Una policía contó cómo intentaron encubrir el asesinato de Blas Correas
Se trata de la agente de la policía de Córdoba, Wanda Esquivel, quien es una de las detenidas por el asesinato de Blas Correas en agosto pasado.
Por Rafael Catalano La Izquierda Diario
Según informaciones reveladas por La Voz del Interior, que habría tenido acceso al expediente de la causa Blas Correas, una de las agentes imputadas, Wanda Esquivel, habría dado detalles de cómo se montó el operativo de encubrimiento, por los propios policías, luego del asesinato del joven en agosto pasado.
De los 13 imputados, la agente Esquivel es una de las pocas que declaró frente al fiscal. Esquivel se mantiene con detención domiciliaria. Lo que confirmaría su declaración es algo ya largamente conocido del accionar común de la policía de la provincia de Córdoba sembrando armas para simular enfrentamientos donde, en realidad, hubo asesinatos a sangre fría.
Siempre según lo que publica La Voz del Interior, la agente cuenta que, luego de que los policías Alarcón y Gómez dispararan seis veces al Fiat Argos donde viajaba Blas Correas con sus amigos, comenzó el operativo de encubrimiento que incluyó a comisarios y jefes policiales.
Sería un subcomisario, Sergio González, quien les dijo que “un desconocido le acababa de avisar a otro policía, que, desde el Fiat Argos, habían tirado algo”. Luego de un primer rastrillaje donde no encontraron nada, un cabo, Leandro Quevedo, le preguntó si nadie tenía un “tango”. El cabo 1 Alarcón, uno de los asesinos, respondió de manera afirmativa.
Cuando dicen “tango”, se refieren a las armas truchas que usan para plantar en casos así. Tan alto es el nivel de impunidad que maneja la policía de Córdoba que ya tienen incorporada esa figura al léxico interno.
Luego de buscar el “tango”, subieron al patrullero y allí, según el expediente, “a la altura del Avión en la Ciudad Universitaria, el cabo 1° Alarcón saca del chaleco un revólver y le dice tomá, y ella le dice que no, y le repite vos tomá y tiralo. Que en ese momento, ella agarró el revólver y abrió un poquito la ventana y lo tiró. Que en ese momento, fueron minutos de debilidad y que ella hizo lo que le dijo el cabo 1° Alarcón”.
Luego de encontrarse con los jefes policiales que estaban más adelante, volvieron a realizar el recorrido por avenida Vélez Sarsfield y allí, a la altura del avión, simularon encontrar el arma. El auto donde viajaba Blas Correas ya había parado su marcha, en el centro de la ciudad, y ya había fallecido. El subcomisario González habría llegado con la noticia que dentro del auto no viajaban “saros”, sino “chicos”. Saros serían, siempre según la jerga policial, como llaman a quienes consideran delincuentes.
Luego, la cadena de encubrimiento continuó en la misma Jefatura de Policía, donde hicieron ir a los cuatro policías involucrados en primera instancia. Allí se cuidaron de mantenerlos separados de la familia de Blas Correas y los otros chicos que viajaban con él. Allí aparecen dos nuevos jefes policiales, el comisario inspector Ludueña y el comisario Gatica, quienes entrevistaron a los cuatro efectivos.
Luego de ello, según el expediente que revela La Voz, “en ese momento, Ludueña le pide a Alarcón que lo acompañe a unos metros de donde estaban todos y que allí se pusieron a hablar. Que ella no pudo escuchar de qué hablaban. Que cuando dejaron de hablar, se acercaron a donde estaba el resto y el comisario inspector Ludueña les dice que se quedaran tranquilos que iba a salir todo bien. Que en ese momento, estaba el comisario Gatica y les preguntó a los cuatro acerca del arma y que les dice si habían puesto el arma ahí, que la mira a la dicente y ella lo asiente con la cabeza, y él la mira y le dice quédese tranquila que por guardia tienen varios robos calificados en esa zona y que lo dejen ahí al tema del arma”.
En definitiva, sale a la luz toda una maquinaria de encubrimiento que se pone en marcha cuando suceden estos brutales asesinatos y cuentan con toda una serie de complicidades ordenadas jerárquicamente. La versión policial es la que rápidamente se difunde por los medios intentando sembrar sospechas sobre las víctimas. En algunos casos, ya sea por su condición social, como el de Blas Correas, o al haberlo hecho frente a gran cantidad de personas como Joaquín Paredes, hace que se puedan desmontar rápidamente estas mentiras flagrantes.
*Por Rafael Catalano La Izquierda Diario / Imagen de portada: La tinta.