«Si me hubieran escuchado, tal vez Blas Correas estaría vivo»
Gabriela Sanso, mamá de Rodrigo Sánchez, acusa que el ex jefe de la zona sur de Córdoba Capital, Gonzalo Cumplido, encubrió al policía que fusiló a su hijo en 2015. Se trata del mismo comisario que estaba a cargo de la zona donde ocurrió el asesinato de Valentino Blas Correas. «Quisieron instalar que los chicos venían armados, en persecución, pero no tenían ni idea quiénes eran. Si era un Rodrigo más, un chico de barrio, esto hubiera pasado como si nada», expresó.
Cinco. Cinco años hace que Gabriela Sanso exige justicia por su hijo Rodrigo Sánchez, asesinado por la Policía de Córdoba. Cinco son también los balazos que le tiró el cabo Lucas Gastón Carranza, el 19 de septiembre de 2015, a pesar de que Rodrigo estaba desarmado, de espaldas y sin representar ningún peligro.
Diecisiete. Diecisiete años tenía Rodrigo. Diecisiete era también la edad que tenía Valentino Blas Correas cuando fue baleado por la misma institución el pasado 6 de agosto.
Si bien las historias de vida de Rodrigo y Blas eran muy diferentes, ambas tramas se encontraron ante el mismo desenlace fatal: la Policía de Córdoba fusilando por la espalda y el Estado intentando inculpar a las víctimas. Y en ambos casos, la figura del comisario Gonzalo Cumplido aparecería como pieza aglutinante.
Hasta hace menos de un mes, Cumplido era uno de los integrantes de la Cúpula Policial de Córdoba Capital, al desempeñarse como subdirector general de Seguridad Capital Zona Sur. Pero el asesinato de Blas Correas sucedió en su área y, ante la repercusión inesperada que tomó el caso, el Gobierno Provincial decidió usarlo como fusible para calmar los ánimos. «La renovación de la fuerza será integral», aseguró el ministro de Seguridad de la provincia, Alfonso Mosquera.
El comisario Cumplido fue el encargado de hablar con los medios ese jueves por la mañana, cuando se conoció la noticia. A pesar de que declaró que allí no había «nada que esconder», con el correr de las horas, se conoció que sus subordinados habían intentado ensuciar la investigación, aportando un testigo anónimo falso, difundiendo rumores en los medios, plantando un arma -que ni siquiera estaba operativa- y limpiando la escena del crimen. Tampoco se trataba de dos uniformados jóvenes, como difundió Cumplido en primera instancia, sino que tanto Lucas Gómez como Javier Alarcón tenían más de diez años de experiencia en la fuerza. De hecho, ambos tenían antecedentes penales pendientes: Gómez, por encubrir a un violador serial, y Alarcón, por privación ilegítima de la libertad y lesiones leves calificadas.
Lejos de ser una actitud atípica de la Policía, Gabriela Sanso, mamá de Rodrigo, ve que sale a relucir un peligroso patrón de conducta. Y que, esta vez, salta a la luz porque se trató de un Blas y no de un Rodrigo.
«Cumplido, el policía plantado»
Al momento de matar por la espalda a Rodrigo, el policía Lucas Gastón Carranza no sólo tenía antecedentes penales, sino altos niveles de cocaína y marihuana en sangre. A pesar de que se demostró que lo asesinó por la espalda, para la fiscal Jorgelina Gutiez, actuó en “legítima defensa” y en “cumplimiento del deber como funcionario público”. A diferencia de Blas, Rodrigo se trataba de una «mala víctima» porque habría estado intentado cometer un robo, por lo que la Justicia acompañó rápidamente la versión policial de un supuesto intercambio de disparos.
La única pistola y los casquillos que se encontraron en el lugar fueron del arma reglamentaria de Carranza. Era sábado al mediodía en zona transitada, por lo que la mamá de Rodrigo cree que la Policía no tuvo la posibilidad de alterar la escena del crimen. Finalmente -juicio mediante-, al presunto cómplice de Rodrigo le tuvieron que cambiar la imputación de robo calificado por portación de arma de fuego a robo simple porque no se pudo probar la existencia de otra pistola. Curiosamente, quien también sería detenido por robo, unos meses más tarde, sería el propio policía Carranza, quien fue descubierto cuando intentaba sustraer una campera en un shopping de la ciudad.
