Norman Briski: “La voluntad de nuestro pueblo va a tener que buscar su propia alternativa”
Por Carlos Aznárez para Resumen Latinoamericano
Actor, dramaturgo, creador de innumerables agrupaciones culturales militantes, desde aquel mítico “Grupo Octubre” de los años 70 hasta experiencias similares que en la actualidad trabajan a pie de barrio o fábricas recuperadas. Briski no abandona la idea de que los cambios profundos se gestan en Revolución y con lucidez señala que ésta “es un sentimiento” inigualable. Por eso sigue escribiendo, craneando ideas contraculturales y militando desde lo que sabe hacer en una organización social y política, la OLP-Resistir y Luchar. Con él, haciendo honor y homenaje a una amistad de más de cuatro décadas nos juntamos a dialogar en medio de estos tiempos de tanta incertidumbre civilizatoria.
—¿Tenés idea cómo va a ser el mundo de la cultura en la tan publicitada “nueva normalidad”?
—Nosotros estamos a la cola de los permisos. Como siempre, en términos que cuándo podremos expresarnos y volver a ser lo que inspiran los pueblos. Entonces, se vuelve difícil saber que esa nueva normalidad va a ser normal. Me parece que la anomalía va a ser la falta de normalidad. Porque la crisis de la pandemia arrastra la crisis de haberse dado cuenta que la mitad de los trabajadores y trabajadoras están en la lona. Y más de la mitad. Entonces, es difícil adivinar, racionalizando, lo que va a pasar. No me parece que las racionalizaciones van a ser una salida de esta situación.
Lo que sí podría pasar es que, con un hecho solidario de nuestra gente, la voluntad de nuestro pueblo va a tener que buscar su propia alternativa. Una frase que parece de dinosaurios: “El pueblo salvará al pueblo”, me parece que nunca va a ser tan adecuada como en esta situación. Quiere decir que las unidades productivas sean del origen que sean, teatro o fábricas, van a tener una gestión propia. Deberán acercarse también, y no ser solamente lo que producen, sino también los que administran lo que producen. Y eso es un cambio, que dirían los sociólogos, es estructural. Hablar de estructural es estar en contra del capitalismo, eso está más claro que el agua. Mientras exista la acumulación entre el capital y el trabajo, la crisis se va a ahondar, porque el capitalismo, dependiente o no, está en una crisis mucho más seria de lo que se cree. Eso se ve en el Imperio, en sus contradicciones que «no tiene parangón», como dijera algún antiguo. No tiene comparación.
—Allí están las rebeldías de cientos de miles de personas en el corazón del monstruo, en pleno USA.
—Me parece que la pandemia ha descubierto las luchas extraordinarias del pueblo norteamericano, ocultas, silenciadas por sistemas y los medios que se dedican a la negación de la realidad que están saliendo a la luz. Lo analógico, para nosotros sería: «Uy, se dieron cuenta que hay pobreza, uy». Y con qué urgencia se está tapando la pobreza en la Argentina, con famosos «operativos de urgencia» que duran un día y medio, dos días, donde se lleva alimentos, etc. Claro, la confusión es muy seria en términos del campo popular, porque todavía hay una especie de ilusión del estado benefactor. Creo que si no se desilusionan en esta semana, van a tener una novela mañanera: que estás haciendo acá, por qué no fuiste a trabajar. Vamos a tener una novela brasilera, ellos son especialistas en detener a un país con novelas. No se trata ahora de esperar a Godot ni a nadie. Se trata de accionar unidades productivas autogestionadas.
—Han surgido en todo este tiempo, nuevos símbolos, cosas muy concretas, como la olla popular por ejemplo, o la olla común en Chile. A pesar de todo lo que pasa, la gente se reúne a partir de las ollas también a charlar y a intercambiar opiniones. Acabas de escribir un monólogo sobre la olla, y me gustaría que tiraras una punta sobre qué pasa alrededor de ese rito, en medio de una situación pesadillesca como la actual.
—Me parece que hoy se podría decir que las ollas populares, son las Unidades Básicas de aquel entonces. No las de ahora, institucionalizadas, envejecidas y oportunistas. La olla popular tiene la grandeza de ser, que las bases se reúnen con la urgencia del hambre, que existe, y que parece exótico para nosotros, ¿cómo pasa esto en la Argentina? ¿Cómo la Argentina con hambre? Esa cortina que ponemos frente al hambre es porque todavía nosotros estamos comiendo.
