Por Josefina Hibakusha para La tinta
Invocación subversiva de María Escudero: «Los dueños del fuego»
¿Quién fue María Escudero? Los textos que siguen son menos la reconstrucción biográfica de una artista que la invocación de su corrosivo fantasma, una interrogación abierta y en tiempo vivo sobre la geografía poética y política de Córdoba desde la perspectiva de su memoria. Parte III.
“Debo decirles que soy hija de la rabia y del grito latente contra los silencios y ocultamientos”
María Escudero
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Montañas devoradas por el fuego. Ciudades confinadas, víctimas de una pandemia global. La calle y los abrazos inoculados de muerte. Policías disparando a los adolescentes. Líderes mundiales coqueteando con el exterminio mutuo. Estados Unidos gobernado por un rubio de la tele: supremacistas disparando a las multitudes. Multimillonarios conquistando el espacio, buscando otros mundos que exprimir. Glaciares derritiéndose. Criaturas prehistóricas emergiendo desde las profundidades del océano. Y la población encerrada, mirándolo por celular. Dale like. Ponele “Me entristece”, “Me enfurece”. Preparate el mate. El Apocalipsis es ahora.
2
Queman el monte. “Donde antes hubo incendios, ahora hay countries”. ¿Cómo es posible que el fuego, elemento de barricada e instrumento de lucha popular, haya devenido tecnología de destrucción corporativa? ¿Cómo es posible que Córdoba, ayer capital del sindicalismo y el estudiantado combativos, hoy sea el corazón de la derecha reaccionaria, capital de la soja y el “desarrollismo” inmobiliario desatado, bastión macrista? ¿En qué se conectan el Navarrazo y la muerte de Blas Correas? ¿Cómo puede ser que la voz del pueblo haya pasado de Agustín Tosco a Mario Pereyra? ¿Cómo fue posible que Mario Pereyra entrevistara a Luciano Benjamin Menéndez en la televisión universitaria, todavía manchado de sangre fresca?
3
Escribir a María Escudero (Cruz del Eje, 1926 – Quito, 2005) importa menos como posibilidad de reconstrucción biografía que en su ejercicio de invocación de un fantasma que es metonimia de una época, un colectivo, una multitud sepultada en medio del grito por el mismo poder exterminador que hoy –transmutado en su versión soft– nos aniquila suavemente (killing me softly), quemando el monte y arrasando la tierra para convertirnos (agotado el granero) en chiquero del mundo. Es también la posibilidad de hacer la arqueología de lo que nos quema. También descubrir las posibilidades del fuego que llevamos impresa en la piel.
4
Nos ganan. Si el monte y la selva (desde Sierra Maestra hasta Vietnam) son condición necesaria de revolución, el fuego que se come las sierras, el Delta y el Amazonas no es solo especulativo: es estratégico. ¿También es la continuidad de un genocidio, que nunca se detuvo?
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“Post–dictadura” es el término utilizado por la crítica e historiografía teatral argentina contemporánea para describir al período histórico iniciado con la reapertura democrática. Post-dictadura, decimos, como si la dictadura (efectiva) haya desaparecido alguna vez. ¿Y los servicios de inteligencia? ¿Y la policía? ¿Y Papel Prensa? ¿Y los milicos? ¿Y Julio López, el Rubio del Pasaje, Santiago Maldonado, Facundo Astudillo? ¿Sociedad de derecho para quiénes? La categoría se enseña en las universidades y se replica en nuestras maneras de percibir “lo democrático”. Las diferentes formas en que construimos memoria son también las diferentes formas en que construimos presente: con herramientas críticas insuficientes, anabólicas, muchas veces condescendientes.
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¿No pesan sobre nosotros los bloques de cemento con que envolvieron los pies de los que arrojaron a las profundidades del dique San Roque? Es posible que no solo nunca va a haber perdón ni olvido, sino que nunca va a existir pausa: y que la memoria es menos la posibilidad de una reparación que la herencia de fuego que espera ser retomada contra el poder que la fusiló, que desde entonces se multiplica y se complejiza, con un apetito cada vez más cruel. Que se nutre de nuestras piernas pesadas. Si hay un control policial en cada puente, es porque los puentes son estratégicos.
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En Córdoba la mierda es tanta, que satura las cloacas e invade las calles, saltando a borbotones de las esquinas. Chapoteamos en mierda. La metáfora es menos simbólica que física: nuestros cuerpos (sociales, individuales) están reventados por la misma saturación cloacal que explota las calles. “Algo huele mal en Córdoba”. Escribir a María Escudero (menos que homenajear, invocar la multitud que representa) permite descubrir la violencia ininterrumpida mediante la cual se ejerce y se acumula poder necrológico en nuestra ciudad (en nuestro mundo). Poder fundado en un exterminio que nunca se detuvo: que mutó. No hay interrupción, sino continuidad de un mismo ímpetu de muerte cada vez más sofisticado, pero también brutalizado. La dictadura no terminó: se transformó, se invisibilizó. La llevamos adentro. Lo interrumpido es otra cosa. Si la multitud –dueña del fuego– que asaltó las calles en el Cordobazo fue asesinada de forma sistemática y cruel, el mismo poder detrás de dicho genocidio (de dicha interrupción) crece y se complejiza, con intenciones totalizadoras, fagocitadoras: en forma de fuego. Córdoba, la ciudad de la creación colectiva, de la masa popular autodirigida, de las barricadas, cercada por el fuego corporativo.
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Nos robaron el fuego. También la ciudad. Exterminan el monte. Lo hicieron a punta de picana y a razón de asesinato. Reemplazaron industria con soja,. Mutaron ciudad por feudo latifundista. La dieta del horror dictamina genocidio y prescribe una descendencia condenada a la abulia del teléfono celular. Miseria planificada (Walsh dixit): no es que, tras años de saqueo neoliberal, hayamos retrocedido casilleros en el desarrollo de nuestro país, es que accedimos a una fase superior de miseria, dentro de un régimen extendido de terror caótico en el marco de sociedades hiper controladas.
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¿Y qué nos puede decir María Escudero (como metonimia, como metáfora) de esta situación? Que como en los setenta, de nada sirve continuar trabajando ficciones distractivas cuando el mundo alrededor se transforma en un documento cruel. ¿Tendremos que esperar a que el muerto nos entre por la ventana, como Walsh, o que la multitud nos lleve puestos, como Escudero, o tendremos la capacidad de robarle a la derecha aquello que más la identifica: su capacidad de reacción? Lo que es seguro, es que mientras seguimos chusmeando la realidad dentro de una red social privada (que nos controla y manipula por algoritmo) dentro de un aparto conectado a redes de circulación de datos también privadas, la realidad literal, en 3D, avanza en forma de fuego alrededor de nuestras ventanas. ¿Y si en realidad, más que una amenaza, de lo que se trata es de una sobrenatural invitación al fuego? Quizás, como hizo la generación de Escudero, sea tiempo de quemar la casa. Comprender que el problema no es el incendio: el problema es lo que se quema. ¿Y si es momento de robarle el fuego a “los dueños”, recuperarlo y repartirlo, multiplicarlo, otra vez entre nosotros?
*Por Josefina Hibakusha para La tinta.