valor de la vida sino a la sexualidad. En esta posición, el aborto aparece asociado al libertinaje y provoca una reacción moralista que reclama responsabilidad allí donde imagina una juventud con una sexualidad desenfrenada. La ética de la responsabilidad que se reclama implicaría que el individuo tiene que hacerse cargo de sus actos sexuales y de sus efectos de manera que lo que se objeta no es el desenfreno sexual en sí (como se podría sostener desde una perspectiva religiosa), sino la pretensión de des-responsabilización que se lee en el reclamo por el aborto libre. En los grupos de adultos mayores la des-responsabilización es vista como un problema generacional, pero se trata de un argumento que no sólo aparece en estos grupos, sino también en algunos jóvenes.
“Yo así como está planteado estoy en contra, no me parece que sea libre para todos, por ejemplo, si yo con mi novia un día no me cuido, mañana abortar… no es así de fácil. Me parece que tiene que estar para la gente que sufrió una violación… todos esos temas familiares que se dan en algunas provincias… pero así como está planteado, me parece que no estoy de acuerdo con el aborto” (Jóvenes).
Lo que se repite en todos los casos es un llamado a la responsabilización individualizante que se anuda sin fricciones con la ideología neoliberal de “el que quiere puede” (usar anticonceptivos). Esa misma ideología es también la que está detrás de la posición contraria a la legalización del aborto que se fundamenta en la experiencia individual: “si yo pude, otros tienen que poder”.
“Yo con el asunto del aborto no estoy de acuerdo, será porque tuve todos mis hijos, y que estaba en mala situación, eh. Que podría haberlo hecho y todo, pero no, yo a pesar de todo seguí para adelante. Será que en eso nunca voy a estar de acuerdo, ¿viste? Mis hijas también son madres solteras, los han tenido y por eso, en ese sentido, es una vida, ¿viste?” (Adultos mayores).
Esta objeción responsabilizante se articula en muchos casos con la oposición a la gratuidad, no porque se trate de un gasto excesivo sino por una cuestión ética: el Estado estaría pagando el libertinaje sexual, responsabilizándose por algo sobre lo que cada individuo debería responder. En este argumento pagar por el aborto sería un modo de pagar las culpas por los actos realizados de modo que la libertad sexual aparece como una falta moral a la que habría que responder éticamente, exculpándose mediante el pago de un aborto con dinero. En este argumento se enlaza también la imagen del aborto como método anticonceptivo: si el aborto fuese libre y gratuito podría ser usado como método anticonceptivo y eso sería costoso para el Estado y favorecería así ese imaginario libertinaje des-responsabilizado. El cuerpo de la mujer no aparece en ningún momento de esta argumentación, ni como sujeto de deseo ni de padecimiento.
Ese tipo de argumentos responsabilizantes, “contra el libertinaje”, están enlazados con otra de las cuestiones que están en el centro de muchas objeciones: la cuestión económica. En una situación de escasez en la que hay que distribuir acorde a prioridades, el aborto no aparece como un gasto justificable para el Estado argentino en este momento. Aquí la cuestión moral queda camuflada detrás de una cuenta que debe realizarse de modo eficiente y condicionada por las urgencias de la sociedad argentina en cada coyuntura. Así la pandemia y la amenaza de la crisis sanitaria aparecen como la prioridad más lógica que justificaría relegar la cuestión del aborto.
La objeción económica, que tiene su posición extrema en la formulación “no estoy en contra del aborto, sino de que sea gratis”, podría implicar que se apela a un argumento económico como coartada, porque la objeción moral-religiosa se sabe no suficiente en el presente del debate público argentino.
“No me parece bien porque para mí… algo libre y gratuito debería ser que tantos estudios que tiene que hacerse cualquier persona mayor y lo tiene que pagar. Y si no… y cuestan dinerales.”
En esa posición se expresa una distribución subterránea de la circulación de las ideologías en la sociedad argentina: la moral se asume como siempre partisana, los conflictos valorativos son indecidibles ya que no habría en ese terreno argumentos ganadores posibles, mientras que la distribución económica aparece como un problema técnico, neutral, sobre el que no se puede discutir. Es esa división entre el terreno moral y el económico la que habilita que la economía funcione como coartada.