Según nos cuenta Gabriela, en la investigación judicial del caso de su hijo, fue determinante el testimonio de un efectivo policial que declaró haber estado, de casualidad, en el lugar y momento justo en el que ocurrió el hecho. Ese testigo era el comisario Gonzalo Cumplido. «Es un policía plantado -dice Gaby-. Tuvo que declarar tres veces por esta causa y siempre cambia la declaración. Para mí, no estuvo en el lugar».
En 2015, Cumplido declaró que estaba detenido en un semáforo cuando ve toda la situación: dos chicos arriba de una moto, uno se baja y hace con su mano un movimiento como si estuviera manipulando un arma; dice que escucha varios tiros y que le parece que son detonaciones de distintas armas. Al año, Cumplido vuelve a declarar, esta vez, en el juicio por robo calificado al acompañante de Rodrigo, y cambia su testimonio, relativizando lo que había presenciado.
Gabriela recusó a la fiscal Gutiez por las incongruencias del caso y la Justicia, si bien negó su solicitud, ordenó que los siete testigos vuelvan a declarar. Así, en 2019, Cumplido volvió a atestiguar y modificar su declaración.
Las odiosas comparaciones
«Apenas nombraron a Cumplido en la causa de Blas, me llamó mi abogado. No puede ser casualidad que él aparezca en todas las causas de gatillo fácil intentando poner paños fríos. Trabaja para salvar a los policías que han cometido un error (…) Quisieron instalar que los chicos venían armados, en persecución, pero no tenían ni idea quiénes eran. Si era un Rodrigo más, un chico de barrio, esto hubiera pasado como si nada«, sostiene Gaby, con la certeza de haber sufrido la inequidad de la Justicia en carne propia.
Para muestra, basta un botón. Gabriela pidió hasta el hartazgo las imágenes del domo de seguridad de Colón y Sagrada Familia para demostrar que su hijo había sido asesinado a sangre fría y desmentir así la coartada policial respecto al intercambio de disparos. Se la negaron y le dijeron que la cámara estaba mirando para otro lado, por lo que no aportaba datos a su causa. Nunca pudo ver esas imágenes. En el caso de Blas, la propia Policía aportó doce cámaras de seguridad para esclarecer el hecho.
«Acá, ya todos saben los antecedentes de los asesinos de Blas y, en el caso de Rodrigo, no salieron a la luz los antecedentes de Carranza ni que estaba totalmente drogado con cocaína, marihuana y estupefacientes. Acá, no se mueve para todos igual. A Carranza todo el mundo lo cubrió y, en los medios, sólo salieron a defenestrar a mi hijo», agrega la integrante de la Coordinadora de Familiares de Víctimas de Gatillo Fácil.
«Siento mucha pena por lo que le pasó a Blas. Cuando vi la noticia, no podía creer que hayan hecho eso, tenía la misma edad de mi hijo, era una criatura. Pero, a la vez, siento mucha indignación, por las cosas que han conseguido en sólo un par de semanas. Dolor e indignación. A los meses del asesinato de mi hijo, a mí la Policía me envió una foto de mi hijo muerto en el suelo y me amenazaron con que a mis sobrinos les iba a pasar lo mismo si no me dejaba de romper las pelotas».
A cinco años del asesinato de Rodrigo, Gabriela y su familia todavía esperan que la causa sea elevada a juicio. El viernes pasado, presentaron un pronto despacho para que la fiscal Gutiez explique formalmente por qué no se avanza con la causa.
Y concluyó: «Lo primero que se me vino a la cabeza con el caso de Blas es que, si me hubieran escuchado, las cosas se podrían haber dado de manera diferente porque Cumplido ascendió con el caso de mi hijo (…) Hoy, se habla del mal accionar de la Policía, pero antes nadie habló. Yo tuve que sacar todo a la luz con mis propios medios. Claramente, se ve la desigualdad de la Justicia y de la Sociedad que festejó su muerte como si fuera un negro menos. No vieron que le arrebataron la vida a un pibe de 17 años. Justicia para Rodrigo Sánchez. También».
* Por Ezequiel Luque para La tinta / Imagen de tapa: La tinta.