«Pero hay un sector muy amplio ahora, que ‘resuelve’ con la olla popular y, una vez que produce esa olla, la comida, inmediatamente después del hambre, aparece la reflexión. Porque es muy difícil reflexionar con hambre. Muy difícil, inclusive, originar la bronca necesaria para la lucha».
—La olla popular es el trámite necesario, exclusivo, de este país y de otros. Este país tiene exclusividades en sus maneras, en este momento hay miles de ollas populares, entonces ya se trata de una organización a nivel nacional que tiene como objetivo aparente poner comida en una olla. Pero desde ahí puede surgir inmediatamente la vitalidad, si es que estamos en condiciones en que la solidaridad y la capacidad de producir comida en nuestros propios patios o jardines, sea posible. Podríamos llegar, y no sería inaudito, a una hambruna que no permita otra cosa que el asalto de los lugares, lo que más tiene la Argentina es alimento y está enjaulado en los hipermercados y las corporaciones que invitan a las ofertas, para sacarle el último centavo a la gente. Esto tiene dos vectores, uno la posibilidad de encontrar la vitalidad y otra encontrar la bronca. La bronca que no es poca.
—Dentro de este panorama, desde que empezó la pandemia, se han multiplicado los abusos y prepotencia por parte de las denominadas “fuerzas de seguridad”, incluso estamos ante un nuevo caso de desaparición forzada, me refiero al joven Facundo Castro. Más aún, hace unos días se allanó la casa del docente Carlos Arce y le destrozado todo, además de golpearlo con ferocidad . Por otro lado, el discurso oficial, repite como una letanía que «nos están cuidando», ¿creés que nos cuidan realmente?
—No sé si hay una intensión de cuidar, yo no me metería en la subjetividad de que comentan errores u horrores, no me manejaría con los prejuicios. Creo que a medida que aparezcan estos indicios de lucha popular, van a reprimir, porque no tienen alternativas que signifiquen que el capital entregue su capital, eso no va a pasar ni puede pasar.
Los otros son mediadores, como el ejército, que puede reactivarse nuevamente, puede reactivarse todo lo que significa el sistema represivo, ir al estado de sitio. Se podría decir que hoy estamos con esas características: tenemos que salir a una hora determinada, no nos podemos reunir, son las características de sitio, o estado de excepción. Pero el estado de excepción tendría como objetivo, regular la fuerza productiva, para poder emparchar la economía. Y eso no se ve por ningún lado.
Lo que quieren es trabajar los síntomas. Entonces creen que en lo de este maestro al que le allanaron la casa, entró alguien, y ahí ya lo van a reprimir. Creen que si ven un hombre delante de una fábrica, entonces puede llegar a tomar a la fábrica. Están, yo no diría asustados, están preventivos con la hoja de ruta entregada, por lo que significan los Servicios. La hoja de ruta quiere decir, en el caso de que estemos en esta situación, un tipo que camina delante de un supermercado, es peligroso, hay que reprimirlo. Para correr y hacer gimnasia hay que tener el DNI. Cómo puede ser eso, es una falta de libertad total, pero se legaliza en 10 minutos, porque es «para el bien de todos», «para protegerlos», «para cuidarlos». Y los que están definiendo la pandemia, en definitiva, es la gente, con sus errores y sus aciertos, la está decidiendo con las ollas populares: “No nos vamos a reunir porque si nos reunimos nos vamos a agarrar el virus, sí negro, pero yo tengo hambre o tengo ganas de reunirme con los demás”. Tengo dignidad sería. Entonces, no hay gobierno que le diga a la gente lo que tenga que hacer, nunca lo hubo. Lo dijo Enrique Santos Discépolo: «No hay ningún gobierno que me va a inspirar los tangos que voy que escribir, hay un pueblo que me inspira”.
—Desde tu punto de vista, Alberto Fernández quiere y no puede, o decididamente no quiere…
—Según el día y a qué hora. Porque es una especie de pragmatismo a prueba de fuego. Y tiene siete discursos en un solo día, me hace acordar al General (Perón), pero ni siquiera con la cabeza, con todas las avenidas que tenía el General. Él va pragmáticamente, emparchando lo que sigue, silbando, es un muchacho con capacidad para el pacto, y ya sabemos que el pacto siempre lastima. El pacto siempre está jodiendo, y el inventor se llama Maquiavelo. Esto es maquiavélico.