En el mismo sentido la presión sobre el sistema de salud generada por el COVID apareció como otro factor que entra en esa cuenta distributiva entre prioridades, una operación matemática en la que la legalización del aborto se imagina como una suma excesiva. Pero el costo imaginado no es el único fantasma que aparece en este tipo de argumentos. También se proyecta la fantasía de embarazos masivos (que explicarían los costos excesivos para el Estado) que se anudan con la objeción del aborto como libertinaje. La insistencia de estas fantasías sobre el exceso sexual sugiere que hay una economía libidinal en juego en estas objeciones: el aborto aparece como concomitante a una energía sexual que está fuera de su lugar (la clandestinidad, la conciencia o el bolsillo individual), fuera de sus límites. Y la oposición a la legalización es el llamado a la represión de ese exceso.
Clivaje sociológico de las posiciones
Aunque este tipo de estudios cualitativos no sirvan para hacer un análisis sobre la representatividad de los argumentos, se puede reconocer que detrás de las posiciones polares ante el aborto aparecen los perfiles políticos de un modo bastante claro: en los grupos de votantes del Frente de Todos, la posición mayoritaria es a favor, y lo contrario sucede en los grupos de votantes de Cambiemos.
Asimismo, puede leerse una leve inclinación a comprender la efectividad del derecho al aborto si la gratuidad lo acompaña en las argumentaciones de los sectores populares. También puede observarse un sesgo etario en el acompañamiento mayoritario hacia la aprobación por parte de los jóvenes.
Cabe remarcar cómo se expresan las diferencias de género en relación con las posiciones esgrimidas. Entre quienes están en contra, apareció cierta incomprensión de los hombres de las demandas de las mujeres (e incluso del término “patriarcado”), pero también algunos hombres mayores mostraron cierto pudor en hablar en nombre de las mujeres.
“Creo que la chica se expresa como… con el tema este que tiene muy planteado: el tema del patriarcado, ¿entendés? Como que da la expresión de que tiene ese gesto desafiante hacia la autoridad…Fundamentan mucho el pensamiento de que ellas se sienten inferiores… y no es así… mira yo tengo hermanas y yo como hermano siempre traté de darles una patadita en el culo, por decir, para que ellas salgan afuera y no se dejen manipular por un hombre, que nunca dependan de un hombre, que sean… O sea, a mí, yo… vos me pones a la par una mujer… Yo trabajo en la fuerza… y yo veo a mis compañeras y yo me siento orgulloso de que una se recibió de abogada, que estaba estudiando por afuera… y yo la verdad… a mí, pero… me siento orgulloso de que una mujer esté a la par mío, ¿me entendés?… no sé si va en sí a la opinión general pero es que luchar por un patriarcado es una… es un pensamiento muy… de la edad media… creo que tendrías que pelear por otro lado porque hoy la mujer tiene muchos más recursos para ponerse a la par del hombre” (Jóvenes).
“Bueno, mirá, yo te digo la verdad, yo pienso que es un tema que no puedo opinar porque es el derecho de la mujer de opinar sobre su propio cuerpo. Ellas tienen que (inaudible) cuál es la idea y la necesidad que tienen. Porque tienen necesidades que yo de acá afuera puedo opinar de una manera y puede haber productos de diferentes cosas, ¿no? Y entonces yo creo que la mujer tiene el derecho de opinar y decidir sobre su cuerpo. El hombre opina desde afuera, a mí por lo menos no me gusta opinar. Yo te diría que sea una decisión de la mujer” (Adultos mayores).
Entre las mujeres, las que están a favor lo celebran y las que están muy en contra lo relacionan incluso a posiciones que ponen en peligro qué significa ser mujer, anudando casi sin resquicios esa identidad a la maternidad.
“No estoy a favor y no estaría nunca a favor porque tuve hijos y sé lo maravilloso que es sentir el movimiento de un hijo en la panza de uno. Y yo lo tomé así, como algo maravilloso para mí, ¿entendés? Entonces no puedo entender que chicas tan jovencitas, que muchas veces ni siquiera experimentaron eso, este… lo puedan pedir. Si no saben lo que es ser mamá” (Adultos mayores).
El feminismo y las formas
Si la advertencia insidiosa sobre (el cuidado de) la forma del cuerpo femenino fue uno de los pilares del control patriarcal del cuerpo de las mujeres, una versión contemporánea del imperativo de “cuidar las formas” pesa sobre el feminismo y la aceptación de la legitimidad de sus reclamos. Superando toda “grieta” entre quienes apoyan y quienes objetan la legalización, encontramos un rechazo transversal hacia las formas de protesta del feminismo como la representada en la foto, que atraviesa a la polarización política.
Quienes estaban en contra del aborto manifestaban una incomprensión intraspasable frente al mensaje que la chica de la foto pretendía expresar.
“Se desnudó, eso veo. Es lo primero que sale, otra cosa no hay. Se desnudó para mostrarles las tetas a ellos. Me da vergüenza de género, digamos. Porque no, no, no le encuentro, yo no le encuentro razón. No le encuentro razón (Adultos mayores).