—Y la derecha aprovecha y amenaza…
—A Hebe Bonafini la amenazan, que la amenacen a Hebe es un ejemplo clarísimo de intolerancia de una derecha que es casi ultraderecha, porque ni siquiera en esas manifestaciones que hacen cada tanto en la calle, se ve un discurso de la propiedad o de Dios, hay un desparramo totémico que es tan confuso, que se vuelve más peligroso. No se incluyen en un frente republicano conocido, no, inclusive hasta pueden emplear palabras o frases de “izquierda”. Todas sus banderas están con manchas y con locura, y eso es más difícil porque no se puede tener ni siquiera un interlocutor.
—En el medio de todo esto, algunos preanuncian que en los tiempos de pos-pandemia, iremos a peor, con un giro muy claro a la derecha. Pero por otro lado está Chile y su revuelta, y los Mapuche, y también está Estados Unidos, con la gente en la calle de manera realmente saludable, rodeando shoppings, comisarías, instituciones oficiales, haciendo lo que el pueblo hace cuando se rebela. ¿Ves un futuro, en ese sentido, en el término de la movilización popular?
—Por ahora no, no lo veo. Porque todavía las cosas están planteadas como intercapitalistas, es este capitalismo o este otro capitalismo. No se nota una idea, si uno dice socialismo, aparece enseguida de qué socialismo me estás hablando. La verdad, ese socialismo del que podemos hablar es el socialismo que la gente debería construir, qué socialismo querés tener, con un estado como el que tenemos, administrativo, un socialismo a la sueca, de qué socialismo me hablás. Hubo un enorme socialismo que fue derrotado, como ya sabes vos, que es el de Yugoslavia. Yugoslavia hizo un modelo socialista, incluso estéticamente bellísimo, de una capacidad solidaria, coordinados, con ese famoso mariscal Tito. Ese socialismo, incluso, se opuso a la revolución de Stalin.
«Es muy difícil todavía hablar cuando los que tienen que hablar aún no lo hacen. ¿Qué querrá nuestra gente, nuestros trabajadores, nuestro pueblos originarios, nuestras mujeres, todas las fuerzas cognitivas que hacen que se produzca una estructura reveladora de lo mejor que puede tener una sociedad?».
—Estamos en qué capitalismo, menos o más salvaje y no hay ningún capitalismo que no deje de ser salvaje. Todo esto está por verse, Chile es un emblema hoy, de sacrificio de muchos jóvenes inspirados en que no hay posibilidades de que este capitalismo pueda dirigir las vidas del pueblo chileno. La construcción de esa alternativa tan poética, se está haciendo y probablemente, sea victoriosa o probablemente no lo sea. Ya el camino de llegar a la igualdad, es un camino doloroso, muy difícil, pero también muy alegre, porque cuando uno está en una causa que significa que vamos a ser iguales, algunos más iguales que otros, como diría un poeta, está lleno de alegría. A mí me causa alegría reivindicar la fuerza de nuestra gente y de nosotros que somos pueblo. Entones me parece que esa construcción chilena que está delante de nosotros, tenemos una posibilidad, que está escondida, que está oculta, que está esperando y nosotros no podemos medirla porque estamos en lugares privilegiados, de alguna manera. No podemos escuchar esa latencia que está en nuestra gente y que tenemos valores sociológicos y no solo sentimentales, sobre lo que pasa. Sin sentimientos no se puede hacer nada, porque la revolución o la búsqueda de la igualdad, es un sentimiento, como diría un hincha de Boca o de Independiente. Es una acumulación de hechos, de escenas que uno va sintiendo lo que pasa. Lo que pasa siempre es glorioso cuando aparece una idea de que hacemos esto para ser iguales. Probablemente eso hoy, en nuestra sociedad, está a la expectativa de pensar qué sería menos doloroso. Esa idea de los 30 mil compañeros y compañeras que ya no están, que fueron pensadores, luchadores, y al irse también se fueron maneras y visiones de la realidad.
*Por Carlos Aznárez para Resumen Latinoamericano. Foto de portada: Vicky Cuomo.