La “vergüenza de género” era una sensación que se repetía junto con la insistencia en “cuidar las formas”.
“Sí, también he participado de marchas así. Estuve en La Plata hace unos años, creo que fue el año pasado, acompañando a varias compañeras y… sí me gusta la lucha que tienen. Pero no me gusta esa exageración de mostrar el cuerpo y de provocar al personal que está al frente. Eso sí no me gusta. Ahora, sí que uno acompañe la lucha que tienen, que algunas chicas se luchan por liberarse, otras por el aborto, por el sí o por el no, no hay ningún problema. Lo que sí, lo veo muy… exagerado, eso de sacarse la ropa delante del policía. Porque lo está provocando, para mí lo está provocando. No en forma sexual, sino para ver si hay algún movimiento de parte de ellos, ¿entendés?” (Adultos mayores).
La demanda de represión del exceso detrás del argumento contra la IVE, aquel que asociaba el aborto al libertinaje, aparecía de modo manifiesto frente a esta foto en la que la mujer se describía como “fuera de su lugar”. La interpretación del mensaje de la mujer como una “provocación” no sólo insiste sobre la dimensión libidinal de aquello que tendría que ser reprimido del feminismo sino que incluso habilitaba una identificación con el policía.
A contrapelo de este rechazo afectado en torno a “las formas” de algunas expresiones del feminismo, encontramos una veta minoritaria al interior de las posiciones que apoyan la legalización que tienden a comprender de manera más integral la radicalidad de la política feminista: supone una apropiación del cuerpo que se subleva ante la división patriarcal de lo sensible y lo que se espera que un cuerpo generizado femenino muestre.
“Indudablemente es una cosa que hizo en una manifestación por el aborto, con el cual estoy absolutamente de acuerdo, porque tiene el pañuelo en la cintura la chica. Me parece espectacular la actitud, porque es lo mismo que cuando se te dan vuelta y te muestran el culo. Es lo mismo. Yo si fuera la edad de la chica lo haría, ahora no lo hago porque tengo las tetas caídas. Pero yo la aplaudo a la piba, me parece espectacular. Es una actitud corporal de desafío: ‘acá estoy yo y quiero hacer valer mi derecho: tomá’. El brazo… son actitudes corporales muy características de una rebeldía contra el sistema” (Adultos mayores).
En estos argumentos también suele aparecer una suerte de alianza entre generaciones, donde las hijas relevan y actúan las sublevaciones acalladas de las abuelas.
Activismo feminista
En esta nueva presentación del proyecto de ley incluso quienes están en contra tienen que justificarse, buscando argumentos más allá de la moral religiosa. Esto habla de una correlación de fuerzas, y de que los dos años que pasaron no fueron en vano en torno al crecimiento de la visibilización de la demanda, producto de un activismo feminista fortalecido y pujante.
Entre los contenidos argumentales analizados es notorio el retroceso de los argumentos religiosos. En el presente, la oposición se marca desde un argumento económico, que se enlaza a un argumento moral que reza: la máxima injusticia sería financiar desde el Estado el desenfreno sexual irresponsable, sobre todo, de los jóvenes. Por el contrario, en las posiciones a favor del aborto, se oscila entre leer la legalización como un derecho liberal individual o como una cuestión de justicia social.
En relación a las opiniones sobre las formas de protesta del feminismo lo que se tolera que entre a la escena de la discusión pública es la legitimidad y responsabilidad por los derechos, pero no así la política corporizada del feminismo: allí parecen estar las mayores reticencias ante la revolución total de la distribución entre lo público y lo privado que acarrea el feminismo.
El derecho al aborto será ley, y será el escalón para las luchas que restan.
Anexo: estudio cuantitativo propio de 2018.
*Por Lucía Wegelin Oriana Seccia para Revista Anfibia / Imagen de portada: La tinta.
(1) Los datos analizados en esta serie de trabajos surgen de un estudio cualitativo realizado por el equipo del GECID (http://gecidiigg.sociales.uba.ar/) en el marco del lanzamiento en el ámbito de Lectura Mundi/UNSAM de un observatorio y programa de investigación sobre los dilemas actuales de la democracia frente a la emergencia de neoautoritarismos. Entre el 6 y el 16 de noviembre se realizaron 16 grupos focales a través de una plataforma de videollamadas grupales (zoom) con participantes del AMBA distribuidos en 4 grupos etarios y diferentes perfiles político-ideológicos. En paralelo, se está implementando una encuesta nacional referida a la misma problemática a cargo del programa PASCAL/UNSAM.